capítulo 5

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Bridgett miró a su esposo completamente avergonzada por la escena que acababa de montar frente a una buena parte de la población masculina de Londres que se dió cita en La casa de la fortuna esa noche para ver el espectáculo principal del cual ella formó parte. Pero a la vez estaba horrorosamente expectante, quería ver su reacción, sin dudar se había aventurado esa locura con el único objetivo llamar la atención de su esposo, siguiendo los consejos de los hijos de la señora Fayse, llevaban en la casa de Lord Cavanish lo suficiente para conocerlo más que ella, sabían el tipo de mujeres que su esposo prefería y ella estaba segura podía llegar a ser una de ellas, sensuales, atrevidas y despiertas a la vida.

Su plan inicial era únicamente esperarlo en el carruaje como sugirió Emmanuel Fayse, quería demostrarle que ella tenía coraje, que estaba dispuesta a acompañarlo hasta el fin del mundo, pero el gorila con acento extranjero casi la arrastró hasta la tarima cuando la curiosidad le ganó y quiso ver el interior del majestuoso club. Eso no significaba que dejaba de sentirse como una cualquiera y la actitud indignada de su esposo lo rectificaba. La había metido en el carruaje con prisa y sin emitir palabra alguna, manteniendo la mandíbula apretada y cruzando los brazos en cuanto estuvo sentado frente a ella.

Pero eso era mejor que la casa de su padre.

Intentó cubrir sin éxito su cuerpo a medio vestir mientras era examinada de arriba abajo por la mirada espesa de Gabriel, quien se mantenía sin expresión algúna en su rostro generalmente decorado con una mueca de hilaridad, desencanto con una pizca de picardía, sensualidad y algo más que ella quería deshilar, entrar en los pensamientos de su salvador requeria cercanía y por la esquiva actitud de Lord Gabriel Cavinish - que no se había dignado a visitarla ni una sola vez en casa de su tía y que en la boda no la había besado al declararlos marido y mujer-, estaba claro que la quería lejos de su espacio íntimo y por eso estaba ahí, en una búsqueda insensata por encontrar al Gabriel que la defendió en la posada, bailaria semidesnuda si era el precio a pagar -como acababa de hacer- le debía al hombre demasiado como para ponerse remilgosa.

-¿Se ha enojado milord?- preguntó esperando la reacción que no llegó inmediatamente, sino hasta unos minutos después en forma de una estridente carcajada a la que no pudo unirse pero que de cierta manera le quitaba un enorme peso de los hombros.

En sus veintiún años de vida nunca conoció a un hombre tan peculiar como el que tenía frente a ella, vestido como todo un par del Reino y con los modales y actitudes del hijo de un cantinero, sin sentido del decoro y aparentemente faltó de sentido común. No estaba en posición de quejarse y si era justa tampoco conocía demasiados caballeros de manera personal como para compararlo, tampoco disfruta de los formalismo y falsa cortesía a los que estaba de cierta forma acostumbrada, toda su vida se vió envuelta en una burbuja de opresión y apariencia, Gabriel era una ventisca fresca para su espíritu apagado.

Esa noche sintió la emoción y el miedo recorrer su cuerpo haciendo vibrar su ser. Los ojos de cada uno de los presentes se posó en ella, observandola como si fuera algo más que la invisible Bridgett Jones, la hizo sentirse inexplicablemente viva, aunque a decir verdad, esa persona ya no existía más. Lady Cavinish, era alguien totalmente nuevo, libre desde que puso un pie en su nueva casa y estuvo fuera del alcance de su padre, una carga pesada cayó de su cuerpo dejándola liviana en todos los sentidos: las ideas, el cuerpo, corazón y alma.

-¿Qué es lo divertido?- preguntó cruzandose de brazos mientras el carruaje daba pequeños saltitos por la irregularidad de las calles, entrando en el mismo juego que su señor esposo parecía disfrutar.

-Que usted crea que me he molestado encanto, vea que cuando le dije era libre de hacer lo que mejor le pareciera no imaginé que eso era bailar desnuda en un club para caballeros, no la juzgo encanto pero me hice una idea suya un tanto... diferente- habló por fin el Lord recorriendo por enésima vez su cuerpo embutido a duras penas en el diminuto vestuario, esta vez dejando salir esa sonrisa ladina que ya debía ser su marca consagrada.

Escapando Al Amor [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora