Cuando llegaron a la mansión de los Devereux los recibió un lugar más concurrido de lo que pensó en un inicio, había una fila de coches elegantes esperando a ingresar a la mansión, lo cual hablaba de mucho de la cantidad de comensales que estarían reunidos y cuan afluentes eran estos. Eso la tranquilizaba en el sentido que podría pasar desapercibida entre tantas personas y no se vería de alguna forma obligada a participar en la conversación durante la cena. Ella no era tímida en exceso pero nunca fue dada a la "conversación social" prefería guardarse sus opiniones para si misma, eso le traía menos problemas con su padre y se ahorraba el disgusto de tener que conversar sobre la decoración, el clima o temas triviales que no enriquecian su alma curiosa.
-No esperaba que estuviera tan concurrido- le confesó a su esposo mientras esperaban bajar del coche.
Él no le había despegado la vista en todo el camino manteniendo una discreta sonrisa en el rostro y una mirada pensativa. Ella tan nerviosa como estaba tanto por la cena como por su reciente acercamiento, no pudo decir nada y agradecía que él tampoco hubiese intentado iniciar una conversación en el corto camino hasta la mansión de los Devereux que fácilmente se hubiese podido realizar caminando. No sabía como siquiera iba a probar bocado si cada vez que su esposo la miraba su estómago se sentía tan revuelto que podía devolver el té que había tomado para inútilmente calmar los nervios.
-Debo confesar que yo tampoco, pero todo saldrá bien- respondió el inclinándose un poco para estar más cerca de ella, tomando uno de sus rizos entre sus dedos alargados.
-Es nuestra primera velada como esposos- carraspeó al sentir la mano de su esposo pasar su cabello a su mejilla sin despegarle la mirada azul claro un tanto más oscura de lo normal.
-Le aseguro nadie recordará a su esposo cuando vean lo hermosa que está en ese vestido- dicho esto unió sus labios en un beso sutil y suave, prolongando cada caricia y disfrutando el contacto íntimo que le trasmitia paz, diferente al frenesí que sintió más temprano.
Fueron interrumpidos por los golpes en la ventana anunciando su turno de bajar, el unió sus frentes por un segundo antes de ponerse en marcha, la hora de la verdad finamelmte había llegado. Los hicieron pasar a un salón preparado para recibir a los invitados amenizado por un cuarteto que tocaba música suave solo para llenar el ambiente. Ellos eran de los últimos en unirse a la velada algo que debía achacarle a Gabriel y su reciente cercanía y visita inesperada a su alcoba. Cuando ingresaron todas las miradas se dirigieron a ellos seguido de un silencio aplastante, que fue reemplazados por el barullo de las conversaciones y murmullos.
-Nos están viendo- le dijo a Gabriel mientras avanzaban recibiendo saludos que ellos correspondían con cortesía.
-La están viendo a usted- la corrigió llevándola a saludar a los anfitriones y sus hijos que estaban cerca de ellos.
El señor Devereux estaba junto a su esposa y su hija recién presentada en sociedad, Rose Devereux. La joven era a su gusto bastante agradable a la vista, con sus grandes ojos color miel, cabello castaño lacio y brillante, y su nariz respingada resaltaban dandole un aire sofisticado a su rostro que en definitiva era una versión más joven del de su madre. Las presentaciones se realizaron con la cortesía debida, la pajera y Rose le parecieron personas simpáticas, logrando que su inicial nerviosismo disminuyera.
-Es un verdadero honor que nos acompañen esta noche- dijo la anfitriona algo nerviosa, observándola de pies a cabeza con obvia sorpresa.
-Muchas gracias por la invitación- respondió ella cordial y una sonrisa en los labios.
A pesar que los señores Devereux no contaban con título, ni un apellido de intachable abolengo, en la velada estaban, Drake Lowelace, el marques de Worcerter, Michael Browning, el duque de Bedford, ambos amigos cercanos de su esposo. También se habían cruzado con el Conde de Spencer con el cual su esposo intercambio un escueto saludo y los Vizcondes de Somerset.
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Escapando Al Amor [PAUSADA]
De TodoBridgett nunca confió en la buena o mala suerte, siempre supo que las riendas de su destino reposaban únicamente en sus manos (o eso quería creer) por lo que cuando se ve al borde del abismo, decide huir, escapando no solo de un terrible matrimonio...