XXXIV. ENGAÑO

237 46 8
                                    

Visité varias clínicas con la esperanza de que alguien hiciera algo por mí, pero todos se negaron sin importar la gran suma de dinero que les ofrecí. Ese doctor no se equivocó. Nadie va a querer intervenir por lo avanzado que está el embarazo. 

Es que aún no lo entiendo. ¿Cómo es posible que haya quedado embarazada si nos hemos estado protegiendo? Además, ¿cómo no pude darme cuenta antes? ¿Cómo no presenté ningún síntoma que pudiera alertar de que algo no andaba bien? Mi cabeza está hecha un desmadre. 

No sé cuánto tiempo con exactitud tengo de embarazo, no sé en qué momento la bomba explote, pero no tengo más remedio que mantener distancia de Leonel mientras tanto. Con las tuercas que le falta a ese desquiciado, verá esto como un amarre eterno y no pienso darle luz verde a tenerme en sus manos. 

Me encontré con mi madre para atender unos asuntos y de paso ver cómo están las cosas por el área. Pensé que no iba a notar nada extraño, pues me puse ropa bastante desajustada para ocultarlo. 

—¿Has estado comiendo piedras, cabrona? Si sigues como vas, te conviene aprender a rodar para evitar que te madruguen. 

—Es la ansiedad, mamá. Pronto me pondré al día. 

—¿Por qué estás ansiosa? ¿Pasó algo? 

—¿Debe pasar algo para estar ansiosa? 

—Pues desde que llegaste has estado pensativa. ¿Qué está procesando tu cabeza? No soy estúpida, te conozco perfectamente. 

—No es nada, mamá. 

—Bueno, si no quieres contarme estás en todo tu derecho, pero al menos disimula un poco y así puedo ignorar tus cambios para que no me afecten. 

—Lo tendré en cuenta. 

Durante las horas de la noche, fui a encontrarme con Marcela y mis excompañeras. Quise irme aparte con Marcela a hablar sobre la situación. Tengo entendido que ella se ha realizado varios abortos. Tal vez ella pueda ayudarme dándome una solución a este problema. 

—Tan pronto nazca puedes darlo en adopción. Es la única opción que tienes. Aunque, considero que deberías tomar esa decisión luego de tenerlo y así estarás segura de lo que quieres hacer. Si realizas los trámites desde ahora con una familia, si después te retractas, no podrás revocarlo.  

—Creo que me quedaré aquí mientras paso todo esto. No quiero que Leonel se de cuenta o lo tendré encima. 

—¿Es de Leonel?

—Sí. No he estado con ningún otro hombre. 

—¿Sabes las consecuencias que puede traerte que no le digas nada a ese hombre? Se le nota que se babea por ti, y no creo que te pida salir de ese bebé. Es más, pienso que estarías firmando tu sentencia de muerte si llegan estos planes a sus oídos. Podrá ser un loco, como tú le llamas, pero algunos hombres lo que más desean es tener un hijo. ¿No has pensado en contarle y saber lo que piensa sobre esto? 

—Eso jamás. Primero muerta. 

—¿Realmente no sientes nada por ese hombre? 

—No.

—¿Estás segura? 

—¿Por qué haces tantas preguntas, Marcela? ¿Qué te traes? 

—Solo digo lo que observo, y es que desde que ese hombre apareció en tu vida, tus ojos han adquirido un brillo muy peculiar. Ni siquiera por aquel otro novio que tuviste te veías así. ¿No te has dado cuenta de lo mucho que has cambiado, Sara? Ese hielo que había en tu corazón, se ha ido derritiendo. 

—¿Qué pendejadas dices? 

—Ese hombre se nota que se desvive por ti. El día de la inauguración, ustedes estuvieron aquí. Lucían como una pareja de enamorados. Ese hombre te mira como cualquiera desearía que la miren; con admiración, lujuria y amor. En apariencia y forma de actuar es muy rudo, pero los ojos no mienten. Pero tú debes entender que, aunque seas una mujer fuerte e independiente, sigues siendo humana; sientes y padeces. Es totalmente normal sentir cosas, todos somos humanos. No permitas que el orgullo te haga infeliz. Más que nadie sabes que te veo como una hija y tal vez no soy el mejor ejemplo para ti, pero piensa bien lo que harás. 

—No necesito perder el tiempo sintiendo pendejadas, cuando puedo invertirlo en crear mi propio imperio. No todos deseamos lo mismo, Marcela. Yo no me conformo con tan poco. 

Necesitaba un momento a solas, poder pensar, relajarme, desaparecer. Estoy muy agotada y me duele mucho el vientre. 

¿Quién soy yo para prohibirle el derecho a la vida a este bebé? Incluso si no estoy preparada, este bebé merece algo mejor de lo que yo le pueda ofrecerle. 

Mi teléfono sonó con un número privado. Por lo regular no respondo ese tipo de llamadas, pero como estaban insistiendo, asumí que debía ser importante. 

—Te tengo un regalito que probablemente te va a gustar. 

Era la voz de una mujer, aunque no me suena conocida. 

—¿Quién habla? 

—Eso no importa. Te he dejado un sobre con información valiosa dentro de tu auto. 

—¿Piensas que voy a caer fácilmente en un truco tan barato? 

—Es sobre tu papá. Luego me agradeces — colgó la llamada. 

¿Mi papá? Acomodé mi arma por detrás de mí pantalón y fui hacia mi auto, tomando todas las debidas precauciones. Quise asegurarme de que no hubiera ningún dispositivo extraño. En el asiento del pasajero había un sobre amarillo y lo tomé en mis manos. Todo dentro de mí se revolvió con lo que estaba viendo. Eran fotos de mi padre desmembrado, donde se apreciaba más gente a su alrededor, como si fuera una especie de espectáculo, pero entre todos ellos, el único que reconocí fue Leonel. Parecía que estaban haciendo una barbacoa y celebrando. Sentí que me estrujaron el corazón. Mis ojos se llenaron de lágrimas, algo que hace mucho no experimentaba. Un fuerte nudo se formó en mi garganta, trayendo consigo el sabor amargo de los recuerdos. Me he estado acostando con el hombre que asesinó a mi padre y le he dado el privilegio de burlarse en mi cara. La traición siempre viene de dónde menos lo esperas, lo peor es que, aunque siempre quise mantenerme alerta, pasé desapercibido muchas cosas. He fallado a mis reglas, me he dejado engañar de nuevo por un hombre; por un maldito hombre. Una fuerte punzada se hizo presente en mi vientre y le di varios golpes al volante de la rabia y del mismo dolor.

—¡No quieras defender a ese maldito! 

Ese dolor solo se agudizaba a medida que pasaba el tiempo. Me dolía mucho, jamás había experimentado un dolor tan agudo como este. 

Desde Las Sombras [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora