Día 28

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Una nota y una equis marcada en el calendario aterraban a Sophie. No había pasado mucho tiempo, no había pasado nada en realidad, cuando ella y él se introdujeron en el vaivén de aquella ruleta rusa. Entonces, la pregunta se hacía más fuerte y, aunque siempre la desmentía y hacía a un lado, ahí seguía. Prisa o no, ya estaba sentada con las manos apoyadas sobre el barandal, esperaba que él se sentara a su lado, aunque un par de situaciones les detenía o eso parecía. El día anterior no había recibido llamada alguna.

Era un día gris.

Era un día de frappe helado sin nada de cafeína. Empezaba a creer que el gustillo le había pasado.

Era un día fuera de Knolles coffee. Un día más.

En su recorrido, la idea de ir hasta el local y encontrarse con Kev le asaltó. Era una sensación vaga que se arremolinaba en su estómago y la hacía respirar con dificultad. Sin embargo, el temor acusaba en su espalda, eso y la voz de Nicolás.

—¿Estas bien? —Ella asintió—. ¿Segura de no querer quedarte en casa?

—He estado poco menos de un mes aquí y aún no conozco toda la ciudad, creo que sí debo salir —respondió. Una sonrisa timida hizo suspirar a Nicolás, ni le creía ni lo haría jamás.

—Pero a penas hemos pasado por el lugar no has podido mirar y suspirar. Sophie...

—Creo que Nina tiene cosas que mostrarme ¿No es así? —La mujer asintió en repetidas ocasiones.

—Así es, es día de chicas, Nicolás. Todo estará bien. —Ella no lo sabía, mucho menos Sophie.

Luego de horas de filmación, Kev había encontrado un momento para cerrar los ojos y descansar, aunque sus descansos se llenaban de voces

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Luego de horas de filmación, Kev había encontrado un momento para cerrar los ojos y descansar, aunque sus descansos se llenaban de voces. Parecían alucinaciones, que iban y venían y decían su nombre con aquella voz tan singular; que le agradaban hasta cierto aspecto y luego, cuando recordaba que solo era su mente recreando sueños, despertaba a la realidad.

Y en la realidad no había más que montajes, cableados, cámaras y personas de un lado a otro.

No estaba ni ella, ni la mesa particular; no había nada que le agradara en realidad. Y se convertían en un idiota por enésima vez.

¿Volvería a correr?


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