16. La belleza de la paciencia.

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Heaven Cowan

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Heaven Cowan.


Los viernes, después de la universidad, significan una ducha de agua fría, el goteo por goteo de la preparación de café, párpados lavanda magullados y aire nocturno poco atractivo. Sin embargo, Jan me llamó por la tarde para decirme que pasaría por mí antes de la cena. Luego de unas pocas palabras que pueden sonar ordinarias si no es entre nosotros; acepté porque todo el día sentí un mal sentimiento luego de haber cancelado de alguna forma nuestro desayuno.

Los auriculares colocados en ambos de mis oídos emiten una música suave para ayudarme a relajarme en la espera, pero todo lo que realmente quiero en este momento es sentir el movimiento mis dedos provocados por mi hermano mientras en voz baja canta una canción cursi que aprendió de la abuela, por lo que un delicado ceño fruncido inmediatamente se abre paso en mí.

Afectuosos recuerdos se acumulan sobre la superficie de mi cerebro organizado pero disperso. Fotos instantáneas y risas distantes pasan por mi mente mientras recuerdo los techos cubiertos de nieve del popular centro turístico de la ciudad. Y "El Palacio", como le llamaba mi madre donde hacían todos los días fiestas de té y debíamos viajar 8 horas en auto para llegar, mis padres solo me llevaban en vacaciones de invierno.

Recuerdo las noches de la escuela secundaria que pasé en la pista de hielo de la ciudad, resbalando desastrosamente como un cervatillo recién nacido mientras mis amigos se deslizaban por el hielo con la gracia de los bailarines.

Invierno. A esa Heaven le encantaba el invierno.

Movilizo todos los músculos de mi cuerpo para levantarme del sillón, en cuanto Jan me llama para decirme que está afuera. Tomo mi pequeña mochila negra con un estampado extraño de una ciudad, tomo el ascensor luego de cerrar el departamento. El auto de Jan está en el estacionamiento. Subo al auto suponiendo que algo me sorprenderá pronto, y el chico me saludará con una amplia sonrisa, insertando una curiosidad inusual sobre películas de culto entre líneas o artistas famosos. Aunque en todo momento estoy dispuesta a sorprenderme, mis cejas se alzan y mi cuerpo queda paralizado en cuanto lo veo.

Jan Sawyer está sentado en la posición más cómoda que podría haber estado, sostenido una bolsa de hielo en la zona de su mandíbula y podría jurar que sus ojos se ven llorosos. Lo miro en silencio, mientras me acomodo en el lugar del copiloto y al mismo tiempo quito despacio la bolsa de hielo de su mandíbula. Analizo cada detalle de su rostro magullado, luce como si hubiera recibido varios golpes. Hay tantas palabras presionadas contra mi lengua que no puedo juntarlas lógicamente. Lo observo verme de reojo con los labios entreabiertos, esperando a que se forme alguna palabra.

—¿Qué hiciste, Jan? —espeto después de un rato, negando con la cabeza, pero sin dejar de mirarlo.

—Algo bastante estúpido, pero realmente no me arrepiento —explica, sonriendo para tranquilizarme—. Sé que me veo terriblemente mal.

Colores Primarios ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora