Capítulo 40

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Ana abrió sus ojos azules con molestia ya que el sol le daba justo en su rostro y para ella no era algo lindo que digamos, pero si algo bueno le encontraba tenía que decir que de alguna forma lo extrañaba, sabía que estaba en un lugar seguro.

Las suaves telas y pieles tocaban su cuerpo que apena era cubría por un vestido casi transparente, desde que se había casado con Christian todo sus vestidos para dormir eran así, no le molestaba ya que eran cómodos pero si le daba algo de vergüenza a la hora de dormir con Christian a su lado.

Al moverse trato de buscar el cuerpo de su esposo que su diosa Interior tanto deseaba, pero se desilusionó al no encontrar nada a su lado, solo un parde almohadas. Algo que la avergonzó un poco de sus pensamientos era que una parte deseaba que por las noches Christian se colara solo para abrazarla y así dormir, si algo raro le pasaba era que desde que dejó de dormir con Christian le costaba más dormir, de alguna forma el cuerpo de su esposo le daba seguridad y más calor.

La alcoba de Christian era demasiado grande.

Cómo debe ser la de un rey – pensó Ana

No solo la alcoba si no también la cama que hacía aún más grande la ausencia de su esposo. Por un momento recordó las veces en las cuales Christian tenía pesadillas y ella lo abrazara para que se calmara, si bien era horrible hacia que sus cuerpos estén juntos al abrazarse y eso le encantaba.

No podía pensar en todo lo que tuvo que sufrir Christian de niño y más teniendo el deber de ser rey, él apenas podía jugar con ella, pero algo que le dolía era no darse cuenta de que Christian estaba sufriendo a temprana edad.

Termino de bañarse cuando algunas sirvientas pusieron el agua caliente en la piscina, Ana trataba de ayudar pero las miradas matadoras eran demaciado fuertes, solo puso los pétalos de rosas en su baño, de mala gana le habían preguntado si querían que la ayudarán a bañarse, pero ella simplemente se había negado.

Después de un baño que la relajo fue hasta aquella caja que siempre cambiaban y miro las joyas que le habían dado, pero la única que le importaban eran las de Christian y Cassian, el collar que su esposo le había dado, siempre lo tenía y su anillo a veces se lo sacaba porque tenía miedo a perderlo, pero después de eso no le importaba otra joya por más brillante que fuera.

– Veo que ya está lista mí reina – entró  Kate sin tocar y haciendo una falsa reverencia, Ana ya estaba acostumbrada a que Kate sea Kate, la sentía como una hermana así que no tenía problema en que fuera como ella quisiera.

– Todavía no sé porque haces una falta reverencia.

– Porque si la vieja me ve y no hago la reverencia me mata, a parte de que pensé que estaba el rey – dijo algo temerosa, Kate tenía que admitir que le daba algo de miedo algunas veces Christian.

– No está y no creo que esté muy pronto – dijo decepciónada Anastasia

– Almenos tienes que admitir que debe ser hermoso tener esa maldita cama para ti – Ana río

– Creo que si.

– Bueno mí querida reina, tú siéntate que hago mí magia negra – ambas rieron

Mientras que Kate trenzaba el cabello de Anastasia ambas hablaban de cualquier cosa que les venga a la mente y reían, eran como niñas pequeñas que por todo el castillo se podían oír sus risas, algunas sirvientas pasan y las miraban raro ya que nunca una reina se había encariñado tanto con una sirvienta.

– Aún no sé cómo soportas  ser una reina – dijo Kate sentándose en la cama de Ana

– Bueno te lo dije una vez pero la verdad creo que lo hago por...

Entre Caballeros y EsperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora