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En todas las clases hablaban de las TIMO, y nos dejaban ingentes cantidades de trabajo. A medida que los días pasaban, me costaba un poco más, mantener a raya el estrés, pero siempre había tenido la capacidad de organizar muy bien mi tiempo y en ese momento, eso me ayudaba mucho. Era viernes y Madeleine daba vueltas por la habitación, arreglándose para ir a una fiesta.

—La temática es de blanco y negro —me explicaba mientras sacaba un vestido negro del baúl—, yo voy a ir de negro, pero aquí tengo un vestido blanco que te quedaría genial.

Tenía ganas de ir, pero también tenía mucho por hacer.

—No creo que pueda ir —dije, con pesar—, todavía no he hecho lo de historia de la magia, me falta terminar la redacción de pociones sobre el polvo de ópalo, en fin.

Mi prima se detuvo y me miró con expresión de aburrimiento.

—No todo es estudio en la vida, te hace falta un poco de diversión —dijo—. Igual te voy a dejar el vestido por si más tarde cambias de opinión.

Me sorprendió un poco lo amable que había estado en las últimas semanas. Había roto un récord de no hacerme ningún comentario ofensivo ni recordarme que nadie se interesaba en mí. Me agradaba esa versión de ella, era mucho mejor.

Le ayudé a hacerse un peinado bonito, luego bajamos a la sala común, ella salió rumbo a la fiesta y yo me quedé, con mis libros y mis tareas.

Eran más de las diez cuando terminé la redacción de historia de la magia y comencé a pensar en que no sería mala idea ir a la fiesta. Podría servirme de distracción para olvidarme un poco de mis responsabilidades. Lo pensé un par de veces y al final recogí los libros. Iba a ir a mi habitación, pero pensé en algo mejor y en lugar de dirigirme a los dormitorios de las chicas, fui a los de los chicos. Cuando encontré la puerta que buscaba, toqué una sola vez y esperé. No tenía idea de cómo se llamaba el chico que me abrió la puerta, pero ahí también estaba el hermano mayor de Fred y George, y los dos chicos me miraron como preguntando qué hacía yo ahí.

—Hola —dije— ¿Está Oliver?

Los dos chicos intercambiaron una mirada y luego me miraron con curiosidad. Poco después, apareció Oliver, pero parecía que acababa de despertar.

—Espero que tengas una muy buena razón para venir a esta hora —dijo, mientras se pasaba las manos por el alborotado cabello castaño.

Puse mi mejor sonrisa.

—Necesito que me acompañes a una fiesta —le dije, yendo directo al grano.

Lo pensó unos cuantos segundos.

—Nos vemos en diez minutos en la sala común —accedió.

Asentí y me fui corriendo a mi habitación. El vestido estaba sobre la cama, donde mi prima lo había dejado. Me lo puse y me miré el el espejo. Me acomodé sobre los hombros las tiras y me puse una fina cadena plateada en el cuello. Decidí dejarme el cabello suelto y me pinté los labios. Oliver y yo llegamos al mismo tiempo a la sala común y salimos hacia el lugar donde sería la fiesta.

Cuando estuvimos frente al tapiz de Barnabás el chiflado, pasamos tres veces frente a él hasta que apareció la puerta. La sala de menesteres estaba casi llena, la música sonaba alta y muchas parejas bailaban. Busqué con la mirada a mi prima, pero encontré primero a Riddle. Nuestros ojos se encontraron y él levantó el vaso que tenía en la mano como si fuera a brindar, luego esbozó una enigmática sonrisa y siguió conversando con sus amigos. Pensé en que lo mejor era hacer caso omiso de él, así que tomé a Oliver del brazo y nos acercamos a la mesa donde estaban servidas las bebidas.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora