Escapando Al Amor [PAUSADA]

capítulo 2

En sus casi treinta años de vida Gabriel había sido tildado de muchas cosas: irresponsable, desconciderado, insensible, ruin, desleal, libertino, bastardo entre otros apelativos para nada agradables, su propio hermano lo había apartado de su vida cuando sin intención le había ganado la partida con una francesa de cascos ligeros viuda de un comerciante bastante acaudalado hacia casi cinco años, quizá era en la única área en la que le llevaba ventaja al inigualable Dominik Cavinish, pero con el corazón en la mano podría jurar que nunca pretendió meterse en la conquista del futuro duque, al contrario no tenía idea que su hermano iba detrás de la misma mujer. Comprendia que se hubiera molestado en ese momento -principalmente porque no estaba acostumarado a perder- Monique tenía tantas curvas que era capaz de perderse en toda su extravagancia, siempre pensó que era la mujer más bella que jamás había visto.

Hasta ese momento.

La dama en la alcoba a la que no le sabía ni el nombre con pocas palabras y un par de sonrisas lo tenía a sus pies listo para rendirle pleitesía día y noche, su piel blanca y lechosa, era la invitación más clara para ser tocada y adorada, sus labios naturalmente rosados y carnosos, lo llamaban a probarlos y ese cabello color fuego que seguramente se enrendaría con facilidad en sus dedos lo encandilaba.

-¿Qué debería hacer Meredith?- la escuchó preguntar mientras la observaba por la ranura de la puerta mal cerrada como un pervertido.

Su voz era algo a lo que podía acostumbrarse.

Entró a la habitación y ella guardo silencio de golpe dando un respingo asustada, su constante estado de alerta lo preocupaba pero no le parecía oportuno exteriorizar sus pensamientos con la señorita que mas bien parecía un animalito asustadizo, dispuesta a clavarle las uñas a la mínima muestra de peligro.

-Debería comer este caldo de pollo que amablemente le he traido y dejar de hablar sola sino desea que la tome por una paciente que escapó de Bedlam, encanto- dijo asutandola, logrando que un rubor se extendiera por sus mejillas y cuello.

Ella comenzó a comer en silencio, y él sin pedir permiso se sentó al pie de la cama para limpiarle la herida de su pie y curarla con algunos utensilios que consiguió con el posadero quien ya se había encargado de mandar a alguien a limpiar los cristales.

-¿Cómo se llama encanto?- preguntó haciendo círculos en el pie femenino que descansaba sobre sus muslos, haciendo que sus hombros tensos se relajaran un poco.

- Yo no debería...

-Es lo mínimo que merezco por las atenciones brindadas ¿No le parece?- la increpó sabiendo que difícilmente obtendria algo de ella.

-Milord, yo le conozco a usted y si otras fueran las circunstancias debería sentirme ofendida por su corta memoria, asistí al baile que organizó su madre la temporada pasada en honor al natalicio del duque de Rutland, y aunque en un evento tan grande es posible no llegar a coincidir, fuimos presentados, incluso me pidió un baile que nunca reclamó- explicó después de haberlo observado en silencio por lo que le pareció una eternidad.

Recordaba ese día y estuvo a punto de decirle que habían olvidado invitarlo al evento, el duque no lo quería cerca podía sentirlo en su mirada decepcionada y comentarios sobre su licenciosa vida, aunque si era justo nunca lo quiso como a un hijo, era un bastardo en todas las de ley, que debería estar agradecido por que la duquesa se apiadara de él y lo recibiera en su casa en contra de la voluntad de su padre. Únicamente estuvo ahí porque su hermano a última hora y de manera fortuita coincidió con él en Whithe's y le obligado a asistir, según su madre la invitación debía haberse extraviado en el correo aunque lo dudaba seriamente, ella siempre intento protegerlo de Lord Rutland, aunque no era lo suficientemente estúpido para no darse cuenta.