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Mi padre le había dicho a Tom que tenía que meter el huevo de oro entre el agua, pues la segunda prueba tenía algo que ver con sirenas y con el fondo del lago negro. Esperamos a que fuera bastante tarde en la noche, y nos dirigimos al baño de prefectos del quinto piso. Era el lugar ideal, pues allí había una enorme bañera de piedra, en la que se podía nadar sin ningún problema. Entramos y cerramos la puerta. Tan desinhibido como siempre, Tom no esperó para comenzar a quitarse la ropa. Después de dudar un poco, lo imité. Al principio me sentía muy incómoda, pero a medida que me iba desnudando, desaparecía la incomodidad, y me sentía mucho más segura, a pesar de las miradas ocasionales que me dirigía Tom. Entramos en el agua tibia, abrimos el huevo, lo sumergimos y tomamos aire para poder escuchar lo que decía, bajo el agua:

Donde nuestras voces suenan, ven a buscarnos, que sobre la tierra no se oyen nuestros cantos. Nos hemos llevado lo que más valoras, y para encontrarlo tienes una hora.

Se suponía que esa era una pista sobre la segunda prueba. En cuanto sacamos la cabeza del agua, me quedé mirando a Tom, queriendo preguntarle qué pensaba de eso. Él se quitó el cabello mojado de la cara y dejó el huevo fuera del agua, luego se acercó a donde yo estaba y me rodeó con un brazo.

—Lo que más valoro... —murmuró, como para sí mismo, mientras me acariciaba la cintura suavemente— Espera... —me miró como si acabara de comprenderlo todo— debes ser tú. Tengo que sacarte del fondo del lago.

Resumido de esa manera, tenía mucho sentido, aunque aún así, me quedaba la duda de cómo se suponía que iban a mantenernos bajo el agua para que los campeones nos buscaran.

—¿Y ya sabes cómo vas a respirar bajo el agua durante una hora? —pregunté.

Él lo pensó un poco.

—El encantamiento casco burbuja puede servirme —dijo.

Y parecía listo para la segunda prueba, aunque todavía faltaban varias semanas. De repente recordé la profecía que había escuchado de la profesora Trelawney. No le había hablado de eso a nadie, pero creía que era importante decirle a Tom. Le había dado muchas vueltas al asunto, pero no se me ocurría todavía quién se suponía que era el único con poder para derrotarlo.

—Tom —le dije, pues estaba un poco distraído, pensando en algo, mientras su mano subía y bajaba por mi cuerpo.

—¿Sí? —preguntó, quedándose quieto y mirándome con atención.

Rápidamente le conté lo que había dicho la profesora.

—¿Será posible que se cumpla? —preguntó tan pronto terminé.

—Las profecías a veces se cumplen y a veces no, es difícil saber si esta es de las que sí —le respondí.

—¿No tienes ninguna idea de a quién más se refiere?

Negué con la cabeza.

—Lo he pensado mucho, pero podría ser cualquier persona, es difícil saberlo.

—No sé cómo, pero tenemos que averiguarlo.

—Ya pensaremos en cómo averiguarlo.

Asintió y se quedó pensando unos momentos, con la vista fija en un solo punto. Parecía un poco preocupado por eso, y para mí era inusual verlo así, pues siempre parecía tan confiado y seguro de sí mismo. De repente lo vi sacudir un poco la cabeza, como hacía yo a veces cuando quería dejar de pensar en algo. Estaba preguntándome si por todo el tiempo que pasábamos juntos ya estaríamos aprendiendo los gestos del otro, cuando se acercó para besarme, y me olvidé de lo que estaba pensando. Cerré los ojos y sentí sus manos posarse en mi cintura. Por alguna razón, el mundo parecía desaparecer mientras nos besábamos, sentía que mi mente se quedaba en blanco y desaparecía de ella todo pensamiento y toda preocupación. Sus manos subieron desde mi cintura lentamente y yo puse mis manos sobre sus hombros. Solo dejamos de besarnos cuando escuchamos voces que hablaban afuera. Entonces nos alejamos un poco y nos quedamos quietos para escuchar lo que decían.

—Estoy casi seguro de que era una profecía auténtica —era la voz de Dumbledore, a pesar de que su tono era bastante bajo, el hecho de que no hubiera ningún otro ruido hacía que lo pudiéramos escuchar con claridad.

—¿Y a quiénes se refería? —preguntó su interlocutor: Slughorn.

—El mago oscuro en ascenso no puede ser otro que Tom Riddle.

—Pero Albus... esa es una acusación grave.

—Pero piensa, Horace, ¿qué otro de nuestros estudiantes es así de poderoso?

—Bueno... es muy probable que tengas razón. ¿Y en cuanto al otro mago del que habló?

—He llegado a la conclusión de que es Harry Potter. Pero nadie puede saber nada de esto, ya tenemos un problema serio porque la señorita Parkbey estaba presente en el momento de la profecía. Ella es lo suficientemente inteligente como para concluir que se hablaba de Riddle, y ya debe haber ido a contarle sobre eso.

—Puede que no le haya dicho nada.

—No creo. Debe saber que este es un asunto serio y lo que siente por él le impedirá quedarse callada.

—Si todo esto es cierto, Harry está en peligro.

—Lo que tenemos que hacer de ahora en adelante, es protegerlo.

Las últimas frases fueron un poco difíciles de escuchar, pero ese trozo de conversación había resuelto la pregunta que nos estábamos haciendo. Tom y yo intercambiamos una mirada.

—Ahora lo sabemos, Emily —dijo, y había en sus ojos un brillo inusual—.  Hay que matar a Harry Potter.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora