Día 27

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Si las noticias caían como baldes de agua fría, eso bien lo sabía él. Había recibido muchas, había vivido varias experiencias y las más dolorosas eran cuando alguien se iba. El día anterior, quien había salido corriendo había sido él ¿Por qué? Necesitaba un lugar más solitario para pensar, necesitaba silencio y le hubiera encantado la idea de que ella estuviera rondando en ese silencio, pero los hechos no se dieron así. Apenas pagó la cuenta, Kev se había ido con las manos entre los bolsillos y la garganta seca, con un nudo en ella que ansiaba salir y que él no permitía.

Ella dudó por segundos, eternos pero breves, de seguirlo, de caminar a su lado. Solo pudo agachar la cabeza y caminar hacia otro lado.

Sophie había pasado la mitad de la mañana escuchando al resto, pero sin prestar atención. Él lo había dicho, él había aceptado tener algo más que una amistad y ella no le dio tiempo a más. No lo tenía de todas formas, lo que ella consideraba que podía alargarse, no lo haría. Los pasajes ya estaban comprados, parte de su habitación había sido recogida. Solo era cuestión de un par de días. Solo eso, y el sueño habrá terminado. Se tomó de las piernas, sentada sobre la cama y se quedó por varios minutos allí. Una parte de ella se regocijaba en ese "sí", en su voz diciendo lo que antes no pudo decir y la otra parte veía cómo se podría acabar.

Y lo tonta que algunas veces podría ser. Estaba claro, podía quedarse, podían intentarlo ¿un avión le detendría? No, no lo haría, ni un pasaje ni la voz de Nicolás advirtiéndole ni nada de ello le detendría de lo siguiente.

Tomó el teléfono y marcó su número. Esperó a que contestara, a que él respondiera.

No era su voz:

Hola, lo siento, Kev esta ocupado en este momento ¿quieres que le de algún mensaje? —Sophie dudó y luego negó.

—No, descuide, yo-yo le llamaré después —cortó.

Un café por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora