XX. SORPRESA

272 51 5
                                    

Desde que llegué aquí, no he tomado, comido o tocado algo. Lo que es debe estar en este cuarto, tal vez en el aire. ¿Podría ser producto de esas velas? Si ese fuera el caso, ¿por qué a él no parece afectarle?

—¿Qué fue lo que me diste, cabrón?

—Un poco de tu propia medicina, mi Sarita. Te has pasado la vida envenenando a otros, pero jamás habías probado lo que se siente.

—¿Por qué tú no estás igual?

—Soy inmune a ese tipo de drogas. La habitación está repleta de ella y mientras la sigas aspirando, tu cuerpo se pondrá mucho más débil.

Llevé mi mano a la nariz y escuché su risa.

—Ya no tiene caso que tapes tu nariz. Más que nadie sabes que mientras esté en tu sistema, los síntomas no van a desaparecer como por arte de magia. Has sido muy cabrona toda tu vida, pero fíjate que eso es una de las tantas cosas que me enloquecen de ti. Ahora bien, camina despacio, no vayas a caerte.

¿Por qué mi cuerpo le está haciendo caso? ¿Qué demonios me ha dado? Aunque trato de evitar que mi cuerpo responda a sus mandatos, no puedo evitarlo. ¿Qué es lo que quiere hacer conmigo? ¿Cuáles son sus planes?

Con su ayuda entramos al baño y era el lugar más deslumbrante que la misma habitación. El baño estaba rodeado de diversas velas ya encendidas, el jacuzzi estaba repleto de pétalos de diversas rosas, la más que sobresaltaba eran las rojas. El agua tenía un color muy extraño, que no lograba descifrar lo que era. El aroma era muy fuerte, pero mi cuerpo se estaba relajando más de la cuenta, no sabría decir si es por la droga o por eso.

No pasó ni un solo instante sin que se aprovechara de la situación y desabotonara mi camisa, como también el abrigo. Su mirada recorrió mi cuerpo desnudo con descaro.

—Ay, mi Sarita hermosa. Creo que me he venido solo de verte.

—Esta humillación te la cobraré con creces.

—Te imaginé tantas veces desnuda, pero no hay comparación alguna — su mano recorrió mi cintura y contempló con detenimiento mi pecho y mucho más abajo de el, mordiendo y lamiendo sus labios —. Tus curvas son tan perfectas, tu piel es mucho más suave y tus partes son pura perfección.

He tenido muchos hombres, cada uno de ellos me ha visto desnuda, me han tocado y hecho de todo tipo de cosas, pero jamás había estado en una situación como esta, tan humillante y desesperante, donde no puedo ni siquiera levantar mis manos debido a la debilidad.

Guió mi cuerpo al jacuzzi y me hizo entrar en el. Miraba el agua, trataba de reconocer el aroma, pero no puedo descifrar el contenido. Derramó una especie de líquido sobre mi cabeza y cerré los ojos por temor a que me cayera en los ojos. ¿Es que acaso me va a encender en fuego? Traté de abrir un solo ojo para mirar lo que estaba haciendo. Subió las mangas de su camisa a sus codos, seguido a eso se fue a mi espalda.

—¿Qué crees que haces?

—Lavar tu cuerpo. Hueles a jabón barato.

—No te atrevas a tocarme.

—¿Cómo podría desperdiciar esta oportunidad? — derramó agua por encima de mi cabeza y todo mi cabello se humedeció.

Frotaba la yema de sus dedos en mi cabeza de manera que me sentía relajada. Esta no soy yo. Jamás podría sentirme bien de algo así. Escuché que murmuraba algo, pero su voz era casi inaudible. No sé qué estaba diciendo, tampoco creo que estuviera hablando conmigo. Enjuagó mi cabello, mientras que poco a poco sus manos iban descendiendo hacia mis hombros y espalda. Mi cuerpo se ha vuelto sensible de repente.

—Ay, bizcochito. Sí que sabes elevar mi temperatura rápidamente.

No tolero que un hombre sea quien tenga el control sobre mí. Es frustrante no poder molerlo a golpes como quisiera.

—¿Tus planes son violarme? Pues date prisa de una vez y termina con esto.

—No pienso violarte, mi Sarita. Tu cuerpo tarde o temprano será mío, pero será por la buena y porque tú así lo quieras. Mientras tanto, no pienso desperdiciar la oportunidad de oírte y sentir tu cuerpo temblar por mis caricias — presionó mis senos entre sus manos y los frotó suavemente.

Escuchaba su respiración agitada cerca de mi oído y mordí mi labio inferior.

—Eres un cerdo.

—¿Estás consciente de que tus temblores no están relacionados a la droga? Es solo que entre más relajada estes, más honesto se vuelve tu cuerpo. Te acostumbraste tanto a estar cerca de hombres, que crees que eres uno de nosotros, pero no puedes olvidar que eres una mujer y tu cuerpo necesita de estas atenciones — su mano derecha descendió más abajo de mi ombligo y presioné débilmente mis piernas—. Has aprisionado mi mano entre tus piernas. ¿Tanto así deseas que este ser repugnante, cobarde y horrible, se adueñe de tus partes? — su beso en mi cuello provocó espasmos en toda esa zona—. ¿Quién diría que por fin iba a llegar el momento de tenerte? Creo que no he conocido una droga más fuerte que tú cuerpo y el dulce sabor de tu piel — suspiró profundamente y se levantó —. Terminemos con tu baño de una — sus mejillas se veían rojas, no sé si era debido al mismo calor que hace.

Se concentró exclusivamente en lavar mi cuerpo. La humillación era tanta, que no podía siquiera mirarlo. Tan pronto secó mi cuerpo, regresamos a la habitación, en donde sacó un traje blanco de tela fina con encajes en ambos hombros.

—¿Qué crees que haces?

—No importa el color de la ropa, todo lo que te pongas se verá increíble en ti.

Maldición, mis piernas flaquean por nada. Si trato de ir a la puerta, las probabilidades de no conseguirlo serían muy altas. Mis manos las puedo mover un poco, pero no levantarlas. Se sienten pesadas. Por esa misma razón fue él quien me puso el traje. No tenía nada debajo, ni siquiera se tomó la molestia de traer ropa interior. Probablemente lo hizo intencionalmente. Tendió mi cuerpo en la cama y cuando creí que las cosas no podrían ser peor, sacó unas esposas de la nada y las puso en la cabecera de la cama y alrededor de mi muñeca.

—Solo necesitarás una sola mano. 

—¿Qué demonios haces? ¿Por qué me amarras?

—Es una sorpresa. No te desesperes.

Y sí, ahí estaba yo, recostada en la cama, amarrada con un desquiciado que no dejaba de mirarme ni un solo instante. En el momento que tocaron la puerta, me colocó una mordaza en la boca y frotó sus manos rápidamente mientras reía como un mismísimo desgraciado.

—Adelante, Sr. Juez. Es un gusto tenerlo por aquí. No me gusta que me hagan esperar, pero como estoy de buen humor, lo pasaré por alto.

Un señor entró a la habitación con una máscara de gas puesta. Verdaderamente no se veía su rostro, pero traía consigo un maletín oscuro. ¿Qué demonios? 

—Mira nada más quién ha llegado a sellar nuestro amor como corresponde, bizcochito.

No podía hablar por la mordaza que tenía puesta y estaba claro que él estaba consciente de eso, por eso sonreía. Mataré a este maldito.

—Disculpa a mi mujer, pero la emoción le ha robado las palabras de la boca. ¿Qué no es una chulería mi prometida? Póngase cómodo y comencemos de una vez que para luego es tarde— se sentó en el borde de la cama y removió mi cabello por detrás de mí oreja—. Mamacita rica, hoy por fin, luego de haberme hecho esperar tanto, serás oficialmente mi esposa; Sara Quitana, alías mi diosa.

Desde Las Sombras [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora