Día 30

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Una sensación de vacío se apoderó de Sophie, una que pocas veces había sentido y que en ese momento se hacía más fuerte. Ya en el aeropuerto no le era difícil saber por qué. Por qué sentía que dejaba atrás tantas cosas que amó y tantas que fueron importantes. El mundo en el que vivió y que, de alguna manera, empezaba a cambiar. Y ella decidió dejarlo atrás. Deseaba llorar pero ser fuerte. Quería mostrar alegría pero sentía pena de sí misma. Estaba en un tren de sentimientos que empezaban a volverla paranoica y justo cuando creía que así sería, su propio cuerpo le recordó los momentos vividos.

Horas antes había recibido aquel pequeño mensaje que decía tanto en tan poco, le parecía escuchar al propio Kev Ryer diciéndolo. Y su propio subconsciente advirtiéndola. Sí había decidido quedarse tan solo tendría que echar a correr hasta Knolles Coffee, mirar a la misma mesa de siempre y esperar que no fuera tarde para verlo.

Sin embargo, eso no pasaría.


Él la veía

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Él la veía. Entre la multitud, entre sus pensamientos, entre su respiración acelerada. Era su silueta quieta una imagen que jamás pensó ver desaparecer. La había visto echar a correr lejos, fuera del aeropuerto y no lo dudó, la siguió. En su corazón, un pálpito estaba presente. El vuelo había salido ya y ella seguía allí. Corriendo a las afueras en busca de un taxi que le llevase con él. La emoción de saberlo le embriagaba, era una sensación que solo una vez puede tenerse y que no podía compararlo. Él estaba dispuesto, los dos estaban dispuestos.

Sin embargo, ella fue veloz

—¿Señor? —Gus observó a Kev sorprendido—. ¿Qué hace aquí? Debe evitar que...

—Vamos, Gus —gritó—. Va a Knolles ¡Gus, va a Knolles!

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora