┊Mañanas.

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Nunca te imaginabas como una persona hogareña, pero ahora que te encontrabas en una relación estable y a punto de comprometerte frente a todos, podías considerarlo.

Esa mañana te habías levantado una hora antes de que la alarma sonara, dando inicio a un particular lunes para prepararse a trabajar. Te pusiste la camisa de botones desecha de la noche anterior y un par de bragas, y con un moño recogiendo tu cabello, bajaste a la cocina.

Empezaste a trabajar en el desayuno, preparando un poco de café para iniciar una buena mañana y buscaste los ingredientes para unos panqueques y algo de fruta para ti. El tiempo parecía volar, para cuando habías terminado de prepararlo todo, tu novio había bajado y entrado a la cocina.

—¡Buenos días! Bajaste a tiempo, ve a sentarte mientras te sirvo el desayuno.—Saludaste cuando se acercó a ti y se colocó frente tuyo para estampar sus labios con los tuyos.

—Si esto se vuele una rutina no podré dejarte jamás, ni mi propia madre me mimó tanto como tu lo haces.—Bromeó mientras apartaba la espátula de tu mano y la dejaba a un lado.

—Mi intención es que no me dejes, te consentiré tanto que subirás de peso y te harás un holgazán, por lo tanto no serás atractivo para las chicas de la ciudad.

Soltó una carcajada e hizo un puchero. —Eso no es muy justo.

—Es lo suficientemente justo para mi persona tan egoísta y necesitada de atención.

Chillaste cuando pasó sus manos por detrás de tus muslos y te levantó, haciendo que tomaras asiento en el mostrador mientras se colocaba entre tus piernas.

—¿Así que necesitada de atención? ¿Acaso tengo que mimarte mucho?

—Recuerda que seré tu esposa, por lo tanto necesitaré extra atención como mujer necesitada.

—¿También te apetece que te de mis tarjetas y me lleves a la ruina?

—¿Acaso serás el esposo que se la pasará trabajando y le da dinero a su esposa para que no se queje de su ausencia? Podríamos contratar a un jardinero, ya sabes.

Cuando pasó sus manos por tus muslos y encontró el borde de la camisa, jugó con el primer botón. —Esa idea no parece gustarme la verdad.

—Seríamos la pareja perfecta ante todos pero nos odiaríamos a muerte, solo para aparentar con nuestros amigos.

—Parece que leíste mucho o viste películas con esa temática. 

—Ya sabes, uno que es cotilla tiene que informarse.

Sonrió contra tus labios y provocó el primer roce entre ambos. Pasaste tus manos por sus hombros anchos y jugaste con su cabello, provocando que se desacomodara y luciera más natural.

—Es una lastima que no llegues al trabajo.

—Es una lastima no comer toda esa deliciosa comida que preparaste.

—¿Sabes? Es una verdadera lastima muchas cosas, pero justo ahora ninguna importa.—Entrelazaste tus piernas sobre sus caderas, acercándolo más a ti.—Pero nada más tengo una cosa en mente.

—Creo que justo ahora me siento mal, tendré que reportarme enfermo y tener que reposar el día entero.

—Ya veo, tendré que cuidarte entonces.—Sonreíste con malicia y él asintió de acuerdo.

—¿Y por qué tenemos toda esta charla en lugar de ir arriba? Ya sabes, para reposar.

Reíste y te sujetaste con fuerza cuando te cargó hacia la habitación nuevamente. Te hacía sentir viva y feliz, lo adorabas y te complementaba.

Eras plenamente feliz a su lado. Y eran esos momentos de la vida que los atesorabas en tu corazón. 

✎ Imaginas (I) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora