XXXIX. Las heridas nunca sanan

207 44 3
                                    

—Yo me encargo, Malik. Tengo un imán que atrae a este tipo de cerdos — me ofrecí. 

—No puedes cometer ningún error y tampoco vayas a confiarte. Él está armado y tiene a alguien cubriéndolo. 

—Disfrutemos de la noche y olvidemos a ese viejo. En menos de lo que canta un gallo, esa rata dejará de existir — añadió Leonel.

—¿Te sientes bien, princesa? Si no te estás sintiendo aún bien, podemos irnos.

—¿Por qué no vienen con nosotros al viaje? Tal vez el aire fresco, el salitre y el vaivén de las olas te ayuden a relajarte— les sugerí.

—No, gracias. Todo está bien, solo tengo un malestar en el estómago. Ya se me pasará.

—Reunámonos otro día. Llevaré a mi esposa a la casa.

—Creo que nuestra presencia no le agrada. Hemos sido lo más amable posible contigo. Malik es testigo de que no somos así con todo el mundo, pero dado el caso de que eres su esposa, te consideramos parte de nuestra familia. Digamos algo así como una cuñada. ¿Por qué no nos das la oportunidad de llevarnos bien? — cuestionó Leonel.

—No la presiones, idiota. En estos casos hay que respetar y darle tiempo. Luego poco a poco nos ganamos su confianza. Ella tiene toda la razón del mundo para sentirse insegura e intranquila. No todos son o piensan igual que nosotros. Llévala contigo, Malik. Ahora que está embarazada no puede estar expuesta a malos ratos. 

Malik fue el único que se despidió de nosotros, ella se veía muy tensa. Aunque decidimos cenar los dos, Leonel se notaba pensativo, aunque no quise indagar sobre lo que me sucedía. ¿A mí qué me importa lo que le pase?

Nuestro viaje en el yate se vio suspendido por la inesperada llamada de Malik. Maldición, era la oportunidad perfecta de estar a solas con él y así cobrarle con creces todo lo que me hizo. Regresamos a la villa y tal parece que ellos aún no habían llegado. Aunque traté de bajarme del auto, Leonel me agarró por detrás de mi cuello y me atrajo hacia él. Mis labios se vieron apresados por los suyos y me debilitaron al nivel de que me dejé llevar por el momento. El chofer se bajó del auto para darnos privacidad y fue lo mejor que pudo haber hecho. Leonel no parecía importarle nada a nuestro alrededor, solamente besaba y succionaba mi cuello, dando leves mordiscos capaces de nublar mis pensamientos. No sé si era por la nota que tenía, pero se sentía mejor que nunca. Su mano se adentró por debajo de mi traje, subiendo descaradamente hacia mi entrepierna y frotando suavemente esa parte que tan sensible se encontraba. El acto se vio interrumpido por la llegada de Malik, pues se estacionaron justo al lado de nuestro auto. 

—Maldita sea — refunfuñó. 

—Lo mejor será bajarnos — me bajé del auto, arreglándome el traje y dejando caer mi cabello hacia al frente para que no se notaran mucho sus chupetones. 

Samantha se me quedó viendo y sonreí. 

—¿Y esa mirada, picarona? 

—No es nada. Lo siento mucho.

—¿Creerías si te digo que de camino me ha saltado un vampiro encima? — me burlé. 

—Claro que le creo.

—El destino nos ha vuelto a juntar. Eres tan linda que solo siento ganas de apretar esos dos cachetes que tienes.

—Compórtate, Sara — me pidió Malik—. Quiero que te quedes con ella mientras hago una vuelta.

—Cuenta con eso. 

Se alejaron por unos minutos, parecían tener una interesante conversación. Malik me dejó a solas con ella mientras se encargaba del sujeto que trajo amarrado. Leonel fue a ayudarlo, así que no tenía razón para inmescuirme en sus asuntos. Invité a Samantha a entrar a la casa y ella parecía maravillada. Nos sentamos en el sofá y me quedé viéndola fijamente.                                                                      

Desde Las Sombras [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora