Día 5

1.3K 111 5
                                    

Sophie caminaba por todo el departamento buscando algo en específico. Su reproductor. Quería mostrarle a Kev su más último descubrimiento, quería enseñarle con qué canciones se inspiraba para escribir y no sabía por qué quería hacerlo, pero el deseo podía más que las razones. Así que sería ese día el que Sophie enseñaría su más larga lista de reproducción además de sus canciones preferidas. Diez en total. Diez sonidos que la hacían bailar y llorar.

Al encontrar el mp3 y los auriculares, Sophie salió del departamento con un viejo lobo detrás de ella. Nicolás se encontraba especialmente atento ese día. Había escuchado rumores, cosas de programas sin sentido, pero cuentos al fin que podían ser creídos o no dependiendo de la situación. Aunque estaba completamente seguro de que la chica veía en aquel hombre un amigo, no sabía que significado tenía para Kev Ryer alguien como Sophie Red. Quizás sentía por igual: una bonita amistad o quizás sentía una oportunidad, pero el mundo de Sophie se volvía complicado y esa clase de oportunidades no estaba en su agenda. Así pues, aun si Sophie lo insultaba, él debía ser capaz de marcar los limites por ella y ella atenerse a las consecuencias.

La joven llegó a Knolles Coffee con diez minutos de anticipación y si algo empezaba a gustarle a Kev de ella, era su puntualidad. Podía decirse que ambos lo eran, por lo que encontrarse unos minutos antes de lo acordado se volvía una costumbre y una razón para sonreír siempre.

Kev sorprendió a la joven con un bonito plato adornado por una tortilla francesa, tostadas y un latte de vainilla que apenas era servido cuando llegó.

—Disculpa mi atrevimiento —murmuró.

—Me encanta, gracias —exclamó sentándose frente a él. Sophie probó cada alimento bajo la atenta mirada de Kev quien no hacia mas que verla a cada tanto con el periódico entre sus manos—. Tenías razón —esbozó —, el latte sabe delicioso, creo que lo empezaré a pedir más seguido.

—Me alegro que te haya gustado —comentó reclinándose de la mesa. Sophie lo miró por un segundo, limpió sus labios y sacó de su bolso el mp3.

Kev observó el pequeño aparato con extrañeza e inquietud. Las bases de sus encuentros se mantenían por hablar de cualquier tema, no importase cuál. No había aparatos que los interrumpiera y mucho menos que cantasen a sus oídos. Ryer no tenía nada en contra del pequeño objeto, pero no se sintió seguro con él.

—Sé que te preguntarás qué hago con esto, pero quería mostrarte algunas canciones que me encantan —aclaró encogiéndose de hombros—. No lo sé... Yo solo quise enseñártelas. —Sophie lo observó con el corazón andando y las manos alrededor del objeto. Kev negó sonreído, no importase qué hiciera Sophie, empezaba a entender que cedería a cuanta cosa se le ocurriera.

—Esta bien, muestramelas —dijo en tono confiado.

La mezcla empezó con una canción reciente de Olly Murs, siguió con una muy reconocida de Elton John, para continuar con otra de Guns & Roses. Las canciones siguieron su curso a oídos de ambos y así como ellas la conversación entre los dos. Kev terminó contando sobre su día anterior. Los amigos con los cuales habló, su familia y la voz de Sarah, su manager, resonando en el teléfono cada tanto. A la mujer parecía haberle ido mal, pues empezaba a olvidar detalles importantes. Kev lo atribuyó a problemas con su esposo, algunos inconvenientes de los que estaba enterado y que él, muy amablemente, se había atrevido a abordar para aconsejarla. Aunque no parecía haber ido a mejor.

Sophie se mostró más interesada cuando él le platicó sobre su próximo trabajo. Una película con tintes de ciencia ficción que requeriría todo de él. Le gustó la trama tras la cual se abordaba el film, aunque a Kev le gustaba la idea por su personaje.

—Qué es un hombre sin un lugar al cual regresar sino un objeto más. —Kev contempló la sinceridad en la mirada de Sophie.

—¿Solo un objeto? —inquirió.

—No, pero no puedes negar que su vida está a la deriva sin nada que lo haga retornar. Entonces ¿por qué no considerarlo un objeto? Porqué es humano y respira, sin embargo puede ser usado al deseo y antojo de otros. —Kev se cruzó de brazos escuchando con atención las hipótesis de la joven.

—¿Crees que un hogar es una base?

—Un hogar es una identidad. No solo un lugar al cual regresar, es donde sabes quien eres, qué eres y que estas dispuesto a hacer.

—Muy propio de ti, Sophie —comentó—. Entonces, todos tenemos un lugar al cual regresar ¿tu también? —ella asintió sin vacilar.

—Por supuesto —afirmó—. Al igual que tu —él sonrió sin poder creerse sus palabras. Esas que en algún momento se dijo más las envió a la papelera porque le habían parecido escasas de sentido. Ahora retornaban. Se asomaban a los labios de aquella joven quien no temía de expresar lo que creía y de darle un sentido a ello. Pensaba en la posibilidad de que, finalmente, todo lo que alguna vez pensó comenzara a volver hacia él.

En todo caso, Sophie ladeó la cabeza acomodándose en la silla, echó hacia atrás uno de sus mechones y observó a Kev. Su conversación había tomado un aire tenso, no como para ponerla mal, pero si como para obviar que estaban allí por gusto y no para desentrañar la razón detrás de las acciones.

—Es mejor hablar de otra cosa, como... —pensó por un instante—. ¿Qué musica te gusta a ti? —inquirió acercándose a la mesa en un arrebato. Le sorprendió que el auricular no saliera de su oído, aun mas que no lo hubiera hecho en aquel momento, pero no importaba. Kev sonrió amplio entrecerrando los ojos. No podía negar que se divertía. Pueda que de la misma manera en que lo había hecho antes, o pueda que no, pero lo hacía y por cada día descubría algo nuevo en su compañera de desayuno. Esta vez, encontró que aquella chica es capaz de cambiar de temas con tanta agilidad y naturalidad que le hacia pensar si era hecho a voluntad o no.

—Me gusta Guns & Roses, me gusta las antiguas bandas —comentó.

Sophie sonrió y él lo vio. Algo tramaba.

—Te haré un regalo —murmuró.

—Por favor, no hace falta —esbozó.

—Claro que si, si hace falta —dijo convencida sin que Kev pudiera hacerla cambiar de parecer.

—Entonces déjame llevarte a comer —lanzó Ryer. Él se sorprendió de lo que había salido de su boca. Lo había pensado, mas no creía que fuera conveniente, así que se mordió la lengua y esperó a que tal invitación vagara entre sus recuerdos. No fue suficiente, aparentemente. Kev apretó los labios con.fuerza sintiendo vergüenza. Vergüenza de lo que había pedido, de la mirada asombrada de Sophie, del poco tacto con que había sucedido.

Pero como es de esperar en Sophie, la sorpresa los vislumbró a los dos.

—Acepto —comentó.

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora