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Tan pronto abrí los ojos el primero de septiembre, lo primero que pensé fue: Hoy voy a ver de nuevo a Riddle. Como era temprano todavía, me quedé pensando en que era muy probable que también lo hubieran nombrado prefecto. Todos los profesores lo adoraban y hablaban maravillas de sus habilidades mágicas y de lo buen estudiante que era, muy seguramente él sería el prefecto de Slytherin.

Revisé el equipaje varias veces para que no se me olvidara nada y busqué mi varita para guardarla. Había sido de mi madre, y mi tía Clarissa la había guardado desde que ella murió, hasta que llegó mi carta de Hogwarts. Entonces me la había entregado y para mí era un objeto muy especial, no tanto porque me permitía hacer magia, sino porque era algo que había sido de mi madre y así, me sentía un poco más cerca de ella.

Mi padre no podía ir a acompañarme a King's Cross porque estaba ocupado en su trabajo en el ministerio. Sin embargo, había quedado de ir a verme en las salidas a Hogsmeade y eso me alegraba, pues nos habíamos hecho bastante cercanos. Cuando bajé con el equipaje, Madeleine me dirigió una amable sonrisa. Parecía que ya había olvidado su disgusto de unos días atrás.

—¿Nos vamos? —preguntó mi tío Remigius mientras bajaba las escaleras detrás de mi tía Clarissa.

Ella se acercó y me dio un fuerte abrazo de despedida.

—Que tengas un buen año, Emily.

—Gracias, tía.

Sonrió y se fue a abrazar a Madeleine. Pasó un buen rato haciéndole advertencias y repitiéndole que mejorara sus notas.

Llegamos a King's Cross diez minutos antes de las once. Había tanto ruido como siempre y varios estudiantes saludaban a gritos a sus amigos. Mi tío Remigius se despidió de mí con un abrazo y mi prima y yo subimos casi corriendo al tren. Ella se fue a buscar a Cedric, como era de esperar, y yo me fui al vagón de prefectos. El otro prefecto de Gryffindor era un chico llamado William Everard, en todos los años que llevábamos estudiando juntos, no habíamos intercambiado más que un par de frases, pero al verme sonrió con amabilidad. Allí también estaba Cedric Diggory, y el que no podía faltar: Riddle.

Parecía que se había puesto todavía más guapo durante el verano. Miraba a todos lados con altivez y parecía sentirse el rey del mundo. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado y aunque no sonreía, parecía muy feliz y satisfecho consigo mismo.

Pasaron largo rato explicándonos nuestras obligaciones, pero yo no conseguía prestarle mucha atención a la charla porque cada pocos minutos, tenía que resistir el impulso de mirar a Riddle. Cuando terminó la explicación, iba a irme casi corriendo a buscar a mi prima, pero Riddle pasó por mi lado y se aseguró de golpearme con el hombro.

—¿Engordaste durante el verano, imbécil? —le dije, disgustada por lo que había hecho. Él puso esa sonrisa burlona que no soportaba y quise golpearlo.

—¿Y tú te volviste más conflictiva durante el verano, Parkbey? —replicó.

—Parece que este enfrentamiento entre nosotros no va a hacer más que continuar.

—Tenemos una guerra declarada, y ten por seguro que este año será peor.

Yo sabía que no mentía, pero lo miré, impertérrita y sonreí.

—Ya veremos —le dije.

No tardé mucho en encontrar a mi prima, que estaba sola en un compartimiento. Entré y me senté frente a ella.

—Adivina quién es el prefecto de Hufflepuff —dije. Ella dejó de mirar por la ventana y me miró.

—No puede ser nadie más que Cedric —dijo, y al nombrarlo, puso una expresión soñadora. Yo asentí—. Me imagino que Riddle es el prefecto de Slytherin.

No quería hablar de él, estaba librando una dura batalla para no pensar en él,  y que mi prima lo nombrara, no ayudaba. Sin embargo, no dejé notar mi disgusto y asentí.

—Era de esperar —dijo.

No sabía qué decir, y Fred y George me evitaron el dilema. Entraron en el compartimiento y se sentaron a mi lado.

—Escuchamos por ahí que te nombraron prefecta —dijo Fred, señalando con el dedo índice la insignia.

—Así es —dije.

—Felicidades —dijo George—. Aunque lo esperábamos, porque te gusta estudiar y portarte bien —por el tono que empleó, parecía que eso era algo terrible.

—Lo que no sé es cómo vas a tener tiempo para el quidditch, las clases y las cosas que hacen los prefectos —dijo Fred, pensativo.

—Yo tampoco sé. Pero no pienso dejar el quidditch, eso lo tengo muy claro.

—Es un alivio oír eso —dijo Oliver. No me había dado cuenta de que había llegado.

—Lo dices como si fuera difícil conseguir otro cazador —dije.

—No es difícil —admitió—, lo difícil es que juegue tan bien como tú.

Pasamos el resto del viaje hablando de quidditch, hasta que el tren se detuvo en la estación de Hogsmeade. Hacía un poco de frío, pero el clima era agradable y siempre se sentía bien regresar a Hogwarts. Tenía muchas expectativas para ese año, pero jamás hubiera esperado que sucedieran tantas cosas.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora