c a p í t u l o t r e s

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Emilio bajo de su automóvil colocando sobre su hombro su mano que sostenía los ganchos donde estaba un traje perfectamente colgado, subió al elevador no sin antes saludar al recepcionista. Al llegar al piso indicado toco la puerta correspondiente, esperando unos segundos antes de que fuera abierta por un castaño adormilado, con rizos alborotados, causándole una sonrisa por lo tierno que se veía.

— ¿Qué haces aquí? —intrigó el beta frunciendo su ceño, mientas intentaba por lo menos acomodar un poco sus rizos— Se supone que hoy no debo trabajar porque iremos a la fiesta —agregó sentándose en el sofá de su departamento.

— No vine como tal por trabajo —comentó el rizado entrando al departamento y cerrando la puerta— Te compré algo para que lo uses esta noche —dejo caer el traje sobre el sofá.

Inevitablemente Joaquín soltó un grito de emoción cuando vio que se trataba del último traje de la colección de su diseñador favorito.

— Tómalo cómo mi disculpa por lo que dije hace unos días —dijo el alfa, mintiendo ya que en realidad lo compró porque en cuanto lo vio pensó en lo hermoso que le quedaría, haciéndolo comprarlo tanto para vérselo puesto como para ver aquella sonrisa de felicidad— Sé que lograrás combinarlo de manera extraordinaria y darle tu toque —afirmó ya que sabía el gran estilo que tiene.

— No era necesario, pero gracias por comprarlo —murmuró el castaño lanzándose a sacarlo del empaque sonriendo ampliamente — Está hermoso, ya me estoy imaginando muchas formas de usarlo —admitió.

— Úsalo esta noche como más te guste —mencionó Emilio, a lo que el beta asintió— Debo irme, solo vine a dejarte el traje.

— Quédate por lo menos a desayunar, no te robarán tu auto, es un lugar humilde solamente —pidió tras gustar el traje— Por favor —suplicó.

— Está bien —aceptó el rizado, no podía negarse cuando ponía un rostro tan tierno— Y no tengo miedo que me roben mi auto solo no quería incomodar, aunque sigo sin entender por qué vives aquí cuando puedes pagar un departamento el triple de grande y comprar un auto.

— Me gusta mi departamento y odio manejar, así que deja de criticar como vivo y ayúdame a preparar el desayuno —comentó Joaquín desde la cocina, a lo que el mayor aceptó no sin antes dedicarle una mala mirada, se supone que no invito a desayunar más no a hacer el desayuno.

Horas después y tras un desayuno que pasó casi en completo silencio, el alfa fue al bufet de abogados pues a pesar de que le dieron el día tenía unos pendientes que realmente necesitaba atender, sin embargo no fue sin decirle al castaño que pasaría por él a las siete.

Más tarde Joaquín recibió una llamada de Javier, diciéndole que de último minuto lo habían invitado a la reunión que si podían ir juntos porque no conocía a nadie, a lo que le dijo que aceptaba, pero que mejor se vieran en la fiesta, pues pasarían por él.

Al llegar las siete, el beta se encontraba listo, vistiendo el traje que la acaban de regalar, con unos botines negros y una camisa semitransparente dándole un toque único. La puerta fue tocada, de inmediato abrió con una gran sonrisa.

A Emilio le fue imposible no mirar fijamente al castaño cuando lo vio, se veía tan bien, aquel traje se ajustaba a su fina silueta, remarcando la cintura de esté.

— ¿Nos vamos? —preguntó con una sonrisa.

— Por supuesto —aceptó saliendo de sus pensamientos, haciéndose a un lado para dejar que el contrario pasara adelante de él, para tomarlo de la cintura.

Joaquín se subió al asiento del copiloto, sin ayuda del alfa y no porque esté no quisiera abrirle la puerta sino porque lo miró mal para que no lo hiciera pues odia el que lo hagan pues lo hace sentir algo inútil.

No soy a quien necesitas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora