IV. VENGANZA

422 53 6
                                    

Mantuvo el taller cerrado por estos dos días y no lo dejé volver a la casa con su mujer. Lo obligué a quedarse conmigo en el mismo taller, donde pudiera vigilarlo en todo momento. Decidió darle la excusa de que estaría quedándose con el hermano para ayudarle con los últimos toques de su boda. En este momento deben estar a punto de casarse y voy a permitir que lo hagan. La sorpresa les espera luego. Ahora lo importante era cuadrar todo adecuadamente, porque tenemos que preparar todo antes de que lleguen. 

—Te he notado muy nervioso. Espero no estés dudando de lo que harás. Es el momento de demostrarme la lealtad que me tienes. Tu hermano jugó con fuego y en pocas horas va a experimentar lo que es quemarse y arder en el. 

—No sé si pueda hacerlo. Hay otras maneras de solucionar las cosas, Sara. ¿Realmente quieres ensuciarte las manos con mi hermano? 

Una risa incontrolable se escapó de mí, aunque traté de controlarla. 

—Ay, cuñadito. Tú me ayudarás a que estas manos se mantengan limpias. Que yo recuerde, eres tú quien hará el trabajo sucio, no tengo de qué preocuparme. ¿O sí? — bajó la cabeza y sonreí—. No sientas lastima por tu hermano. A fin de cuentas, fue él mismo quien se buscó esto. Si no me hubiera engañado y robado por estos tres años, no tendría que llegar a estos extremos. A los traidores hay que exterminarlos porque son como una plaga; contaminan a todos a su alrededor y los condena. Ahora dime, ¿te has dejado contaminar también? 

—No, Sara. 

—Muy bien. Entonces deja de comportarte como un cobarde y demuestra de qué tamaño son esos cojones, cabrón. 

Asintió con la cabeza en repetidas ocasiones y se alejó a buscar el equipo. Lo tengo que tener bien vigilado, porque sé que puede echar mis planes a perder. Le entregué los cuatro frascos de escopolamina con sumo cuidado y sin entrar en contacto directo en la piel, luego de haberlos examinado. Debía cuidarme con los guantes. Teníamos todo preparado, pues es algo que planeamos con tiempo por la misma razón. Llegamos al local y nos estacionamos frente al local, me puse la gorra hacia al frente por si acaso. Hay pocas personas entrando y saliendo. 

—No te olvides del polvo mágico. Aunque solo al contacto puede afectarles, necesito que todos en la fiesta lo ingieran. Le aumentaremos la dosis por cinco, para que en menos de una hora, la fiesta comience. Le pondrás el polvito mágico a toda la comida, incluyendo el bizcocho, la mesa, la silla, en fin, en todas partes donde los novios vayan a estar. 

—Espera, dijiste que solo era a mi hermano. 

—En ningún momento dije que sería solo a él. Piensa en que no podemos dejar testigos. Esas personas que van a asistir, todas y cada una de ellas son unos traidores; comenzando por tu mamá. Todos los que estén de su parte, están en mi contra. 

—Si es así, entonces no lo haré. 

—Está bien, excluye a tu mamita. Ya encontrarás la forma de hacerlo. Eso sí, no te atrevas a decir algo fuera de lugar o tu mujer se puede ver seriamente afectada. Sería muy triste que la próxima vez que la veas sea con moscas en la boca, ¿verdad? 

—Te has convertido en un monstruo, Sara. 

—Solo soy una mujer inteligente, de buenas ideas y herramientas para ejecutarlas. ¿Qué estás esperando para bajarte? ¿Necesitas que te abra la puerta, cuñadito? 

Las personas que lo vean no van a sospechar de él, a menos que no disimule. Es por eso que voy a seguirlo, para asegurarme de que haga todo lo que le pedí. Esperé a que entrara por el área de la cocina, puesto a que la entrada queda justo detrás y cerca del auto. Observé a los cocineros llevándose las bandejas y Jacob se les fue detrás. Me oculté como pude con tal de no ser vista, al menos por él. Habíamos acordado que me quedaría en el auto y que me bajaría cuando los novios llegaran. Pasé por el pasillo entre las personas, quienes estaban apurados con llevar todo a la mesa y tener todo en orden. Visualicé a Jacob dándole una vuelta a la mesa, pero estaba tardando mucho en hacer el trabajo. Solo espero no se haya arrepentido o sufrirá las consecuencias. Al cabo de varios minutos en que solo miraba a todos lados, levantó la tapa de la bandeja para ponerle de los polvitos mágicos. Todo iba marchando como se supone, puesto a que a pesar de que le tomó tiempo por las personas que se acercaban a dejar más bandejas en la mesa, él continuó con lo acordado. Me mantuve a una distancia prudente, manteniendo un bajo perfil y vigilando a Jacob. No estoy vestida para la ocasión, pero si me pidieran invitación por alguna razón, la traje en el bolsillo. 

Miraba como el reloj seguía corriendo y corriendo. Cuando escuché las bocinas de los autos, supe que ya estaban llegando y que comenzarían a entrar, por lo que me escondí detrás de las cortinas, donde en poco tiempo ellos deberán sentarse, ya que son el centro de atención. No quería llamar mucho la atención, así que cogí el teléfono y le marqué a Jacob. 

—Tan pronto entren todos, cierra las puertas de la entrada. Debemos asegurarnos de que ninguna cabra se salga del corral. Usaremos la puerta de atrás para salir con tu mamá. 

—La sacaré ahora. 

—Todavía no o va a sospechar de ti y tu no quieres eso, ¿verdad? Ten paciencia y no dejes que toque nada, ya mismo tendrás tiempo de sacarla. Ahora bien, haz lo que te dije. No te olvides de que te estoy vigilando, no te atrevas a advertirle a nadie. 

—Ya me quedó claro, no tienes que seguir repitiendo lo mismo — colgó la llamada. 

Miré por un costado a los felices novios cogidos de la mano y esa opresión volvió a hacerse presente en mi pecho. Ni siquiera conmigo sonreía así. Todo lo que está en esta fiesta, debió ser comprado con el dinero que tanto sacrificio me costó. El resentimiento me estaba carcomiendo por dentro. Fui una estúpida por tres años y el hazme y reír de esos dos, pero ya no más. Me encargaré de ponerle un punto final a este teatro. 

Solo me dediqué a vigilarlos a todos, alimentando ese odio y furia en mi interior. Todos los recuerdos de lo que vivimos se cruzaban por mi mente y hacían que doliera el triple, pero no más de lo que ellos van a sentir. En mi amargura no podía escuchar nada a mi alrededor, incluso perdí la noción del tiempo, porque para mí todo se detuvo en mi cabeza. Sus sonrisas, sus manos entrelazadas, el anillo que llevaban en su dedo como muestra de su traición, era suficiente para mí, para sembrar de una buena vez cualquier sentimiento sano que pudiera tener hacia él y dejar que el odio fuera quien tomara ese lugar. 

Cada uno de los que allí estaba, poco a poco estaban experimentando los primeros síntomas, los mareos y la incontrolable sed; reacción lenta y silenciosa de esa droga tan magnífica. Los únicos que no habían sido afectados fueron los cocineros y las personas del local, es por eso que debía actuar rápido, antes de que pudieran llamar a la policía. Estaban tratando de socorrer a los invitados, pero no es como que puedan casi hablar. Entre más tiempo transcurra, menos pueden hacer y sus reacciones se volverán cada vez más lentas, hasta que no puedan moverse. 

De los felices y sonrientes novios no quedaba nada, solo una patética expresión de confusión y malestar. Noté que Jacob estaba tratando de sacar a su madre, parece que no esperaba que los síntomas fueran a mostrarse tan pronto. A decir verdad, tampoco creí que iba a ser así. 

El fuego se iba propagando tan rápido que le daba un intenso colorido al lugar. Aunque quería quedarme ahí a observar un poco más, decidí irme detrás de Jacob y su madre. El corre y corre de los empleados era tanto que solo buscaban socorrer a los invitados y no les dieron importancia a ninguno de nosotros tres. Los detuve justo en la cocina, ambos estaban asustados y la señora no quería irse sin ayudar a Arturo y a los demás. 

—Mamá, tienes que calmarte. La policía ya debe estar en camino. Nosotros tenemos que irnos de aquí. 

—No me voy a ir de aquí. No podemos dejar a tu hermano. Tenemos que ayudar a estas personas. 

—Esto es tu culpa. Dijiste que el efecto tardaría un poco — me reclamó. 

—¡¿Qué hace esta mujer aquí?! ¡¿Fuiste tú la causante de esto?! 

—No, fue esa persona que tienes justo al lado. 

Miró a Jacob y él trató de defenderse, pero no tuvo mucho tiempo de explicar, cuando saqué el arma de mi pantalón y sin encomendarme a nadie, le volé la cabeza frente a sus ojos a esa perra vieja que tantos dolores de cabeza me dio. Jacob no salía del impacto al ver que el cuerpo de ella cayó al suelo. 

—Me has ayudado mucho, cuñado. No sabes lo agradecida que estoy. Como me siento en deuda contigo, cumpliré la promesa de no hacerle nada a tu mujer. Me temo que nuestro camino se debe dividir aquí. Traición se paga con traición —  halé el gatillo y le disparé en la cabeza, debía asegurarme de que estuviera bien muerto. Además de que se había resignado tras ver el cuerpo de su madre, pero ahora podrá hacerle eternamente compañía en el infierno, junto con su nueva cuñada y su hermano. 

Intenté regresar a la sala donde estaban todos, pero todo iba siendo devorado por las llamas con tanta rapidez que no iba a arriesgar mi vida. Es una lástima que no pueda quedarme a ver más tiempo el espectáculo. No quiero que la policía me encuentre aquí.

Desde Las Sombras [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora