"Yo Soy..."

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El lugar era oscuro, muy, muy oscuro. Al solo llegar a la puerta del gran espacio se podía presenciar la frialdad de las paredes, en los ruidos de los pasillos largos se oían murmullos, quejas, algunas risas un tanto maliciosas, otros con llantos apenados y otros simplemente en silencios estáticos.

Nadie. Absolutamente nadie le gustaría estar ahí, pero había un misterio, las personas que se encontraban en ese sitio no sabían que estaban encadenadas. Era como si un velo tapaba su entendimiento.

A lo largo del día los individuos que moraban en ese lugar, recibían cartas, el principal mensaje que todos sin faltar ninguno leían, decía:

"Ven a mí, por favor, me duele verte sufrir, acércate y te daré libertad sin ningún precio que pagar"

Pero como siempre, todos lo ignoraban. Lo que sucedía es que ellos no conocían la palabra amor ni la felicidad, mucho menos la paz. Para ellos la vida se basaba en cuatro paredes agrietadas, los estruendosos casi inaudibles sonidos de las gotas chocando con el suelo extremadamente sucio y lleno de larvas y ratas.

Según ellos, la vida era solo una y había que disfrutarla y la manera de hacerlo era haciendo lo que más le daban la gana, sin entender que ahí en la cárcel se encontraban.

Los prisioneros no recibían visitas de familiares, ni seres queridos, vuelvo y repito, nadie le agradaba ese lugar, así que los cientos y cientos de individuos tenían que vivir solos lleno de mucho frío, aunque eso no fue para lo que vinieron a este mundo, por esa razón Él que los creo seguía insistiendo de demostrarle su infinito amor.

"¿Hasta cuando seguirás comiendo de las migajas y andarás con andradajos? Un vestido limpio y un banquete te espera, solo clama a mí y ahí estaré"

Él único que podía darles la libertad seguía insistiendo en darle otra oportunidad a pesar de que cada uno de los que recibían la carta la rompían.

Un día Aquel se canso, y decidió venir a allí... Decidió entrar en la cárcel por amor.

Sus pasos se oían por el frío y oscuro pasillo, extrañamente ese día no se escuchaba absolutamente nada, ni si quiera un suspiro, tal parece que los individuos se habían escondido.

Este entro en una habitación llena de mucho moho, bichos y mal olor, en el medio de la sala se hallaba una mesa redonda, de un lado una silla, del otro muchas.

Ansioso por ver a parte de sus creaciones, sin mencionar que eran sus favoritas pues las hizo a su semejanza, espero y espero. Esa misma mañana había hecho una invitación la cual decía:

"He decidido visitarte hoy, si deseas vida ven a mí y la hallarás, solo no temas, mi presencia no se irá hasta que vengas"

Aquel seguía esperando, en ningún momento mostró impaciencia, hasta que después de horas, aparecieron seis sujetos, ellos no fueron para oír lo que Aquel les iba a decir, más bien lo hicieron para molestarle y tentarle.

Tres hombres, tres mujeres. Seis cárceles, seis nombres, seis antecedentes diferentes, seis condenas, pero una sola salida.

Estos resonaron las sillas sin ninguna delicadeza, todos observaban a Aquel que les respondía con una sonrisa.

Después de minutos una guerra de miradas se desato seis contra uno, un silencio los invadió.

- ¿Que no vas a hablar? -Escupio un hombre de cuarenta con mirada fría y unas cicatrices en su rostro-. Dinos Don perfecto, ¿Quien eres y porque nos insistes tanto en conocerte?

-Si, ¿Quién eres? -Empezaron a exclamar todos con odiosidad, sin embargo la tranquilidad de Aquel parecía inmutable.

- Yo Soy.

MIND (COMPLETED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora