Día 6

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Kev aguardó varios segundos, varios milisegundos de intensa incomodida y perfecta desorientación. Era el día más intranquilo, agobiante y estresante que había tenido en lo que iba del mes, sin embargo la taza de café a su lado lo hacía sonreír como tonto. Aquel líquido de aparente densidad por su color, tan lívido como no pudiera imaginar, lo llevaban a extrañarla. Sophie Red era de las mujeres que se hacían extrañar. Suponía que su día estaría mejor que el de él. Que tendría momentos más divertidos de los que él tenía frente a aquellas tres personas que tan solo discutían sobre negocios.

Absurdos negocios, pero que después de todo le daban para comer.

La sala quedó en silencio por varios segundos. Nuevamente aquellos milisegundos. Kev lo notó al poco tiempo, observó a los tres sujetos vestidos de traje donde su manager resaltab tras esa cabellera rubia.

-¿Esta deacuerdo, señor Ryer? -preguntó uno de los hombres. Kev se mordió la lengua. No sabía en qué debía estar de acuerdo, sin embargo los ojos abiertos de Sarah y el leve asentimiento de su cabeza lo hizo dar una respuesta que él debereía saber, después de todo él también estaba en esa sala.

-Sí.

Kev salió del edificio abotonándose el traje. Sarah lo seguía de cerca esbozando palabras que Kev se resistía a escuchar. Obsrervó el reloj en su muñeca y volvió a sonreír como tonto. Ya se hacía una costumbre.

Sarah contempló al hombre. Lo había visto así desde hacía varios días. Distraído, alejado del mundo y de todo cuanto rodeaba, pero también sonriente sin razón aparente y eso en Kev Ryer era un suceso extraño. Incluso el chofer lo había visto, pero a diferencia de ella, él temía saber por qué actuaba así. Ella -quizás- también, aunque él no había dicho nada, mucho menos dado pistas. Para la rubia las acciones de Kev eran claras como el agua, el hombre no ocultaba nada ni pretendía hacerlo por lo que en aquel momento cada acto era desconcertante para ella.

-Ya sabes a donde, Gus -esbozó mirando a Sarah- ¿Quieres que te deje en algún lugar? -Sarah abrió la boca queriendo decir algo, más no podía. Veía la mirada natural de Kev ,la pregunta tan común como si fuese normal, pero no lo era.

-¿Hay algún lugar al que vayas que yo no pueda hacerlo? -dijo después de varios minutos. Kev se acomodó en el asiento y negó.

-Vamos, Gus.

Sophie se asomó a la barra saludando a un chico de pecas, el mismo que siempre se encargaba de atenderla. Para él ya era tradición ver a la joven ir a lugar. Aunque debía admitir que las horas preferidas de aquella chica eran la mañana. Cuando la vio entrar por la puerta a tales horas de la tarde advirtió que ese día sería distinto para ella, por supuesto. Sophie preguntó discretamente por su fiel compañero de mesa, Xavier negó haberlo visto encogido de hombros. Entonces se dio el derecho de hacer ver lo obvio: Kev Ryer era un hombre puntual, al igual que ella. Sophie sonrió claramente sabiendo aquello de sobra.

Caminó a una de las mesas fuera del local, pues eran las pocas veces en que el día se hacía tan ameno como para disfrutarlo fuera de la tienda. Su mirada pasó de la mesa al hombre que recién salía de un vehiculo y que al mismo momento partía. Kev sonrió amplio, había esperado por aquella hora cada minuto, cada segundo.

-Justo a tiempo -esbozó la chica acercándose a la mesa.

-Justo como siempre -aclaró el hombre.

Kev tenía mucho que decir, tanto y nada a la vez. Empezaba a sentir que ya no tendría temas de los cuales hablar con Sophie, pero ella le mostraba lo contrario. Sophie terminó contando una anécdota en la cual vio pasar una estrella fugaz en medio del descuido de la estrella y la fortuna de ella.

-¿Has visto una alguna vez? -Kev hizo memoria moviendo la cabeza hacia atrás como si ver el azulado cielo le recordase, como si pudiera ver una estrella fugaz en ese preciso instante. Cuando cayó en cuenta que por más que lo intentase no lograría ahondar más allá que unos vagos recuerdos, un poco tristes, negó-. Tendremos que esperar a la noche alguna vez, así podrás ver una. -Él carcajeo.

-Una posibilidad en un millón, Sophie. Son muchas noches y es posible que no suceda. -Ella se encogió de hombros sin quitar su mirada de él.

-Nada nos cuesta creer que puede pasar. -Él suspiró profundo, cabizbajo. Rememorando tal frase. Si, el había dicho aquellas palabras en algún momento de su vida y, para su fortuna o desfortuna, no sucedió lo que pedía.

-Bien, tendrás que acercarte a la ventana todas las noches.

-¿A alguna hora?

-No lo sé -confesó-. Supongo que tendremos que preguntar por su hora favorita para pasar. -Ella sonrió.

-Pueda que pierdan el bus.

-O el metro, son mas veloces -afirmó ironico.

-en todo caso sería por unos pocos minutos -tanteó.

-E igual tendrías que esperar esos pocos minutos -esbozó.

-Me parece bien -aceptó. Kev carcajeó sin poder decir más. Ella le había ganado en astucia una vez más.

Cuando una tarta de fresas se sirvió en la mesa con dos caramel macchiato ambos se vieron. Sophie tenía cubierto en mano dispuesta a devorar el primer bocado mientras que él esperaba paciente a que ella lo hiciese o si quiera lo intentase. Kev había olvidado lo que sentía jugar como un chiquillo, reír como si fuese lo único bueno que pudieses hacer y alegrarse de un minuto más al lado de lo que te hace feliz. Aquellos días habían quedado olvidados para él. Se encontraban llenos de tierra junto con un pedazo de concreto que marcaba un nombre y después encontró en el trabajo la manera de despejar cada pensamiento sórdido que se atrevía a bailarle cual indiscreta solución.

Sophie probaba el primer bocado tomando ventaja ante la vacilación de Kev, pero en su segundo intento el hombre le había ganado y la pieza había caído sobre el platillo. Ella lo regañó de la misma manera en que tal sujeto fuese un amigo más. Lo era, lo empezaba a ser. Kev dejó que se quedase con la siguiente pieza y la otra y la otra.

-¿Cómo estuvo tu día? -preguntó él sin vacilar. Quería saber más de ella, quería conocer a la chica detrás del nombre y lo hacía, pero las horas empezaban a ser muy cortas y los días muy rápidos.

-¡Oh, no! -esbozó ella con un pedazo de tarta en su boca. Hizo ademán de tragar y se levantó rápidamente para tomar de su brazo.

-¿Qué? ¿Qué ocurre?

-Esas son preguntas que se hacen cuando no sabes qué más hacer y aunque tu no lo sepas, yo sí -esbozó halándolo del brazo-. Vamos, es hora de caminar.

Sophie guiaba el camino de Kev hacia ningun lugar en especial. Solo lo hacía para poder mantenerse en pie, para ver la ciudad de hierro al lado de alguien y que mejor que aquel hombre que, de vez en cuando y de cuando en vez, lanzaba cuanto comentario ironico y refresacante que la hacía carcajear. No podía sentirse mejor, ni quiería cambiar esa sensación por alguna otra. Tales minutos se merecían ser disfrutado de manera en que más nada importase.

Él lo entendía, con solo ver los ojos de la joven comprendía que no podía hacer más que borrar las horas anteriores a ella. La tomó de la mano en un momento de descuido y corrió con ella detrás hasta un puesto de comida: Hot dogs.

-¿Qué es esto?

-Comida -lanzó ironico y sonriente-. Anda, pruébalo -dijo entregándole uno.

-Hot dogs -murmuró ella observándolo. Lo tomó en sus manos y probó-. En mi país son distintos.

-¿Cómo?

-Bueno, no es solo un embutido con un pedazo de pan -escudriñó-. Quizás deba mostrarte algún día.

-Acepto -musitó.

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Lamento no poder mostrarles la imagen con los ingredientes del Caramelo Macchiato. En cuanto pueda la subiré y espero que hayan intentado hacer los anteriores, son muy fáciles y muy ricos también. Saludos x3

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora