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El día de la siguiente clase de pociones, llegué a la conclusión de que la actitud más o menos amable que Riddle había tenido conmigo el día del castigo, parecía ser producto de mi imaginación. Cuando llegó, pasó por mi lado y me miró de la misma forma en que siempre me miraba: con odio. Normalmente, no me importa y le devolvía la mirada con el mismo odio, pero en ese momento no me sentí capaz. ¿Qué me estaba pasando? No podía esperar que de repente comenzáramos a llevarnos bien cuando llevábamos los anteriores cuatro años odiándonos y tratándonos mal. Intenté actuar de la misma manera y cuando entré en el aula, me cuidé de golpearlo ligeramente con el hombro al pasar a su lado. Éramos unos inmaduros, pero no importaba.

Tan pronto los ingredientes de la poción que elaboraríamos en esa clase aparecieron en la pizarra, Riddle y yo intercambiamos una mirada desafiante y nos pusimos manos a la obra. Pasé la siguiente hora con la vista fija en el caldero, siguiendo al pie de la letra la receta y completamente concentrada. Cuando estaba casi lista la poción, me atreví a mirar a Riddle, que parecía estar también muy concentrado, revolviendo el contenido del caldero mientras se mordía el labio inferior. Me obligué a apartar la vista, pero me costaba grandes esfuerzos, porque Riddle era una de esas personas que, una vez has descubierto su atractivo, te cuesta dejar de mirarlo. Traté de convencerme de que, por más atractivo que fuera, seguía siendo insoportable, y por nada del mundo debía permitir que cambiara ni un poco la forma en que lo veía.

Estaba poniendo la poción dentro de una botella de vidrio para entregarla, cuando un ojo de sapo chocó con mi mejilla.

-¡Qué asco! -murmuré, limpiándome con la manga de la túnica.

Ya sabía quién me lo había lanzado, aunque disimulaba muy bien, mirando a un punto fijo, como si nada. Me aseguré de que Slughorn no me estuviera viendo y le lancé uno de los ojos que me habían sobrado de la poción. Sacudió la cabeza para quitárselo del cabello y me dirigió una mirada asesina.

No pudimos seguir lanzándonos los ingredientes que quedaban, porque el profesor pareció darse cuenta y se quedó observándonos con mucha atención. Mientras los demás entregaban sus pociones, nos quedamos en silencio, sin movernos y fingiendo no haber hecho nada. Cuando se dio por terminada la clase, me dispuse a recoger mis cosas mientras pensaba en que tenía mucha hambre y todo lo que quería era ir a cenar.

-Señorita Parkbey -dijo el profesor Slughorn, cuando me levanté para salir del aula-, por favor quédese un momento.

Asentí y caminé hacia donde estaba Madeleine, esperándome en la puerta.

-Más tarde te alcanzo -le dije.

Ella asintió y se fue casi corriendo. Slughorn también le había dicho a Riddle que se quedara, así que adiviné que nos había visto lanzándonos los ojos de sapo y procedería a castigarnos por eso. Sin decirnos nada, sacó un barril lleno de sapos muertos y lo puso en medio de las dos mesas donde estábamos sentados.

-Como veo que les gustan mucho los sapos -dijo, al fin-, van a destripar todos estos, pero sin lanzarse nada. Voy a estar vigilándolos porque el enfrentamiento entre ustedes no termina, y no quiero que hagan un desastre porque todavía no aprenden a comportarse.

Aunque su tono era el mismo de siempre, nos miraba con severidad y no pude evitar sentirme profundamente avergonzada. Miré de reojo a Riddle, que tenía la vista fija en la madera de la mesa, y supe, por el rubor que cubría sus mejillas, que estaba tan avergonzado como yo.

Pasamos la siguiente hora y media destripando sapos bajo la atenta mirada del profesor Slughorn. Casi olvidé que antes tenía hambre, porque cuando dejé el último sapo muerto, lo único que sentía era un asco inmenso. Tan pronto el profesor nos dijo que podíamos irnos, salí casi corriendo de ahí y fui a lavarme las manos varias veces porque seguía teniendo la sensación de los viscosos sapos muertos.

Cuando sentí que tenía las manos los suficientemente limpias, me dirigí al gran comedor porque ya era la hora de la cena. Mi prima me estaba esperando en la mesa de Gryffindor, y al verme llegar, se movió un poco para dejarme lugar junto a ella.

-¿Qué pasó? -preguntó.

-Tuve que destripar un barril de sapos muertos con Riddle, como castigo -le expliqué.

Ella me dedicó una mirada reprobatoria y movió la cabeza negativamente, sacudiendo un poco su larga melena oscura.

-Te he dicho mil veces que pares de una vez esa absurda e inmadura pelea con Riddle. Ya no sé qué hacer para que me hagas caso.

Me encogí de hombros. En ese momento, la deliciosa comida apareció en la mesa y mi prima olvidó que me estaba regañando.

-Podría comerme un hipogrifo -dijo, y se dedicó a servirse una ración enorme de pastel de carne y puré de papas.

Quité la imagen de los sapos muertos de mi mente y me dispuse a comer también. Mantuve la vista fija en el plato y cuando por fin la levanté, mis ojos se encontraron con los de Riddle, que me observaba desde la mesa de Slytherin. De nuevo me encontré pensando en lo atractivo que era, y tuve que luchar por apartar esas ideas de mi mente. Solo pensar eso de él, me hacía sentirme terrible, tenía que seguir viéndolo de la misma manera que siempre, porque entre nosotros no podía haber nada más que rivalidad.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora