┊Tiempo de calidad.

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Habían pasado un tiempo en familia; Realmente te sorprendías lo bien que se llevaba tu familia con la de tu novio, pero sin duda alguna te gustaba ese vínculo que habían formado. Esa tarde habían decidido hacer una comida para que ambas familias convivieran en armonía, y cuando tu familia se fue y tu te quedaste, aprovechaste de ese tiempo de calidad.

Se encontraban en el patio trasero, era tarde y el cielo estaba decorado de estrellas y de una brillante luna que deslumbraba desde lo más alto. Estabas sentada entre sus piernas, con tu espalda recargada en su pecho, mientras que sus brazos te envolvían con firmeza contra su cuerpo y una de sus manos era quisquillosa contra tu muslo, jugando con el borde de su vestido.

Era uno de esos momentos que no se necesitaba hablar. Era un momento íntimo y cálido, disfrutando de la presencia del otro; Él depositaba pequeños besos sobre tu coronilla y te hacía cosquillas en el cuello con su nariz, mientras que tu envolvías tu mano con la suya y cerrabas los ojos, dejando correr tus pensamientos en un hilo.

El verano y el sol cálido se estaba convirtiendo en hojas secas que caían de los árboles con la llegada del otoño; Cambiaban las tardes cálidas bañados por los rayos del sol por las noches frescas y llenas de anhelo a un invierno futuro. Porque si algo creías, era que iniciando otoño todo se volvía automáticamente invierno y las festividades se aproximaban con rapidez. 

—¿En qué piensas?—Susurró mientras se acercaba a tu oído y sentías un cosquilleo en dicho lugar.

—Nada en particular, disfrutando de la vida.

Él sonrió contra tu piel y sentiste escalofríos, últimamente su presencia y sus palabras ponían frenéticos a tu cuerpo, y no de mala manera, simplemente parecías una gallina cada vez que se aproximaba a ti. 

"Linda comparación, una gallina pff".—Pensaste rodando los ojos.

—Eso debería de ser siempre, la vida es demasiado corta como para desperdiciarla en lo que pudimos hacer y no nos atrevemos.

Asentiste de acuerdo. —En ocasiones pienso en la relación que tienen nuestras familias, ya sabes, pensé que no podrían llevarse bien o que tendrían sus indiferencias.

—Podemos decir que cuando nos casemos todo marchará bien.

Te levantaste para verlo, girando levemente tu cuerpo. —¿Pensando en el casamiento?

Él sonrió y bajó la mirada. —Solo era un decir, pero me gusta mantenerme positivo que podemos llegar al altar.

Tu pecho sintió un aleteo y sonreíste tontamente. —No sigas o podría esperar un anillo de tu parte.

—Podría ser...—Fingió pensarlo y le golpeaste el pecho.

—Oh, cállate. ¿Te tengo que recordar que yo tuve que pedirte que fueras mi novio porque no te atrevías a pedírmelo?

Bufó en tu contra, pero viste un sonrojo en sus mejillas. —Estaba buscando el momento adecuado.

Reíste y fingiste creerle. Te levantaste y te sentaste sobre su pierna, pasando un brazo sobre sus hombros y él manteniendo su agarre sobre tu cintura. Pasó su mano vagamente sobre tu pierna, provocando que se te pusiera la piel como gallina.

—¿Qué piensas acerca del futuro?

—Quiero casarme y tener dos hijos, a lo mejor tener algún perro y vivir plenamente. Pero siendo más profunda, tener un trabajo estable y una bonita casa en un muy bonito lugar que sea de calidad, darle la oportunidad a mis hijos de una vida sin preocupaciones hasta la universidad, y jubilarme antes de que siquiera tener a mi primer nieto.

Procesó tus palabras y sonrió. —Bien, eso suena perfecto y acorde a ti.

—¿Y tu?

—Seguir con el negocio familiar, casarme y formar una familia.

—No eres profundo como yo, eso no tiene chiste.

—Bien, también quiero viajar y conocer otras culturas, aprender otros idiomas y simplemente disfrutar de la vida. Pero no pienso en ello, sé que se dará naturalmente.

—Eso sonó mejor y prometedor.

La brisa era áspera contra tu piel, y viendo que nada más tenías el vestido, sentiste frío. Él se quitó su chamarra y la puso sobre tus hombros, sonriendo.

—Eres tan servicial sin siquiera pedirlo, no sigas o me tendrás malacostumbrada.

—Vivo para seguirle, bella dama.

Soltaste una gran carcajada y recargaste tu frente con la de él, cerrando los ojos. —¿Sabes cuanto te amo?

—Sí, no puedes vivir sin este encantador caballero.

—¿Eres un caballero?

—Bueno, puedo serlo, pero no puedo negar que tengo pensamientos impuros cada vez que te veo.

—Agradezco su sinceridad, noble caballero.

—Hablando de cosas impuras, ¿Qué te parece entrar y subir a mi habitación? Ya sabes, claramente para ver una película.

—Al menos que sea una de clasificación para adultos y tu y yo como protagonistas, paso.—Te levantaste y empezaste a alejarte.

—¡Hey! ¿A dónde vas?—Se levantó y fue tu oportunidad para correr lejos de su alcance.

Reíste mientras corrías por el patio, mientras él te perseguía riendo de igual manera. Cuando te atrapó, te envolvió por la cintura y te levantó del suelo, dando vueltas en el aire; Te sentías plena y feliz, y cuando se detuvo para dejarte en el suelo, te inclinaste y lo besaste.

El tipo de beso que pide más que un leve roce, haciéndote sentir mariposas en el estómago y que de lo bien que se siente, arrugas los dedos de los pies; Tus manos se vuelven codiciosas y pasan por su pecho.

—Bien, vayamos a la habitación.—Dijiste cuando se separaron por falta de aire.

Soltó una carcajada y te cargó haciendo que envolvieras tus piernas a su cintura, guiándolos dentro de la casa.

Eran esos momentos que atesorabas en su corazón. 

✎ Imaginas (I) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora