┊Rewrite the stars.

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Estar en esa fiesta era una tortura completamente.

Y precisamente era tu fiesta de compromiso, porque te ibas a casar con una persona a la cual no amabas en absoluto.

Te sentías cohibida con todas las personas presentes, y mientras fingías una sonrisa con cada persona que se acercaba a ti para felicitarte, lo sentías como condolencias porque tu libertad moriría al día siguiente.

No podías despegar la mirada del hombre al otro lado del salón, porque con cada roce mirada que tenían, podías sentir sus manos envolviendo tus caderas, como sus labios recorrían tu cuerpo y se sumergían en el más exquisito vaivén cuando nadie los miraba.

Ese hombre había arriesgado su vida para salvarte, y no era para menos, era tu guardaespaldas.

La primera vez que habían atentado contra tu vida te encontrabas aterrada, y cuando tu esposo pidió un guardaespaldas para que te protegiera y cuidara las veinticuatro horas y los siete días de la semana, te hacía parecer sofocante tener alguien a tu lado todo el tiempo.

Tu pareja rara vez se encontraba en casa, por lo que te dejaba en total soledad. A lo mejor por eso no te resultó difícil mantener una relación secreta con el hombre que portaba siempre un traje negro que hacía resaltar sus mayores atributos como hombre. Y cuando estabas decidida a terminar cualquier lazo con tu futuro esposo, tus padres te habían obligado a casarte con él para pagar cualquier deuda que habían acumulado conforme los años pasaron. 

Odiabas sentirte de esa manera, no querías casarte sin amor, porque todo afecto que habías tenido por ese hombre murió cuando te obligó a fingir una sonrisa y decir que eras muy feliz a su lado, manteniéndote atada a su lado. Pero más habías dado darle la noticia al hombre que le habías prometido escaparse para estar juntos, porque después de soltar la bomba se había alejado y mantenido distancia.

Como ese momento.

—¿No bailas, querida?—Tu prometido agarró tu mano y jaló a su pecho, envolviéndote en su esencia varonil que te asfixiaba.

—Yo...—No tuviste tiempo de responder porque él ya te estaba jalando a la pista, donde todos los asistentes de la fiesta tenían sus ojos puestos en ustedes.

—Vamos, no seas tímida justo ahora.—Sonrió y tu solo podías hacer una mueca.

Cuando empezaron a bailar con la suave balada que sonaba por los altavoces, las demás parejas se sumaron y bailaron a su alrededor. Su agarre era firme y persistente, mientras que tu solamente querías salir corriendo de ahí y esconderte.

¿Quién podría imaginar que en esos momentos odiabas la idea de casarte? Y no lo malentiendan, te gustaba pensar en casarte y formar una familia, pero no a costa de las deudas de tus padres y a la fuerza. Porque si algo te inculcaron desde pequeña, es que nada a la fuerza saldría bien con el tiempo.

—¿Y a dónde quieres que sea nuestra luna de miel? Tenía pensado que podría ser en Hawái, o en París...

—Como sea, no es como que esté interesada realmente.—Empujaste la lengua contra el interior de tu mejilla, reprimiendo las ganas de rodar los ojos por su fingido interés.

Sin previo aviso, te sujetó el mentón con fuerza, haciendo que voltearas a ver sus ojos que flameaban amargura y molestia. —Es mejor que cooperes, o de lo contrario los únicos perjudicados de tus deslices serán tus padres.

Sentiste el nudo instalarse en tu garganta, y sin poder pronunciar algo, asentiste. Conforme cada día pasaba, notabas que su aura era negativa y llena de amargura, y sentías miedo de que se atreviera a lastimarte si no hacías lo que él quisiera; En nada se parecía al joven muchacho del cual te enamoraste a inicios de tu juventud. 

Cuando la balada se terminó y cambió a otra canción, te alejaste rápidamente de él, pero antes de poder salir de la pista alguien tomó tu brazo. 

—Por favor, no estoy para tus amenazas...—Te quedaste callada al observar que no se trataba de tu prometido.

Se trata de él

—¿Me concederías esta pista? 

No sabías que decir, pero te dejaste guiar por tus sentimientos, envolviendo tu mano con la de él y dirigiéndose nuevamente a la pista. Y cuando empezaron a bailar, nadie a su alrededor importó, porque solamente existían tú y él, porque tenías el derecho de imaginar que, en alguna otra vida, ustedes estaban bailando felices en el ensayo posterior a su boda. 

Porque algo que habías añorado a su lado era el formar una vida junto a él, formar una familia y vivir por el resto de días juntos.

Pero no en esa vida, no en ese momento, no sabías en cual pero estabas dispuesta a reencarnar con tan solo imaginar una vida llena de felicidad a su lado.

—¿Estás lista para mañana?

Te sacó de tus pensamientos, haciéndote volver a la realidad. —Sabes que no.

—Deberías, es cuestión de horas para que pases el resto de tu vida con él. 

No sabías como interpretar sus palabras, pero no las pasaste por alto, solo te quedaste viendo fijamente su expresión. —Sabes que si yo pudiera, esto, nosotros... todo sería diferente.

—Pero no puede ser así, no en esta realidad por lo menos.—Se encogió de hombros y luego murmuró. —Yo quería hablar contigo para despedirme. 

—¿Despedirte?

—Cuando dieron la noticia que se iban a comprometer, mis servicios ya no serían necesarios, viendo que ustedes tendrían que pasar más tiempo juntos y decidieron reducir el personal.—Sonrió con tristeza.—Yo estoy incluido entre esas personas, por lo que hoy fue mi último día de trabajo. Después de esto me iré con mi familia por un tiempo, siento que sería mejor par ambos y mentalizarse que tendremos una vida diferente a partir de mañana. 

—No, no lo acepto.—Cuando la música empezó a pasar a un segundo plano, sabías que no habría más después de eso. No querías alejarte de él. 

—Solo estoy facilitando las cosas, tú no sabrás más de mi como yo no sabré más de ti. Te deseo lo mejor, te llevas contigo mi corazón, pero yo me llevaré de ti tus mejores momentos, gracias por tanto.—Cuando se inclinó para depositar un beso en tu mejilla, te quedaste perpleja ante su acción.

Se alejó de ti con prisa, y cuando lo viste salir por una de las puertas del salón, decidiste ir detrás de él. Pero como si el destino te lo impidiera, las personas empezaban a taparte el camino hacia la salida, para cuando por fin llegaste a la puerta y saliste a la fría y obscura noche, era demasiado tarde.

Gritaste su nombre, corriste lejos de ahí en busca de él, pero era como si la tierra se lo hubiera tragado, no había nada que indicara que seguía ahí.

Y con el pecho llameando en fuego y tu corazón roto, lloraste dejándote caer al frío suelo. Porque ni siquiera habías podido despedirte adecuadamente de él, y después de eso, no había nada que pudieras hacer.

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Me he dado cuenta que los imaginas que menos me gustan, son los que más les gusta. Cosas de la vida, mañana les publicaré otros dos, porque pienso extender este maratón por tres días, tendrán dos imaginas hasta el domingo, además, se vienen imaginas un tanto... interesantes ;).

✎ Imaginas (I) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora