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Llegó la fecha del siguiente partido de quidditch de la temporada, contra Hufflepuff. Oliver se paseaba nervioso por los vestidores mientras daba el discurso de siempre, pero yo no había escuchado ni una sola palabra de lo que decía, porque mi mente estaba en otro lado, de nuevo pensando en Riddle. La estrategia de Madeleine para que Cedric llegara arrepentido a pedirle que fuera su novia, no parecía estar dando ningún resultado y yo comenzaba a preguntarme hasta cuándo se daría por vencida y terminaría aquella extraña relación que tenía con Riddle. Cada día que pasaba, se me hacía mucho más difícil de soportar verlos juntos, y lo peor de todo era que, más que molestarme, me dolía. Me sentía estúpida por eso, porque finalmente y por mucho que me negara a admitirlo, aunque fuera solo para mí misma, eso solo podía significar que sentía cosas por Riddle, diferentes al odio.

Suspiré y sacudí un poco la cabeza para despejar mi mente y dejar de pensar en lo mismo a lo que ya le había dado mil vueltas. Tomé la escoba y me dirigí al campo. Por el tiempo que durara el partido, tenía que mantener a Riddle fuera de mis pensamientos.

El partido comenzó con la quaffle en posesión de Hufflepuff, así que me concentré en tomar la pelota. Cuando por fin la tuve en mis manos, se la pasé a Katie y ella se encargó de hacer la primera anotación. Tener la mente ocupada en el juego me hizo sentirme bien, pues comenzaba a cansarme de pensar casi siempre en lo mismo. Pronto, tuvimos una ventaja de cuarenta puntos, pero como siempre, lo más importante era atrapar la snitch, y esa no se veía por ningún lado. Hice una anotación más y el juego comenzó a ponerse cada vez más agresivo, como era costumbre.

Estaba esperando un pase, cuando se me ocurrió la mala idea de mirar hacia donde los estudiantes observaban el partido. No tardé mucho en localizar a Riddle, y eso me distrajo. Lo siguiente que sentí fue un fuerte golpe en la cabeza, el dolor me hizo cerrar los ojos y caí.

Cuando desperté, estaba en la enfermería, rodeada por el resto del equipo, Madeleine y... Riddle. Por un momento, me atreví a pensar que estaba ahí para saber si yo estaba bien, pero esa era una idea muy estúpida, pues me di cuenta de que Cedric Diggory también estaba ahí, con su equipo. Seguramente, Madeleine le había dicho que fuera, para que Diggory los viera juntos. Me sentí un poco decepcionada, pero por suerte, me dolía mucho la cabeza como para prestarle atención a eso.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Angelina.

—Bien —le respondí—. ¿Qué pasó con el partido?

—Ganamos —me respondió George—. Harry atrapó la snitch.

Miré al buscador y sonreí.

—Bien hecho, Harry —lo felicité.

Él sonrió también, era un alivio que hubiéramos ganado. La señora Pomfrey apareció con una poción que sabía horrible, pero después de que la bebí, el dolor comenzó a remitir, lentamente.

—¿Ya puedo irme? —pregunté. Todo lo que quería era tomar un baño, irme a mi habitación y descansar.

—Sí —respondió la señora Pomfrey—, pero si te duele la cabeza otra vez, no dudes en venir.

Asentí.

—Gracias.

Me levanté despacio, y me dispuse a salir de la enfermería. Cuando íbamos llegando a la puerta, Cedric llamó a Madeleine y ella pareció estar a punto de desmayarse. Me miró como preguntándome qué debía hacer.

—Qué esperas —le dije en voz baja y le indiqué con un movimiento de cabeza, que fuera a donde él estaba.

Ella asintió y fue. Los demás seguimos caminando hacia afuera de la enfermería, incluido Riddle. Todos hablaban, a excepción de él y yo, que estábamos sumidos en un incómodo silencio.

—¿Te asegurabas de que sobreviví a la caída? —me atreví a decirle, todavía sin mirarlo.

—Fue una caída bastante fuerte —dijo, en un tono de voz suave que nunca había usado conmigo—, pensábamos que tardarías días en despertar.

—No es para tanto —lo miré y me encontré con que ya me estaba mirando. Había en sus ojos algo que no lograba descifrar.

—Solo fueron unos veinte metros, más o menos.

Me encogí de hombros.

—Pero estoy muy bien.

—No creo que me creas, Parkbey, pero me alegra que no te haya pasado nada.

Esas palabras hicieron que mi corazón latiera un poco más de prisa y sonreí. Tal vez no me odiara tanto después de todo.

Se detuvo y yo hice lo mismo.

—Nos vemos —dijo.

—Adiós, Riddle.

Yo continúe mi camino hacia la torre de Gryffindor, todavía pensando en lo que me había dicho. Mi mente era un caos de confusión y sentimientos que no alcanzaba a comprender. No quería fijarme en Riddle, pero a veces parecía que eso era precisamente lo que me estaba pasando. Por mi bien, tenía que seguir aparentando que no lo soportaba, aunque cada vez me molestaba menos su presencia.

Me di una larga ducha y me cambié de ropa, pues tenía toda la intención de descansar, pero cuando llegué a mi habitación, Madeleine ya había llegado, y estaba sentada en su cama, con expresión pensativa.

—¿Qué quería Cedric? —pregunté.

Ella levantó la vista y yo fui a sentarme a su lado.

—Dijo que... había recordado que hace unos días fue mi cumpleaños —respondió ella, con desánimo—. Se disculpó por no haberme dicho nada ese día y ¿sabes qué es lo peor? Que me felicitó por mi supuesta relación con Riddle.

—¿Qué? —pregunté, confundida— no puedo creer que te haya dicho eso.

Ella asintió.

—Estaba casi segura de que me iba a decir algo completamente diferente.

—¿Piensas seguir con Riddle?

Por favor, que diga que no, pensé.

—Claro que sí —respondió, y yo tuve que hacer un gran esfuerzo por disimular mi decepción—. Yo sé que va a funcionar, solo hace falta un poco de tiempo para que Cedric se de cuenta de que se equivocó y me quiera a su lado.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora