capítulo 8

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Sabía que dejarse llevar por una idea de Drake Lowelace, no era precisamente muy acertado de su parte. Pero no había marcha atrás, las cartas estaban servidas y él no era de los que se retiraban o cambiaba de opinión tan fácilmente.

Ademas, si se permitía un momento se sinceridad, necesitaba salir de su casa  y La Casa de la Fortuna era más trabajo que entretenimiento, por lo que no contaba como una verdadera opción de escape más que dejarse llevar por su amigo.

- Con esa cara creería que vamos a un baile de Lady Richmond y no a una fiesta clandestina- se burló Drake Lowelace antes de colocarse el antifaz requerido para ingresar a la mansión a las afueras de Drury Lane.

Mentiría si dijera que no conocía esos ambientes ni como moverse en ellos, podía considerarse un experto en la materia y la anfitriona tenía especial fijación por él, las malas lenguas rumoraban que la viuda era maltratada por su marido -antes de morir claro- por lo que mientras el agonizaba ella comenzó a dar esas estrafalarias fiestas, celebrando al fin liberación y luego la tradición continuó hasta convertirse en una forma de vida. Aunque claro esas eran especulaciones que nadie podía afirmar y que el prefería no creer.

- Estoy un poco fuera de forma hace mucho que no participó en un evento parecido- quizá estaba dramatizando más de lo necesario, pero entre La Casa de la Fortuna, sus negocios y la boda su vida social se reducía a Drake Lowelace, los Devereux y Michael Browning. Este último había estado un poco ausente por el debut de su hermana en sociedad.

-La vida de casado te está cambiando, si tu esposa puede enredarse con tu hermano como aseguras, tu puedes divertirte un poco.

No respondió y se limitó a descender del carruaje intentando liberar la tensión que las últimas palabras de su amigo le causaron al instante, se sentía casi insano pensar reiteradamente en la pelirroja que dormía en su casa pero no había forma de sacarla de su cabeza, era como si estuviera atado a ella, quizá era el desprecio al sentirse traicionado, de todos los hombre en Londres tenía que elegir al perfecto Dominik.

-Parece que alguien decidió regresar- ronroneo una voz cerca de su oído, sabía que no tardaría en acercase la mujer tenía un sexto sentido para encontrarlo siempre.

Volteó a sabiendas que Lowelace había desaparecido detrás de la primera falda que encontró, y ahí habían suficientes como para que el marques se entretuviera una semana. La mujer como siempre lo miraba de arriba a abajo de manera lujuriosa y sin preocuparse en ocultarlo. Iba vestida  con un vestido carmesí con un escote bastante pronunciado y una máscara a juego que escondían a la perfección sus ojos color verde, no podía negar que la mujer era una belleza y él mejor que nadie podía constatar que todo debajo del vestido estaba en su lugar.

-¿Porque no nos ahorramos el drama y vamos a la habitación?- preguntó dando un paso al frente relamiendose los labios, dejando salir el libertino que llevaba dormido dentro.

- Me gustan los hombres decididos- río la mujer tomando dos copas de una bandeja y ofreciendosela.

No se negó, ingirió el líquido se golpe, dejándo que le quemara la garganta y que su burbujeante sabor hiciera efecto, quería dejar de pensar, esa noche sólo queria sentir, ser el libertino sin escrúpulos del que todos hablaban.

-Alguien está necesitado esta noche- volvió a ronronear la mujer antes de soltar una risa sofisticada y que de alguna forma denotaba su experiencia en ese juego de seducción, pero contrario a lo esperado ese gesto solo lo molesto y lo hizo desear dar media vuelta.

-No estoy necesitado- contestó en un gruñido a la defensiva.

-¿La nueva señora Cavanish no es buena en la cama?- la pulla le parecía por demás innecesaria y todo aquello cada vez perdía más sentido.

Escapando Al Amor [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora