Santo

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-El medico ya viene en camino- dijo Rita en cuanto cruzo la puerta del apartamento de Marlena para subir rápidamente hasta su habitación

-La fiebre no le para, lleva dos días así, no come, y solo duerme, estoy muy angustiado, no sabía a quién más llamar-

-¡Porque demonios no me llamaste antes!- regreso sobre si para empujar al joven claramente descompuesto- sé que es difícil, lo sé, pero si no puedes hacerte cargo se debe pedir ayuda-

Cuando entro a la habitación el estómago se le hizo un nudo, ahí estaba 45 kilos de pena con los labios blancos y una toalla fresca en la frente. Ni si quiera estaba consiente.

-Deja al médico, llama a una ambulancia- dijo en seguida haciendo que Jeriel se sintiera como el más inútil del mundo.

-Perdón, ella decía que todo estaba bien-

-¿Acaso no tienes ojos? ¡No está bien! ¿Qué sucedió?-

-Ha sido la peor semana de mi vida- dijo dejándose caer al suelo entre llanto.

Rita sabía que no era su culpa, pero estaba molesta de ver a esa persona que tanto amaba reducida a la nada entre tanta pena. Pronto los paramédicos llegaron sacándola del lugar. Jeriel no podía acompañarlos, no podía permitirse un escándalo tras otro. Y esa frase solo consiguió que Rita se volviera aún más loca de la rabia gritandole cuanto lo detestaba en ese momento y cuan egoísta era ante sus ojos.

Para la noche Jeriel llego al hospital enfundado en unos deportivos negros, con la barba corta y bien bañado. En cuanto entro a la sala de espera supo que el ponerse presentable en este momento no era una buena idea; pues frente a él los padres de Marlena estaban aún con la ropa de trabajo, incluso su Tristán y Tarla traían aun el uniforme de la pescadería.

Octavio giró la cabeza furioso no quería verlo. No quería tenerlo enfrente. Y del otro lado de la sala se topó con su equivalente. Un Salo maleta en mano llegaba corriendo preguntando desesperado a la enfermera por la joven.

-Salo- le dio alcance Tristán llevándolo consigo.

-Jeriel- dijo Cata dándole alcance- ven conmigo-

Lo sabía, lo sabía sin que nadie se lo dijera, esto era el final.

-Lo siento, no sé porque pensé que tenía espacio para... no se ni que decir, estoy hecho una mierda- y pasando su mano desesperadamente por su rostro comenzó a llorar.

-Querido, yo sé que la quieres, lo sé, eres un hombre sincero, amable, amoroso...Pero querido, ella no es para ti-

-Pero yo la amo, esto parece una pesadilla, hace dos días estábamos felices, y de un momento a otro estamos en un hospital, no lo puedo entender. Siempre está al filo de todo, no puede solo ser feliz-

-No querido, ella no puede solo ser feliz. Y tú la has hecho feliz estos años, yo me siento incluso en deuda contigo. Pero a veces estas cosas van a pasar, y a veces pasaran sin razón. Y si tú vas a tomar tu tiempo para ponerte un perfume caro antes de ir a su auxilio, creo que esto no va a funcionar. Ella siempre estará para ti, incluso cuando se esté rompiendo-

-Pero ella decía que estaría bien- y no podía evitar el sollozo desesperado que le explotaba en el pecho

-Si hubiese podido ella misma habría venido al hospital para que no te dieras cuenta, o para que nosotros no nos diéramos cuenta, ella nos quiere tanto que no entiende que cuidar de ella no es una carga, es parte de amarla-

-Mi madre y su hermana dijeron cosas realmente horrendas, y antes de eso yo pelee con ella, y ella peleo con Salo. Supongo que debí de haber previsto que no podría con tanto. Pero yo estaba molesto con todas las cosas que me pasaban, que solo me centre en ello-

-Por ahora déjalo estar. Que esté mejor podrá hablar, tranquilo. El doctor dijo que es un cuadro de estrés post traumático, supongo que fue por encontrarse con Miranda, la ansiedad se la llevó de largo, pero estará bien, saldrá adelante, tú no te preocupes-

Jeriel camino por el pasillo hasta encontrarse con el aire de la salida. Frente a él a unos pasos Salomon fumaba recargado en una banca con los ojos cerrados.

-A veces pienso que su vida sería más fácil sin ninguno de los dos en ella- dijo el joven italiano sin mirarlo

-Te mentí, no estamos prometidos-

-Lo sé, ella le tiene pavor a los anillos de compromiso, seguro y te vomita al ver un diamante en su dedo- y ambos rieron- Debí ser sincero contigo y decirte que de verdad estaba interesado en ella, jugué chueco, lo lamento-

-Debí dejar de presionarla para dejarte atrás, ahí solo yo falle-

-La piccola stella- suspiro- esa es la canción que comenzó a tararear cuando se empezó a enamorar de ti, y yo odio esa canción, pero que puedo hacer, ella se enamoró de alguien perfecto, no sabes cómo se dispararon mis inseguridades cuando te conocí, eras todo lo bueno que pudo haberle pasado-

Ambos guardaron silencio, nunca hablaron lo suficiente para decirse este tipo de cosas, ¿En realidad había sido bueno para ella? no estaba seguro de eso. Él lo sabía, no tenía necesidad de decirlo, él jamás tomaría un avión para volar de Roma a Londres, solo por un ataque de pánico.

Al día siguiente estaba mejor, aunque aún un tanto débil. Sus padres entraron a verla, y ella se disculpó como solía hacerlo por preocuparlos de nuevo. Su madre la acobijó mientras su padre le picaba sandía para hacerla comer algo "fresquito"

Por la tarde Temottee y Rita le intentaron hacer reír, aun no querían tocar el tema, querían dejarla descansar lo suficiente hasta que tuviera la fuerza de afrontar todo lo que la llevó a ese momento.

El doctor dijo que debía quedarse dos días más hasta que estuvieran seguro que ese colapso no pondría en peligro su vida ni su salud mental por demás.

Ella estuvo de acuerdo al igual que sus padres y su tutor legal, quien sorprendentemente era Salo. Jeriel no podía estar constantemente en el hospital, era un lugar concurrido, y una que otra vez terminaron reconociéndole, por el contrario Salo mandaba a todos a tomar por el culo cuando le reconocían, era obvio que estaba en un mal momento así que todo se redujo a no dirigirse a él.

-Cuando fui por Marlena en el ya sabes, necesitaban que alguien quedara como tutor, por cualquier incidente futuro- comenzó a explicar a Jeriel quien se escondía en uno de los patios traseros- por eso termine firmando, jamás creí que volvería a ocupar ese puesto- rio cansado

-¿Hace cuánto que no vas a casa?- pregunto al ver como parecía llevar la misma ropa

-Está bien si tú quieres ir y venir de aquí, pero yo no puedo tener esa calma, soy un neurótico, necesito saber que está bien, incluso si no la veo. Así que aunque duerma en el auto de Cata, yo no me voy a mover de aquí-

-Cada vez me agradas menos, es como si intentara competir con un santo- y ambos rieron

-Quien me conoce bien ese es la última palabra que ocuparía para describirme...Lo que pase después de que la den de alta estará bien. Lo prometo- y nuevamente como todas sus conversaciones se perdían después de un silencio incapaz de ser roto. 

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