XXVI. SUBASTA

227 50 5
                                    

Dimos una ronda por la propiedad y nos encontramos con unos vagones en donde se ocultaban unos submarinos. En su mayoría se veían deteriorados y sucios.

—¿Submarinos?  

—Así es.

—¿Quién diría que todo esto se estaba perdiendo aquí? ¿Sabes si aún funcionan?

—No lo sé, pero eso es lo de menos. Cada uno tiene 9 metros de eslora, tres de manga y tres de calado. Estamos hablando de aproximadamente dos toneladas en cada uno.

—Por lo visto estás bien al tanto de todo. ¿Por qué no has operado desde aquí?

—Este lugar es tuyo, mamacita. Eres tú quien decide qué hacer o no hacer. Puedo mandarlos a revisar. Esta ubicación es muy estratégica y le podrías sacar buen provecho a lo que te dejó tu padre.

—Al fin concuerdo contigo en algo.

—No será en lo único, mami.

Se nota que la casa no ha estado habitada por nadie en mucho tiempo. Esta isla se ha vuelto mi prioridad ahora. Debo hablar con mi madre para contarle sobre esto. 

—Quiero que me acompañes a una subasta esta noche.

—¿Subasta? ¿Por qué tendría que acompañarte a alguna parte?

—Eres mi esposa. Además, esto te serviría para rodearte de personas importantes. Más que mi esposa eres también mi socia, así que tu deber es estar a mi lado.

—No creas que no me doy cuenta de tus intenciones. Pero bueno, dado el caso que tienes tanto interés de que este mujerón te acompañe y esto es algo que me conviene también a mí, estaré acompañándote.

El tiempo que paso con este idiota, se ha vuelto menos irritante. Mientras lo mantenga a raya, podré lograr mis objetivos.

Regresamos en la tarde a su villa, en busca de ropa y de bañarnos. Durante el viaje de vuelta estuve analizando la zona y todo se veía tranquilo. Buscaré la forma de traer a mi madre la próxima vez que vaya.

Quién diría que me encontraría cenando con este tipo y charlando como si fuéramos grandes amigos. Se ha vuelto muy fácil de manejar. Poco a poco estoy conociendo sus puntos débiles y eso es algo que me ayudará en un futuro.

Él estuvo resolviendo unos asuntos por teléfono antes de dirigirnos a un edificio de lo que aparentaba ser una galería. Por la cantidad de autos y movimiento, son muchas las personas que vienen a este tipo de eventos. El lugar por dentro se veía común y corriente. Cuadros y fotografías por doquier. Hubo un momento donde Leonel me atrajo a su lado poniendo su mano en mi cintura. Aunque planeaba apartarlo, un hombre nos buscó conversación. Noté que estaban hablando en clave y supe inmediatamente que había algo más en el ambiente. Nunca me dijo el tipo de subasta y no creo que él esté interesado en cuadros o fotografías.

Sabía que el muy desgraciado iba a tratar de presumir que está casado. Mucho había tardado. Nos guiaron a otra zona, un pasillo totalmente oscuro. Al final había cuatro puertas de colores, la más que resaltaba era el rojo, pero Leonel decidió que entraramos a la negra. Había una cantidad de personas aglomeradas y con máscaras muy extrañas. Solo unos pocos no tenían ninguna. Eran muchos autos afuera y en la galería no había tanta gente. Por dentro era como una especie de teatro, pues había una tarima con unas cortinas oscuras.

Seguí a Leonel a todas partes que iba, en donde me presentaba como su esposa. Se está aprovechando demasiado, pero no es el momento de caerle a golpes como quiero. Nada más de recordar lo que me hizo, me dan ganas de caerle encima. Esos hombres se creyeron el cuento de que estamos felizmente casados, hasta nos dijeron que hacíamos una pareja estupenda. Qué estupidez.

Nos sentamos en una mesa muy cerca a la tarima, la cual por lo visto estaba reservada para él. Nuestra conversación se vio interrumpida por el presentador que se asomó por la cortina. Él también estaba con una máscara, a diferencia de los demás, la suya tenía un dragón de ojos verdes en su mejilla. Su traje tenía el mismo tono de verde. Ese porte de hombre fuerte se ve a simple vista, sin necesidad de verlo desnudo. Últimamente me encuentro a puros machos con caóticos cuerpos. Todas las luces y las miradas lo siguieron a él. Su voz se oía distorsionada, pese a eso, no podía dejar de analizar cada prenda que tenía. Hasta su trasero parece de mujer por lo apretado que se ve en ese pantalón. Probablemente si se quita la máscara mi imaginación dejará de volar. Mejor que se quede con ella puesta. De lo que me estaba perdiendo por andar detrás de un lagartija disecada.

—¿Miraste suficiente? — la pregunta de Leonel me hizo acomodarme en la silla.

—Como regalo de bodas, ¿puedes regalarme una noche con ese presentador? — dije con evidente sarcasmo.

Mi pregunta le dibujó una sonrisa torcida en los labios.

—Por supuesto. ¿Con qué extremidad de su cuerpo te gustaría pasar la noche, mi Sarita? Solo dime, y tu papi la pondrá a tus pies.

—No me cabe duda — sonreí maliciosa.

Me parece muy divertida la expresión que hace cada vez que tiene celos.

Centramos la mirada en la tarima por el sonido de unos quejidos. Estaba entretenida molestando a Leonel, que no sé de dónde apareció una joven amarrada y amordazada. La arrastraron hasta llevarla al centro junto al presentador y hubo un bullicio a nuestro alrededor. Estaba en ropa interior y en su mirada se reflejaba el miedo. Sus ojos estaban llorosos, sus manos temblorosas y miraba alrededor, mientras forcejeaba con el collar que tenía alrededor de su cuello. Por su apariencia pareciera americana. No creo que tenga más de diecinueve años. Lo confirmé al instante, cuando el presentador dijo que tenía dieciocho años.

—Recién llegada. Una poderosa yegua de paso fino. Blanquita como la leche. Le veo un futuro muy prometedor — dijo Leonel, dejando escapar una descabellada risa—. Se nota que está nuevecita y sin estrenar. 

—La quiero.

—¿Qué?

—He dicho que la quiero.

—¿No me digas que mi mujer está sintiendo lástima por alguien?

—¿Qué pendejadas dices? ¿Por qué sentiría lástima de una tonta que se ha dejado atrapar tan fácilmente?

—Estoy para cumplir todos tus caprichos, mamacita, pero tengo interés de saber por qué la quieres.

—¿No fuiste tú quien me dijo que debía rodearme de personas confiables? La gratitud es lo que brinda fieles amistades.

—Y dicen que la mujer perfecta no existe, eso es porque no han conocido a la mía, carajo.

—Ahora que nos hemos asociado, debo buscar gente confiable para nuestros negocios. Y esa que está ahí puede servirme de mucho.

—Tus deseos son órdenes, mi diosa.

Desde Las Sombras [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora