18. Verano (Interminable).

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Heaven Cowan

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Heaven Cowan.


El verano comenzó.

El verano ha comenzado seco y, sin embargo, las plazas de la ciudad han recibido el cuidado que requieren mientras están vacías. Ni una mancha a la vista. Ni siquiera del mordaz escrito sobre sus habitantes. Cuando pongo un pie en una plaza solo para cruzar por ella, me pregunto qué podría hacer por ella estando allí, mentalmente me pregunto si mis lágrimas darían vida a las briznas de hierba.

Ignoro el pensamiento cuando la plaza queda atrás y estoy más cerca del blu-ray del padre de Agni.

Llevo unas semanas trabajando junto a él, Santino. Estar en un mostrador, pasar un trapero antes de cerrar, y reponer artículos es un trabajo relajado, no lidio con demasiado; ancianos ocasionales entran en la tienda y en su mayoría es para evitar el frio del aire exterior, aunque ya no entran demasiado porque el sol se ve más reluciente, de vez en cuando vienen personas adultas buscando una película de ciencia ficción, vienen chicas en grupo buscando la película más cursi y romántica disponible o la más sangrienta y otras veces vienen Bay, Agni y Jan a traer cena para mí y Santino.

Estoy apoyada contra una de las estanterías cuando Santino sale de la habitación trasera de la tienda, sus caderas se balancean al ritmo de una canción que desconozco, con unos mechones de cabello blanco y ojos tan azules como el océano en un día de verano. Santino tiene una risa que puede llenar una habitación al instante y una voz que solo conoce un volumen demasiado fuerte. No necesitaría un micrófono si estuviéramos tratando de entablar una conversación en una habitación con mil personas levantando la voz.

—¿Qué haces aquí, Ángel? —Santino levanta la cabeza, la curiosidad se encuentra entretejida en la curva de sus ojos arrugados—, hoy es viernes, no trabajas hasta el lunes.

—Señor ...

—¿Qué te dije sobre llamarme "Señor"?

—Santino —me corrijo, comenzando de nuevo y deslizando en mis manos el dinero de más dentro de un sobre que me dio hace unos días—, no vine por dos días al trabajo esta semana y no es justo que me pague por días extra, vengo a cubrir esos días.

—¿Por qué no te los quedas ahora? Eres la más joven trabajando aquí prácticamente por muy poco —insiste Santino, con una generosa sonrisa—. Llévate a cenar a un amigo o algo así —bromea, haciéndome reír—. Siempre puedes poner algunas horas extras más tarde, tómalo como un regalo de cumpleaños atrasado. Ve a casa.

Sonrío dulcemente y asiento. El padre de Agni ha sido la figura paterna que me ha hecho falta el último tiempo, y no quiero aprovechar su dinero de forma incorrecta. Lo que se me paga es lo suficiente para darle a mi abuela y le de cuidados básicos a Ben, la otra parte del dinero se lo doy a Agni para que cubra algunos gastos del departamento, y lo que sobra lo uso apenas para comer en lugares baratos. Le doy un mal uso al dinero si tengo demasiado, compro sustancias que me deterioran por completo y me convierten en veneno, sin embargo con los gastos que incluí para darles prioridad me siento más libre de aquello, la comodidad de mi mejor amigo y mi hermano valen más que alcohol, cigarrillos, cocaína y frascos y bolsitas de pastillas.

Colores Primarios ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora