Gabriel Cavinish, estaba plenamente consciente que el día que tuviera que contraer nupcias llegaría -claro que él esperaba que fuera a los cuarenta y tantos, con una mujer que rompiera el molde de lo ordinario y quizá extranjera- Tarde o temprano debería traer al mundo un heredero a quien dejarle las posesiones que había adquirido con más esfuerzo del que podía admitir: inversiones en navíos que generaban una fuerte suma de dinero a sus arcas de manera periódicas, los cambios políticos y económicos que poco a poco comenzaban a tomar lugar habían beneficiado en gran manera pequeñas inversiones, la manera de producir en su tierra y distribucion de sus bienes comerciales. Su asociación con una empresa de vinos Italiana pertenecientes a los Devereux que gracias a las facilidades en materia de logística y prestigio habían decidido mudar su empresa a Inglaterra teniéndolo a él como uno de sus principales aliados. Pocas personas cerraban las puertas al hijo de un duque menos a uno con la suma de dinero correcta. En última instancia estaba el club de juegos al que había apostado más por una corazonada que por otra cosa.
Nunca ni en sus sueños más locos, y eso que no podía considerarse un hombre sensato cuando se trataba de faldas, se vio así mismo casado en una improvisada ceremonia en el jardín de Michael Browing, su amigo desde que ambos eran unos niños. Aunque si era justo no es como que se pudiera esperar mucho de alguien como él, su madre quizá le ricriminaria no haberla invitado a la boda, pero por el resto estaba seguro únicamente hubieran hecho acto de presencia para llenar las ansiosas lenguas viperinas con un nuevo cotilleo.
No podía mentirse diciendo que eso le afectaba en lo más mínimo, él era un tema tan desgastado que estaba seguro que nada de lo que hiciera podía sorprender ya a la susceptible sociedad inglesa, pero Bridgett, antes Jones, era un capítulo totalmente diferente, nunca la había oído siquiera mencionar, su nombre era impoluto, por supuesto hasta que el aviso de boda saliera en el periódico y entonces estaría en boca de todo Londres, manchada por él, Bridgett ahora Cavinish seria conocida como la esposa de Lucifer.
Pero no podían ser tan quisquilloso a este punto. Era mejor celebrar las grandes victorias, llegar a un acuerdo con el Baron de Berkeley fue relativamente fácil, le ofreció cinco mil libras a pagarse en un plazo de seis meses y perdonó la deuda de quince mil libras en la Casa de la fortuna, con la única condición que no podía acercarse a su esposa o a su club. Esta era su inversión más arriesgada y unos de sus más grandes aciertos, la casa de juegos tenía una ubicación privilegiada relativamente cerca de el Drury Lane lo que la volvió en cuestión de un par de meses en unos de los clubes más visitados por los caballeros en toda Inglaterra.
-¿Estás lista para irnos encanto?- le preguntó a su esposa que trataba de hacer encajar su cuerpo en ese vestido hecho a las medidas de su prima, apretandole el escote y dejando el espacio de su cintura algo holgado.
- Si milord- respondió su esposa algo ausente, quizá porque en la semana que su tía le ofreció hospedaje no tuvo la amabilidad de visitarla ni una tan sola vez y tampoco se había molestado en responder sus cartas.
Esa era una razon válida.
El camino se efectuo el sepulcral silencio, aunque la distancia entre Mayfair, lugar donde la imponente mansión de Michael Browing, mejor conocido como Lord Bedford, se postulaba como una de las más sobrias, y Regent's Street donde vivía rodeado de los nuevos ricos, no era precisamente dada para entablar una conversación lo suficientemente profunda para una pareja recién casada en donde ninguno sabía nada del otro.
El servicio los recibió con la cortesía correspondiente, serios e impolutos esperando que, la ahora señora de la casa, pusiera de cabeza el orden que habían mantenido hacia tres años cuando Gabriel adquirió la propiedad. Cuando se dice orden y se refiere a los domios del menor de los Cavinish quizá se cometa el pecado de malentender el término, en ningún momento podría ser sinónimo de ordinario o común, visto por los ojos de un extraño la casa era en resumen un completo desastre. Gabriel se había enterado que a la cocinera su esposo la maltrataba, por lo que le habia permitido traer a su hijo a vivir con ella en la mansión y el chiquillo de doce años, le agradecía rondando alrededor del señor de la casa día y noche intentando imitarlo en lo posible y estando a su servicio las veinticuatro horas si así lo deseaba, el mayordomo era -como la mayoría de mayordomos- un señor de aspecto quisquilloso a pesar de no tener una mano se manejaba con dignidad tal que parecia que atendía la casa de la reina Victoria y no la del Bastardo de los Duques de Rutland, una capa de polvo recubría la vajilla de oro y plata que él no se había preocupado por estrenar, en cuanto al jardín la tarea de su cuidado estaba a cargo de los hijos del ama de llaves que tenían nula experiencia en la materia (al igual que su madre) por lo que el área estaba descuidada - no a propósito- y deslucida ¡Y que decir de los mozos de cuadra! Uno de ellos era para sorpresa de cualquiera una mujer, experta en todo lo referente a caballos y su cuidado y si se le seguía viendo en definitiva iba a toparse cada vez con más detalles que se ocultaban a primera vista detrás de la sonrisas complacientes del servicio más fiel que cualquiera pudiera perminitirse.
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Escapando Al Amor [PAUSADA]
RandomBridgett nunca confió en la buena o mala suerte, siempre supo que las riendas de su destino reposaban únicamente en sus manos (o eso quería creer) por lo que cuando se ve al borde del abismo, decide huir, escapando no solo de un terrible matrimonio...