Día 3

1.5K 120 3
                                    


Una torrencial lluvia azotaba la ciudad con brisas tan potentes que era imposible caminar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una torrencial lluvia azotaba la ciudad con brisas tan potentes que era imposible caminar. Sophie agradeció haber salido antes, aunque no sabía si Kev tendría la misma suerte. Había llegado, como el día anterior, media hora antes, pero el no había llegado. En dado caso, Kev tendría diez minutos para llegar a la hora acordada. Sophie no tenia idea de como al ser tan temprano podía caer tanta agua aunque no podía hacer mucho. Quería creer que Kev llegaría justo a la hora, sin embargo si no lo hacia no le molestaría, solo ella contó con suerte en dado caso.

Sus pesimistas pensamientos se fueron cuando vio la puerta abrirse y un mojado actor sacudirse. Parecía haberse bañado bajo la lluvia. Aunque la presencia del paraguas la hacían cuestionarse esa posibilidad. Kev observó el lugar encontrándose con la mirada de Sophie, quien lo saludó en la distancia. Se acercó a la barra pidió un club house, un café cargado y caminó hacia ella.

—Vaya día —esbozó una vez frente a ella— ¿Tambien te agarró la lluvia?
—No, pude salir antes —murmuró—. Sabes, no me hubiera enojado si no venias, el clima está de locos —resopló viendo por la ventana.
—Yo si me hubiera molestado si no venía —comentó. Ella lo miró complacida, pues la verdad estaba de su lado, pero los sentimientos al lado de él—. En todo caso, ya estamos aqui¿has desayunado?
—Si, lo siento. —Él negó.
—¿Gustas de algo?
—Un capuchino ¿quizás?
—Suena bien.

Mientras las personas se agrupaban dentro del local en busca de un techo con el cual cubrirse, Sophie y Kev dejaron de pertenecerle al mundo. Kev hablaba de su vida con la tranquilidad con la cual le hablas a un amigo de años y, aunque no era así, Sophie resultaba ser tan atenta cono una buena amiga. Kev sabía que se había encontrado con una verdadera joya, no solo como mujer, sino como persona. Ryer siguió el relato con la ultima década cuando tras perder a su hijo, pierde igualmente a su esposa. Sophie no desconoce del sentimiento. Entiende las emociones que lo aquejan la sensación que lo embarga y el nudo en su garganta.

Toma de su mano sin dejar de verlo con el ceño fruncido y el dolor calandola por igual. Nunca antes había conocido tanto dolor en la voz de un hombre, nunca antes había escuchado una vida tan triste como la de Kev Ryer, pero a pesar de ello, Sophie notaba lo mucho que aquel hombre se esforzaba por hacer que todo siguiera su curso.

Y la suerte les sonrió.

Algo que Kev deseaba hacer era mostrarle la ciudad a Sophie. Luego de su charla había quedado con aquella idea en su mente y deseaba volverla realidad. Cuando el cielo parecía haber agotado hasta la ultima gota de lluvia, Kev llevó a Sophie fuera del local.

—Siento que debo mostrártelo antes de que sea tarde —murmuró.
—¿Mostrarme qué? 
—Vamos, ya lo verás. —Kev extendió su mano hacia ella, Sophie la aceptó. Había puesto su confianza en él sintiendo que no la defraudaría y mucho menos la lastimaría. Había sido ciega, pero no le importaba porque Kev mostraba las cualidades de un hombre con palabra.

El camino los llevó al metro donde una vez cada diez minutos Kev era asaltado por camarógrafos bastante discretos. Kev Ryer no era un hombre de noticias, por el contrario su humildad lo llevaban a catalogarlo como un hombre simple de pocos deseos y bastante accesible. Sophie lo notó por cuanta persona se acercaba a él tratándolo como uno más: un ser humano más. Ryer no era un actor, era un trabajador que, para fortuna, salía en televisores y cines.

Sophie se maravilló con lo poco que vio. Andar en el auto por aquellas calles siempre le pareció increíble, sin embargo pisar el mismo suelo que otra personas era una sensación distinta. Sophie sentía regocijo, tranquilidad y felicidad. Kev la tomó de la mano cambiando su dirección. Sus senderos lo hicieron acercarse al parque mas reconocido.

Con los charcos que había dejado la lluvia y la gramínea mojada, era muy poco probable que alguien fuese al lugar. Menos probable era cuando la lluvia los volvió a inundar.

—¡Corre! —lanzó Kev.
—¿A dónde? —Kev supo que Sophie tenía un punto. Se detuvo al instante pues no importase cuanto corriera, igual se mojarían.
—No lo sé —exclamó sonriendo. Sophie rió.

Llovía, hacia frío, pero Sophie se sentía feliz.

Tomó asiento en un banquito y palmeó la madera mojada para que el se sentase a su lado. Kev hizo acopio de ello esbozando una sonrisa y negando.

—No fue una buena idea.
—Te equivocas —susurró—. Ha sido la mejor de todas.
—Te enfermaras, Sophie, eso no es una buena idea —refutó.
—Puede ser, pero la he pasado increíble y... Hacia mucho tiempo que o me mojaba en la lluvia. Gracias.
—No me agradezcas —esbozó cuando vio que no podría refutarla—. La lluvia y yo solemos coordinar nos —exclamó burlón.

Los pasos de Sophie se hacían mas lentos por el frío. Observó cómo los ojos de Kev refugian en ese día gris, también observó cómo a pesar de ser de ese color ella lo sentía de un bonito amarillo con toques rojos y verdes.

—Me gustaría que estos días no fueran sinónimo de perezas y molestias —comento—. A veces salen cosas agradables.
—Como recordar al ñiño interno —musitó con ironía.
—Puede ser. 
—Y conocer increíbles personas, como tú —murmuró.
—Gracias por estimarme de esa manera, Sophie.

Al frente del local un revuelco se dio en el corazón de Kev. El día siguiente sería domingo y, por ley, Knolles coffee no abre los domingo. Seria un día largo, uno lleno de trabajo y familia sin el rostro de Sophie a su alrededor. Ella era una luz de bengala. Era como la alarma o el aviso de salida y no estaría hasta el lunes. Los aviso de emergencia no suelen apagarse hasta el comienzo de semana, pero esta vez esa era la ocasión y Kev sabía que debería aguardar, pero ¿lo haría ella también?

—Sera hasta el lunes —murmuró Sophie con las manos en su cazador mojada. Kev la contempló asintiendo entendiendo que ella lo pensaba por igual. Se alegró. No era él único, no estaba solo en sus divagues, Sophie también lo hacia y eso lo complacía.
—Sueles hacer un latte de vainilla los lunes con un sabor distinto. Su especialidad supongo. —Ella sonrió.
—Lo probaré ese día.

Como empezaba a hacer, el mánager de Sophie aguardaba. El hombre se había acostumbrado, así como aquellos dos lo hacían.

—Sophie. —La llamó contemplando la misma sonrisa de cálidos sentimientos—. Los muffins también son buenos.
—Esta vez yo lo pediré —contestó. Él negó sonriente, ella lo hacia sonreír de esa forma.

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora