Día 13

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—¿Estas lista? —preguntó Nicolas bajando por las escaleras con su mano tomando el brazo de Sophie.

¿Estaba lista? No ¿Quería hacerlo? Sí ¿Y quien no? Iba a dar un paso adelante en el mundo que había escogido; al final lo que consiguió era lo que quería: personas que sintieran afecto por lo que hacía. Era allí cuando Sophie sentía la burbuja estallar y el mundo rodearla con cariño, pero también estaba el otro lado y debía aprender como los seres humanos deben hacerlo o deberían hacerlo: Entendiendo y defendiendo.

Tomó asiento en el auto disponiéndose a observar la misma calle que la había acojido desde el instante en que había llegado a aquel lugar. Una sonrisa caminó por su rostro rememorando el primer día. Su primera huída, vendrían más. Lo sabía. Con aquel recuerdo llegó un mensaje.

Luego otro.

Y otro.

Las iniciales brillaban como estela en el cielo, pero en un móvil. Ladeó la cabeza leyendo y releyendo el mensaje que Kev había escrito para ella. ¿Era Kev Ryder poco sabedor de la tecnología? No, pero en ese instante las mayúscula intercaladas con las minúsculas eran desconcertantes... y tiernos.

—¿Cuánto tiempo estaremos ahí? —inquirió volviendo a leer el mensaje.

—Lo necesario mientras firmas y haces una pequeña lectura ¿Quieres un café? —preguntó el hombre. No esperaba una respuesta, sabía que sería un sí. Tomó camino por la siguiente calle bajando hasta la pequeña tienda de café que se preparaba para un día ajetreado—. Puedo ir por él.

—No, me gusta pedir lo que quiero —Nicolás negó sabiendo la mentira detrás. Secretos no había. Sophie había sido tan transparente como el agua y tan sutil como solo ella.

Dejó atrás el vehículo caminando hacia el local. Grandes pasos la delataban ¿Era su corazón solo una maquina que bombea sangre? Sí, pero latía más de lo debido. Entró contemplando el lugar. Aquel común sitio que le saludaba con un sujeto tras la barra. Xavier dejó un vaso lleno y una bolsa blanca de papel sobre el mostrador para ella.

—El señor Ryder ha dejado esto para ud. —comentó con una sonrisa a medias. Sophie la devolvió poco convencida.

—Gracias. —El envase llevaba su nombre y un "buen día" escrito a pulso. Sonrió sin ganas de sonreír.

Verlo a él.

Eso es lo que quería.

Eso es lo que obtuvo.

La sorpresa no cabía en ella al notar al hombre frente a ella con un traje y corbata, una barba sin afeitar, pero una sonrisa jovial, llena de un alegría que no hacía más que transmitirse en ella.

—Lamento no poder quedarme más. —Se disculpó. Sophie negó caminando junto a él.

—Yo tampoco puedo quedarme más de lo necesario —respondió viéndolo—. ¿Día arduo?

—Espero que no, pero seguramente sí, no lo sé —Sophie rio—. Por lo menos no será tan malo.

—¿Cómo lo sabes? —inquirió curiosa.

—No lo sé, solo lo intuyo —Su mirada la desnudaba como solo las almas saben hacerlo y, ahí, entre el camino a su vida y al local que siempre visitaba, estaban ellos desnudándose con cada frase un poco más—. Qué tengas un buen día, Sophie Red —musitó depositando un beso en su mejilla, cálido y suave.

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora