Día 11

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Dos cuartos para las tres de la madrugada. Kev se veía en el espejo notando un rostro propio del trasnocho y aun así no sentía el más mínimo deseo de tocar la cama o siquiera cerrar los ojos por un momento. No, no lo haría mientras Sophie estuviera del otro lado del telefóno contemplando un cielo lleno de nubes de polvo y poca claridad. La escuchaba reír, la escuchaba decirse tonta por esperar ver alguna estrella en aquella constelación que se perdía en los desechos de la ciudad.

—En algún momento debe aclarar —comentó Kev poco seguro—. Bueno, eso me gustaría.

—Yo no lo creo, hemos debido ir a un sitio más alto ¿no crees? —respondió—. Algo como sucede en las películas románticas de Hollywood.

—¡Oh, cuidado! Creo que puedo hacer algo al respecto, aunque no estoy tan seguro que tanto podrían hacerme caso —se burló.

—Yo creo que te harían mucho caso, Kev —Sophie se afincó del ventanal con el auricular en su oreja, el móvil aun lado y la mirada en aquel cielo que se volvía más denso y menos luminoso—. Hablemos de algo mientras tanto ¿sí?

—¿Tienes sueño? —inquirió Kev escuchando el silencio como respuesta—. Digo, cuando Morfeo viene, generalmente trae cuentos consigo —escuchó la risa de la joven mientras que una sonrisa afable se metía en sus labios.

—Solo un poco —susurró—. ¿Deberíamos ir a dormir?

—Si, hay que descansar un poco. ¿Qué te parece mañana a las nueve? Así descansas un poco más.

—Me parece bien —susurró ella—. Gracias por la velada, madrugada, lo que sea que haya sido esto.

—No tienes por qué agradecer. Buenas noches, Sophie Red.

—Buenas noches, Kev Ryer.

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora