Día 16

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—¡Esto es ridículo! —exclamó ofuscado. Alterado de escucharla decir tonterías por demás y también de ver cómo parte de su familia estaba ahí apoyando a su agente en una tontería.

—¡No lo es, Kev! Simplemente no lo quieres ver. Pero debe terminar tal como empezó y nunca debió ¿estas viendo lo que haces? No, porque no eres capaz. Está en juego tu trabajo, vives de esto, no lo olvides —acusó la mujer exasperada.

Kev salió de la sala donde había estado discutiendo buscando aire para pensar con claridad, para bajar sus niveles de enojo y rabia y sobre todo para no ver el rostro de su agente. Decidió tomar su casaca y salir a caminar. Gus lo siguió con la mirada hasta verlo desaparecer de su vista y, sintiéndolo necesario, caminó tras el hombre.

Ryder solía perderse en los días soleados, caminar hasta dar a la ciudad, tomar el tren por sí mismo, alquilar por unas horas una bicicleta y recorrer las calles hacia ningún lugar. Hacía eso cuando se sentía agobiado, cuando el mundo era demasiado amplio y él tan pequeño como para poder entenderlo. Había sido sophie un respiro. El instante en que la vio tontamente creyó que el sonido disminuía de volumen, que los pasos se acortaban y la realidad del tiempo era una mentira. No era un capricho, no podía creer que fuera un capricho.

¿Qué era? Sophie le hacía sentir en cielos que no había caminado porque sus pies vivían anclados al suelo grisáceo que pisaba. Le había mostrado estrellas en zonas donde solo estaban sus ojos. Le guió como un niño perdido a un camino del que se había marchado hacía tanto tiempo atrás porque el dolor de recorrerlo era insoportable. Y ahí estaba, volviendo a caminar por sus aceras, viendo la gramínea verde casi del color del trigo, notando los recuadros de concreto. Las letras desvanecer y su nombre aparecer. Ryder, su apellido más no su cuerpo estaba ahí, frente a él. Su amada, confidente, la mujer que escogió, por la que luchó, por la que se rindió.

Sophie miró su reloj por enésima vez y por la misma cantidad suspiró. Xavier se acercó dejando frente a ella un frío café con helado y galletitas. Miró al hombre sonreír con sutileza y le devolvió el mismo sentimiento. Luego de acabar con ello, se marchó. Lo sabía, ese día no vería a Kev. Estaba tentada a textear, pero en eso no se basaba su relación, por el contrario, no sabía en qué se basaba ni qué relación era.

Sophie solo sabía que ese día no lo vería.


Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora