Capítulo 15 - Los Nuevos

6.3K 412 86
                                    

Edwin

¿Qué voy a hacer con otros seis idiotas dando vueltas por ahí? Apenas he podido controlar a once y joder, ¡Como han terminado las cosas! Tal vez he perdido un poco el control, pero no puedo detenerme, no ahora. Todo va a estar bien mientras mantenga a los más peligrosos alejados del otro grupo: Gravedad, Dolor y, tal vez, Locura. El gran problema es cómo contactarme con ellos sin que nadie más se entere, ahora que he perdido a mi brazo derecho, Fauna, y Viento traiciona a los suyos; no se puede confiar en nadie.

Juegueteo con una moneda, pasándola entre mis dedos con un leve movimiento de nudillos. Hago lo posible por evitar que caiga, pues Erika pregunta si me ha sucedido algo cada vez que la escucha caer, últimamente ha estado muy encima mío.

—Ed, cariño –ella se asoma por la puerta y yo respondo con un bufido–, te traje un brezel, no bajaste a comer.

—No tengo apetito, Erika –la miro recostado desde mi cama, ella deja el plato en la mesita de noche y se sienta en una orilla de la cama.

—¿Qué te pasa, Edwin? Nunca has sido un chico normal, pero últimamente estás más extraño.

—No voy a hablar al respecto, Erika.

—¿Y si te digo que no voy a hacer preguntas curiosas? –alzo una ceja–. Vamos, hijo, déjame ayudarte.

—Pues, ¿Has sentido que el mundo se te pone en contra? –suelto sin saber porqué, tal vez porque Erika me inspira un poco de confianza y ella sabe más de estos problemas tierranos que yo.

—¿En qué situación? –posa su mano en mi pierna y la acaricia un poco. Dudo en responder.

—Digamos que...–¿Cómo explicar esto sin decir nada confidencial?–, digamos que estoy haciendo las cosas mal pero por las razones correctas.

—¿En qué estás metido, Edwin? –bufo y alcanzo el brezel–. Está bien, sin preguntas. Claro que me he sentido así, todos nos hemos sentido así alguna vez.

—¿Y qué es eso, cómo se llama ese sentimiento?

—Es una mezcla, tristeza, soledad, ahogo, frustración.

—¿Qué no existe un sentimiento puro?

—Todo en la vida es mezcla, Eddie, las cosas puras nunca son verdaderas, y si lo son; no son de fiar –palmea mi pierna y se para de la cama–. Sabes que puedes confiar en mí, hijo, cualquier cosa que necesites.

—Lo sé, gracias –y por primera vez en mi vida debato conmigo si es correcto decirle Erika, tal vez este es uno de aquellos momentos en los que debo dejar a torcer mi brazo–, gracias, mamá.

Sus ojos brillan de felicidad al igual que su sonrisa mientras sale de mi habitación cerrando la puerta tras de sí. ¿Por qué acepté decirle mamá? No lo sé, muchas cosas están cambiando y no creo que esto sea muy relevante, al menos no tanto como la traición de Farook pesando sobre mis hombros. Termino de comer el brezel y vuelvo a juguetear con la moneda durante largo rato.

—Pensé que esa mujer no dejaría de hablar nunca –miro hacia mi ventana y me levanto de un brinco al ver a un chico apoyado en el borde de esta–. Hola, patán.

—¿Quién eres? –me paro frente al chico que lleva un beanie, él me mira cruzado de brazos– ¿Quieres una paliza?

—Tranquilo, chispas, solo vengo para que hablemos –extiende su mano para que yo la estreche, pero me mantengo firme.

Paso una mano por mi pelo rápidamente para cargarla de estática mientras lanzo la moneda a su rostro con fuerza. Intento mantener la estática, pero el desconcierto de verlo atrapar la moneda con su mano en menos de un segundo y con un solo movimiento, me deja en blanco.

Elementos [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora