Después de lo que parecieron horas estaban de regreso en la mansión con el tiempo justo para prepararse para la cena. Era su primer evento como esposos en sociedad y aunque fuera una cena íntima, con los anfitriones y amigos más cercanos, no podía evitar sentir cierta aprensión sobre cómo actuar y qué decir entre personas de las que sabía poco o nada y que Gabriel tenía en tan buena estima.
Lucía, su doncella, le ayudó a colocarse el vestido azul real, un color que ciertamente le favorecía más que los tonos pastel que antes en su condición de soltera le correspondían, el reflejo le devolvía la imagen de una mujer completamente diferente a lo que acostumbraba, el vestido se amoldaba perfectamente a ella, haciendo destacar el azul de sus ojos y el rojo de su cabello, aunque debía admitir que desde que llegó a la mansión había aumentado ligeramente de peso, ciertamente debía adjuntarselo a la señora Fayse y sus deliciosos pies, también a la cocinera por sus guisados y puré verdaderamente exquisitos. En casa de su padre no se le permitía comer más de lo medianamente necesario, recordandole que ningún partido aceptable iba a tocar la puerta si subía de peso.
Dejo que Lucía ayudará con su peinado que consistia en un recogido discreto en la parte baja de su cabeza, dejando solo unos mechones rizados enmarcando su rostro. Le colocó un poco de colorete y polvo de arroz, de manera ligera, para darle ese aire sonrojado que le iba bastante bien a su piel pálida. El ritual de preparación podía ser largo, en especial recoger su cabello que aparte de ser abundante sus rizos lo hacía difícil de domar, ella estaba acostumbrada a hacerlo sola pues nunca contó con una doncella personal, como si lo hacía su madrastra, incluso su nana tenía prohibido ayudarla con los rituales de aseo, de cierta forma lo agradecía pues eso la había hecho una mujer independiente.
Los golpes en su puerta la hicieron sobresaltarse, Lucía se había retirado para traer una taza de té para ayudar con sus nervios y luego terminar de asegurar su peinado con un par de orquillas extra para que resistiera toda la noche. Había estado en cenas antes, en bailes multitudinarios, veladas musicales y eventos de la alta sociedad. Pero nunca lo había hecho como una mujer casada y eso aunque no cambiaba el tramité en demasia la ponía con los nervios de punta. Dio la voz permitiendole a su doncella ingresar sin pensarlo mucho abstraída en sus cavilaciones sin sentido.
La figura de su esposo, en un traje negro con chaleco gris y pañuelo de un azul similar al de su vestido le causó un vuelco en su estómago ya de por si bastante revuelto. Si algo no podía negar era que Gabriel Cavinish era un hombre sumamente atractivo, su mandíbula marcada y nariz recta y perfilada le daba un aspecto masculino a su rostro, sus labios ligeramente gruesos eran llamativos y bastante tentadores y sus ojos azul claro contrastaban exquisitamente con su cabello negro azabache. Una parte de ella le gustaba creer que se había vestido de esa forma para combinar con su vestido, pero la parte más racional de su persona la guiaba a pensar que era solo una causalidad.
-Vine a dejarle algo- dijo Gabriel alzando la voz en un carraspeo mal disimulado, ante el silencio tan aplastante que se había formado entre los dos mientras se inspeccionaban uno al otro.
Se acercó para poner una caja color negro en el tocador, permaneciendo tan cerca de ella que comenzaban a sudarle las manos bajo los guantes al sentir el calor emanar de su esposo. Abrió la caja con Gabriel siguiéndola con la mirada atento a su reacción. El contenido era un hermoso juego de plata y zafiros con pequeñas incustraciones de lo que creía eran diamantes, tan delicado y refinado que le costaba creer que fuera para ella.
-Es bellísimo- dijo conteniendo el aliento mientras admiraba la pieza algo insegura de tocarla -Se lo agradezco mucho milord.
-Gabriel, puede volver a llamarme por mi nombre, no tiene sentido que cuidemos los formalismos a menos no en casa- la corrigió tomando el collar con intención de ponerlo en su cuello.
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Escapando Al Amor [PAUSADA]
RandomBridgett nunca confió en la buena o mala suerte, siempre supo que las riendas de su destino reposaban únicamente en sus manos (o eso quería creer) por lo que cuando se ve al borde del abismo, decide huir, escapando no solo de un terrible matrimonio...