Capítulo 5

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—¿Pero que te su sucede Brook? Parece que viste a un fantasma. —Dice Addison asombrada.

Comencé a caminar de izquierda a derecha en mi habitación. Estaba nerviosa, ¿cómo mis padres pudieron meter a un tipo como él a nuestra casa?Pero también tenia que tener en cuenta que ellos no tenían ni la menor idea de lo que había pasado. Cielos si ese chico resulta quedarse con el trabajo...

—Es que... Ahí abajo esta el chico que casi me atropella —alce mis manos hacia arriba exasperada.

Addison abrió sus grandes ojos color miel y me miro sorprendida. Se llevo sus manos a su boca tapándosela para no gritar, no sabia si de emoción u otra cosa.

—Dios mío. ¿Estas segura?

—Te lo juro.

Volteo hacia el espejo de cuerpo completo que se situaba del otro lado de mi habitación y se miro en el. Se acomodo el cabello, luego se volvió a mí.

—Pues ignóralo. No creo que tus padres lo contraten se ve con cara de inexperto.

Pero como diablos...

—Pero..., si ni siquiera lo has visto.

—Pero mi sexto sentido me dice que es un tonto, vamos casi te atropella. ¿Qué otra razon quieres para no pensar que es un tonto?

En eso tenía que concederle la palabra. Es cierto. Además no creo que mis padres lo contraten. Había en esa sala mas candidatos con más probabilidades de quedarse con el trabajo. Bueno al menos tenía esa esperanza.

—Creo que tienes razón. —Me lleve la mano a la frente.

—Si. Claro que la tengo.

—Tal vez estoy exagerando, ¿no?

Creo que si estaba exagerando y enloqueciendo mas de lo que ya estaba, hoy sí que han sucedido cosas muy extrañas.

—Así es. ¿Y sabes cuál es la cura a esto?

Negué con la cabeza.

—Un buen día de compras.

Puse los ojos en blanco. Addison seguía obsesionada con eso.

—Ok, necesito distraerme —accedí finalmente.

No me sentía bien porque en primer lugar: yo iba a ser la que al final iba a pagar todo lo que íbamos a comprar y creo que papá comenzaba a notar que la cuenta de mis tarjetas llegaba más alta. En segundo lugar: había visto al chico que casi me atropella, no me sentía muy bien con un sujeto como él en mi casa. Pero bueno no tenía otra opción, era quedarme en mi habitación haciendo nada y muriendo de nervios por la gente extraña que estaba atrás de mí o ver como Addison se emociona por un par de zapatos nuevos y una montaña de ropa nueva. Me agradaba mas la opción de ver a mi amiga emocionada por cosas materiales.

Salimos de mi habitación y nos dirigimos a la puerta principal con el paso mas normal que pudimos aparentar. El vestíbulo se me hizo más grande de lo que era en realidad. Lo cruce de todos modos. Decidida a pasar sin importar las miradas de todos los presentes.

Fue una suerte que no lo encontrara, quizá este en su entrevista con mi padre. Me preguntaba en dónde estaría mi madre, normalmente no salía...

Entro.

—Hola Addison.

—Hola señora Evans.

Addison siempre se portaba de diferente manera con mis padres, debo decir que es buena idea que haga eso.

—¿A dónde van, chicas? —Nos interrogó mi madre.

Yo sonreí. Esperando a que Addison contestara a esa pregunta. No lo hizo, por el rabillo del ojo pude notar que ella estaba también sonriendo. Conteste antes de que nos dijera algo mi madre.

—Vamos de compras —dije finalmente.

—Que bien tengan cuidado ambas.

—Por supuesto señora Evans. —Respondió Addison.

—Si mamá, no pasara nada.

Se fue escaleras arriba. A mí madre también no le agradaba que estuvieran personas desconocidas en la casa. De eso me di cuenta en cuanto subía lentamente las escaleras.

—Cielos, pensé que nunca contestarías, Brook.

Salimos y nos dirigimos al garaje para sacar el auto de Addison, no me agradaba la idea de ir a caminar hasta el centro comercial.

—Oye que te parece si Abraham nos lleva. —Propuse. No estaba en condiciones para conducir y supongo que Addison no lo quería hacer.

Abraham es el chófer de mi madre y de mí. Yo prefería conducir por mi cuenta, pero lo habían contratado de todas formas, mamá no soportaba la idea de dejarlo sin trabajo. Así que esta desde hace tres años si mal no recuerdo, además es un buen sujeto.

—Me parece una grandiosa idea, también nos ayudara a llevar las bolsas.

Puse los ojos en blanco, no lo podía creer.

—Addison, es el chófer no el sirviente.

—Ok, ok, pero una mano nunca viene mal para ese tipo de cosas.

Llame a Abraham, tuvo que suspender su almuerzo por llevarnos, me sentía mal por hacer eso, tanto que le dije que mejor nos fuéramos nosotras solas, pero él no quizo y nos llevo finalmente.

Nos pasamos horas y horas (cinco para ser exactos) de tienda en tienda, Addison no se decidía por cuales zapatos llevar. Yo sólo compre unos jeans nuevos, un par de botas que hacían juego con unos conjuntos que tenía en mi armario y tres pañuelos de diferentes colores. En cambio Addison, ni se diga.

Mis pies ya me gritaban que parara, pero mientras mas le decía a Addison que mejor nos fuéramos, ella insistía aun más que era la última tienda, sabía perfectamente que no iba a ser la última.

Después de media hora que nos la pasamos caminando y cargando bolsas grandes con nueva ropa y cajas con zapatos, sandalias y botas; decidió parar al fin, Abraham se llevo las bolsas y cajas que teníamos para que pasáramos a comer o mas bien a cenar porque ya casi eran las siete de la noche ¿pero cómo es posible que el tiempo pase de esa manera? No lo entendía.

Paso por mi mente el incidente de la mañana, el chico se veía tan apuesto, pero luego de unos segundos recordé que casi me atropella en medio de la calle, no quería que mis padres lo contrataran a él, unos segundos después la imagen de él en el vestíbulo me invadió, quizá haya sido que mis ojos sólo se fijaron en aquel chico. Es como si mi visión se hubiera tornado a blanco y negro y lo único que estuviera a color fuera sólo él.

—Brooklyn, hola, tierra llamando a Brooklyn desde... ¿Dónde esta tu cabeza?

Sacudí mi cabeza, alejando esos pensamientos que me tenían en otro mundo y me sacaban de la realidad. Mire a los ojos a mi amiga.

—¿Perdón qué ? —Pregunte para saber qué me decía.

—Olvidado, no has tocado tu hamburguesa.

Mire lo que tenía en el pequeño plato. Había una hamburguesa desparramándose de salsa, sinceramente al ver esa imagen de mi comida me dieron náuseas. La aparte con un suave empujón. ¿En qué momento entramos a este restaurante?

—¿No te la vas a comer? —Preguntó Addison.

La mire directamente a los ojos.

—Se me a ido el hambre. ¿La quieres?

—Bromeas ¿no? Otra como esas y subiere dos kilos de mas. Olvídalo.

—Entonces la pediré para llevar.

Se concentró de nuevo en su celular mientras yo pedía que la envolvieran para llevar.

—¿Ahora si nos podemos ir?

Puso los ojos en blanco.

—Por favor. ¿En serio ya te quieres ir?

—La verdad es que si. Mis pies me duelen de tanto caminar y subir escaleras y luego volverlas a bajar.

—Esta bien, vámonos. De todas formas ya es tarde.

Nos dirigimos hacia el estacionamiento, con paso lento porque mis pies ya me dolían un poco mas, lo primero que iba a hacer llegando a mi casa es aventar mis zapatos a donde sea y ponerme mis cómodas pantuflas de conejito azul.

El Escolta (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora