El castigo casi ha terminado pero aún me queda una semana sin salidas, televisión ni móvil. No soy una persona de tecnología, así que lo que más extraño son las salidas, igual salgo, pero no se siente bien hacerlo a escondidas. Mamá llega a la hora de la cena, últimamente la trae un doctor del hospital en el que trabaja, así que llega más temprano que cuando usaba el transporte público. Hasta que ella llega la casa es toda mía, bueno, no del todo porque casualmente es invadida por ojiazules, un pelirrosa y un rubio, pero de manera ocasional pues ellos también tienen clases, ocupaciones, trabajo, etc.
Mientras pienso, me paseo por mi habitación revolviendo cajas viejas para matar el tiempo de encierro.
—Siempre me pregunto porqué no está tu novio aquí –la voz ronca de Athan hace que deje de revolver cosas y lo mire por cinco segundos.
—No tengo novio, no sé de qué estás hablando –lleva un gorro negro sobre su cabello, pero la camiseta que usa es rosa. Río al verlo– ¿Para qué te tapas el cabello si vistes del mismo color?
—¿Esto? –suelta una risa mientras tironea la camiseta– te sorprendería ver la cantidad de ropa rosa que tengo, la compro inconscientemente. Voy a una tienda, tomo una camisa verde y sin darme cuenta termino comprando cosas rosas.
—Y negras.
—Nah, esas me las compra mamá –explica–. Pero así como yo tengo cosas rosa, tú tienes rojo y naranja –me incrimina–, es como una atracción a nuestros colores.
—Quedate con el rosa, vestido de negro te ves tan pálido que pareces fantasma.
—¿Qué haces con estas cosas? –apunta el desorden que hay junto a la cama.
—No es como que me quede mucho que hacer, estaba revisando esta caja con cosas viejas para botar las que ya no sirven.
En la caja habían un par de juguetes, lápices, dos cartas y un labial que jamás usé.
—¿Qué tenemos por aquí? –toma las cartas, yo se las quito pues son de Connor, el viejo Connor que soñaba con conquistarme. Yo ni siquiera he leído esas cartas, así que tampoco podia dejar que él lo hiciera.
—Ni lo pienses.
—¿Qué me dices de esto? –dice Athan tomando un dije anaranjado con forma de llama de fuego.
—Creo que es un juguete, dejalo ahí, puede que lo deseche.
—¿De verdad no sabes qué es? –niego con un poco de vergüenza al ver su cara de sorpresa–, esta pequeña llamita es equivalente a esto –me enseña el dije de corazón que lleva colgado en el cuello– ¿Aún nada?
—¿Por qué tu corazón rosado sería la respuesta? Si no sabía antes, tampoco lo sé ahora.
—Bien, fastidiosa, estos dijes son nuestros poderes máximos, los llaman Maximun. Si te preguntas cómo ser muy poderosa, te aseguro que en tu maximun encontrarás la respuesta.
—¿Cómo es que sabes de esto y yo no? –me levanto del suelo con mi dije en la mano y él hace lo mismo, ambos nos recostados boca arriba sobre mi cama roja.
—Hablamos de esto en una de las últimas reuniones anuales, no sueles ir a esas cosas por mucho rato, ¿No?
—Oh, es cierto –digo–, y cuando iba, no escuchaba mucho de lo que decían. Sólo asistía por compromiso.
—¿Cómo ibas si no puedes teletransportarte?
—La mayoría de las veces me llevaba Edwin y Luka me traía de regreso para aprovechar de irse también. A la última reunión fui y volví con Vincent –aparta la mirada cuando menciono a Vinz así que cambio el tema– ¿Y como lo hago funcionar? –me paro de la cama y agito el dije, pero nada sucede.
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Elementos [EDITANDO]
FantasyFuego, o mejor conocida como Forbia, su nombre humano; no es exactamente una chica común y corriente de dieciséis años, ni ella ni sus amigos lo son. Hace catorce años una delegación del planeta Mento, civilización principal del sistema piramuneo, l...