Miranda

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Esa misma noche Jeriel se fue temprano a la cama, se estaban quedando en el hotel de sus abuelos, Marla se quedó un momento en la terraza fumando con esa canción danzando por su cabeza. Si pudiese viajar al pasado y decirle a su yo que intentaba mantener la cordura que al final tendría una luz al final del túnel, seguramente pensaría que era una mentira, pero no era así.

Escucho un bullicio a lo lejos, y vio como la camioneta de su amigo llegaba junto con un sequito de seguridad para ayudarlos a entrar. Pasaron unos minutos hasta que sintió el frio de esos anillos recorriendo su espalda sobre los delgados tirantes de su vestido.

-Te ves fatal- dijo mirándolo sobre su hombro mientras le quitaba el tabaco de la boca para adueñárselo

-sono stanco...(estoy cansado)- respondió dejándose caer a su lado en el sofá donde la joven descansaba

-Jeriel seguro que está molesto-

-Por mí que se vaya a la mierda- chillo molesto con los ojos cerrados y la nuca recargada en el respaldo- sono stufo di tutto questo nascondersi (estoy cansado de esconder todo esto)-

-No, salo, non puoi farmi questo (No, Salo, no puedes hacerme esto)- respondio de inmediato mordiendo el interior de su labio- Non puoi venire a dirmi che sei stanco non puoi, non ora (No puedes venir y decirme que estás cansado, no puedes, ahora no.)-

-Sono sempre figlio di puttana. È così che deve essere giusto? (Siempre tengo que ser el hijo de puta, ¿Es así como debe de ser?)-

En realidad lo que pasaba por la cabeza de Salo mientras subía las escaleras era pedirle disculpas por la canción, decirle que sería la última que escribiría tan explícitamente para ella, que se alejaría por un tiempo y que cuando al fin comprendiera que su tiempo se termino que regresaría nuevamente como ese amigo que conoció con solo 17 años. Pero al verla fumar y tararear mentalmente la melodía no pudo hacerlo.

-Marlena...- intento retomar la conversación después de un muy prolongado silencio, pero alguien más llegaba tras de ellos haciendo sonar en el mármol esos molestos tacones de aguja.

-Pero miren nada mas- y el sonido de esa voz hizo que Marlena se levantara de un salto del sofá donde su mano y la de Salo se unían escondidas- yo que creí que te encontraría con mi cuñado, y mira con quien te encuentro-

Al fin estaban cara a cara de nuevo, Miranda y ese perfecto vestido negro señido al cuerpo, ese cabello rubio teñido y esa piel blanca y perfectamente cuidada... toda ella y su perfección, al fin estaban nuevamente frente a esa Marlena de cabello revuelto, piel bronceada y vestido ligero, eran como el día y la noche.

-¿Qué haces aquí?- dijo Salo poniéndose frente Marlena como quien intenta cubrirla de un disparo al corazón

-Tranquilo, yo solo vine a ver a los abuelos de sorpresa, pero la sorpresa me la lleve yo-

-Solo lárgate, no es como si los abuelos quisieran saber de ti-

-Cállate de una vez, ¿Acaso en estos años que le perdí la pista se volvió muda?, al parecer Londres te ha dejado bastante desalineada, y ese cabello- se burlo mientras la joven pasaba sus manos por su ropa y su cabello intentando estar mas presentable- en fin, que se puede esperar de ti, siempre has sido un desastre hermanita-

-Miranda, si no te vas, te saco yo mismo-

-Calmado, que yo vengo en son de paz, después de todo, las rencillas han sido limadas- dijo levantando las manos en burla

-No quiero pelear Miranda- y la voz de la joven salía como un hilo- será mejor que nos marchemos si es que te quieres quedar- intento ser cordial y amable como si todo lo que acababa de decir no le hubiese quemado la piel

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