Día 7

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Algo empezaba advertir Sophie, algo que la mantenía en vilo y que debía, quiera o no, preguntar. Después de todo, sus horas con Kev Ryer eran muy seguidas. La angustia de esperar las horas se removían dentro de ella y ver el reloj se convertía en uno de sus pasatiempos preferidos. Entonces ¿por qué no intentarlo? Admitía que en tan pocos días el hombre se había convertido en una persona especial. Muy pocos días, muy breves momentos. Entendía la preocupación de Nicolas aunque no se lo dijera, también comprendía a su madre y ella si le hizo saber lo que piensa.

Sophie entró en el local yendo hacia la mesa común donde siempre aguardaba y donde un extraño Ryer esperaba. Ella lo notó con solo ver su pose y su actitud. Sus ojos iban directos al ventanal, su brazo caía sobre el respaldo de la silla contigua y en el medio de la mesa un dispositivo móvil hacía vibrar el resto de los objetos. Kev no había tenido el mejor día de su vida. Ella teminó de constatarlo cuando un espresso lungo empezó a humear frente a él.

Ella tomó asiento relajándose mientras sus ojos contemplaban las líneas de expresión que abarcaban el rostro de Kev. Líneas que mostraban años de trabajo, de madurez.

-Qué extraña coincidencia -marcó ella. Él la contempló con una mirada profunda y la comisura de sus labios hacia abajo. Realmente no era el mejor de los días para él-. ¿Sucede algo? -él negó.

-No... -suspiró entrelazando sus dedos-, perdóname Sophie...yo... debo irme. -Ella observó al actor consternada. Su voz parecía muerta, su expresión cambiada. Incluso parecía haberse vestido con lo primero que había encontrado y, como uno de esos días en que la soledad parece la mejor compañía, Kev se marchó del local.

-¿Kev...?

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora