Jeriel

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Era fin de semana y ese día era quizá el más emocionante para Marla, podría quedarse en casa, leer un poco, practicar para sus clases, mirar alguna película acompañada de un vino y quizá algo para comer. Pero este fin de semana en específico, no era ese. Días atrás una joven que la vio tocando en un restaurante para el que solía trabajar 2 veces por mes le había insistido hasta el cansancio para que tocara en su boda.

Y pues ahí estaba ella, intentando entrar en un vestido rosa de satín sin espalda y un par de tacones blancos con tiras hasta las rodillas que tomo del armario de su amiga.

-Wow- Soltó Rita intentando no tirar su café de la sorpresa- De que se trata esto, ayer andabas con chándal por la vida y hoy eres como una Jenner, pero en pequeño-

-Tonta, te dije ayer que me han contratado para cantar en una boda, pregunte cual era el tema de la decoración y me dijo que colores pastel, así que esto fue lo más barato de un tono pastel que encontré en el centro-

-Es verdad, me lo habías comentado, pero si te soy sincera pensé que las mandarías a la mierda unos días antes, tú sabes, odias las bodas-

-Odio las bodas, pero no el dinero. Además no puedo, sabes que no puedo ser malvada con la gente genuinamente amable, y esa chica es como miel pura- hizo un gesto de desagrado al recordar la amabilidad con la que le pidió cantara más de una vez- ¿Puedes acercarme al lugar?- dijo extendiéndole la dirección y Rita ya estaba ahogándose de nuevo.

-¿Qué demonios el Palacio de Hampton Court? Pero a quien le vas a cantar a la hija de ¿Quién o qué?-

-Ni idea, pero me ha pagado tan bien que podremos cambiar la alfombra de las escaleras- Rita hizo un pequeño baile de felicidad tomando sus llaves automáticamente

-Vamos nena, te llevo al fin del mundo-

Al llegar acordó con Rita que le llamaría para que viniera por ella al terminar la boda, el tiempo en auto de Brixton a donde estaban era de más de 30 minutos, y ni de broma planeaba ir en tren con tremendas fachas.

En la entrada la dirigieron al lugar detrás del escenario donde le habían dejado las cosas que necesitaría para el evento. El acuerdo fue cantar las peticiones de la novia durante el brindis y el baile nupcial, para el entretenimiento existiría un grupo para amenizar. La lista que le había mandado la novia semanas antes era algo fácil, Adele, Sam Smith, Lorde, cosas muy básicas, salvo una canción llamada "Si nos dejan", "Nos vamos a querer toda la vida" reía mientras repasaba la letra no dejando de pensar que eran unos pobres imbéciles.

Mientras Marlena estaba sentada degustando un poco de los bocadillos viendo como en el jardín las luces iluminaban el castillo y la música inundaba la felicidad de los recién casados a unos cuantos metros alguien la miraba impresionado.

Ya sea por destino o por el hecho de que Londres algunas veces parecía un pañuelo, Jeriel Danner quien días atrás le había ofrecido fuego en el centro de Brixton, estaba intentando descifrar si era la misma chica que vio con el cabello hecho un nido y ese vestido negro ceñido al cuerpo aquel día. Quizá se la estaba alucinando y es que la verdad de alguna manera la busco en los bares cercanos a donde se habían encontrado durante las dos semanas siguientes a su encuentro. Pero Marlena era escurridiza, y esos ojos miel se perdían en la multitud cuando de ser encontrada se trataba.

Cuando fue el momento del Banquete, la miro caminando por en el escenario para sentarse frente al piano blanco de caja que habían mandado a colocar específicamente para este momento. Era una joven de minimo 1.60 o quizá menos, sus caderas y sus pechos conjugaban una figura voluptuosa de manera natural y coordinada, su cintura era lo segundo más hermoso en ese cuerpo que le hipnotizaba, lo primero era su sonrisa felina, y ese gesto de suficiencia con el que se movía ante la mirada de todos.

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