La Pareja

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Esa mañana era calurosa por demás, tenía tanto tiempo que había evitado regresar a Positano que le era casi imposible no sentirse nerviosa. Había pasado un año desde que su hermana salió victoriosa de ese encuentro fatal. Y a decir verdad a estas alturas de la vida aún se preguntaba si fue buena idea darle tanto poder en ese momento y perder a Salo.

Salo...

Siempre venia a su mente... que difícil era olvidarlo. Y no solo para ella, sino también para ese hombre que caminaba a su lado mientras recorrían la costa jugueteando entre sí.

Definitivamente algo estaba haciendo mal, de eso no tenía duda, pero en realidad jamás existió en su vida una decisión de la cual se sintiera extremadamente segura, a menos que fuera esta, esta se sentía muy cercana a ser "buena" al menos intentaba convencerse de ello.

Jeriel no podría entender de qué manera esa chica que caminaba junto a él con los tacones en la mano tarareando canciones que muchas veces no reconocía pudo haberse metido tanto en su corazón. La amaba. La deseaba cada día más. Era como si ella mirase el mundo de una manera completamente diferente y el tuviese una fijación por verlo a través de sus ojos.

Pero aun amándola tanto, existían días en los que se sentía insuficiente, egoísta, un niño. En realidad él amaba a Marlena... pero solo en los días felices. Cuando la luz de la joven parpadeaba o se volvía un poco más opaca de lo normal se llenaba de miedo, el jamás se enfrentó a esos sentimientos ni de manera personal ni por otra persona. Y aunque ella jamás le pidió compartir sus malos momentos estaba seguro que en esas noches que con desesperación tomaba el ferry de media noche para ir con su madre aun con lo mal que le sentaba el viaje, pensaba en ese otro hombre que tomaría un avión en ese mismo momento de saber que se estaba derrumbando.

-¿Segura que no quieres acompañarme?- le volvió a insistir Jeriel para que le acompañase a Teatro Dell Ópera di Roma- Vamos, es privado, sé que lo amaras- y levantándola por la cintura no pudo evitar asentir mientras le llenaba la cara de besos.

La pareja había sido fotografiada miles de veces, ahora eran una dupla en redes y aunque ella seguía lejos de toda esa interacción, no podía evitar salir en las de su pareja. Quizá ese fue el más grande error de Jeriel, llevar la fantasía que mostraba a su vida real, evitando lo malo, como su madre le había enseñado.

Ese día tan caluroso tenia escrito en letras de oro, que sería el mejor día para los encuentros fortuitos, no podría ser de otra manera.

El primero comenzó con Adriano, quien le hizo honor a su fama de perezoso y llegaba media hora tarde al hotel, traía una sudadera deportiva aun con 38°, pero no podía permitirse ser descubierto, seguramente todos le matarían si la horda de gente llegase a aparecer. Entro apresuradamente por el estacionamiento y mientras intentaba pasar desapercibido por la recepción la vio...

Era Marlena, de pie con un vestido color hueso de strapless con una abertura arriba del muslo. Lejos de las fotografías que veía en internet no le volvió a ver, se quedo mudo de pie con la tarjeta de su habitación en mano, "Si Salo la ve se muere" pensó y ese pensamiento fue reforzado al ver como Jeriel enfundado en una camisa blanca de seda y unos pantalones negros de lino caminaba hasta tomarla de la mano. La sonrisa que ella le dio al joven era hermosa. "Definitivamente se va a morir" confirmo al ver a esa pareja perfecta caminando de la mano hacia la entrada.

Jamás en su vida subió unas escaleras tan rápido como en ese momento. Toco la puerta de Theodor  desesperadamente, el cual molesto y adormilado por el viaje le abrió la puerta.

-¿Estas demente?- dijo en cuanto abrió la puerta

-Yo no, pero seguramente tu perderás la cabeza no tardando- y mientras se quitaba desesperadamente la sudadera antes de caer desmayado y deshidratado se lo dijo sin rodeos- Marlena y Jeriel están aquí-

-No me jodas- contesto girando sobre su propio eje con ambas manos sobre el rostro- No pueden encontrase, ni de coña, pero no podemos movernos de hotel-

-Marlena se veía muy feliz-

-Eso lo va a matar- dijo dejándose caer en el asiento, además hoy daremos la canción nueva-

-No creo que tengamos problema, ella ya no es pelirroja-

- Eres tonto, o que. No es solo eso, la canción puede no llevar su nombre pero es toda su vida, no es lo mismo cantarla al aire a que ella la escuche y se puedan encontrar-

-¿Puede ser bueno?- Soltó Adriano sonriendo incomodo- tu sabes, quizás se encuentren y se vuelvan a enamorar-

-Adriano, querido, ellos jamás se han dejado de amar-

-Pero yo vi a Marlena, y miraba a Jeriel como si no existiera nadie mas-

-También hemos visto a Salo mirar a miles de chicas con esa actitud, pero al final de la fiesta el único nombre que recuerda es el de ella-

Ambos se quedaron en silencio un largo rato. Theodor pensó que quizá no era si labor interferir en ese encuentro, quizá así debía ser quizá tenían que encontrarse, después de un año tenían dos opciones, o se sonreirían el uno al otro como lo que eran, viejos amantes, o terminarían en un ir y venir pasional. Si esto fueran apuestas en las vegas, el daría todas sus fichas a la segunda opción.

Al entrar al teatro, Marlena trajo a su pecho el día de la boda de Sophia, en ese enorme castillo, caminaron por los pasillos de la mano mientras el se detenía una que otra vez a saludar a los presentes se dirigieron a su palco y ella no dejaba de sentirse incomoda en cada situación donde la vida acomodada e irreal de el joven se hacia presente. Se sentó observando el lugar, tenia una vista perfecta.

Cuando era niña su padre la llevo a escuchar la opera por primera vez, este día serian solo presentaciones con orquesta, pero para alguien que amaba la música tanto como ella, era igual de hermoso.

-Tenias razón- dijo pasando sus brazos por el cuello de Jeriel- estoy fascinada- el chico dio esa enorme sonrisa que solía desarmarla

-Aun faltan unos minutos, ven conmigo- le susurro tomándola de la mano mientras recorrían los pasillos hasta encontrar uno lo bastante oculto- Por los viejos tiempos- susurro a unos centímetro de su boca con ese gesto sensual que vio por primera vez hacia varios años durante la boda de su hermana.

La recargo en la pared, para besarla como en ese entonces, con deseo y sin pena. Sus manos sujetaban su cintura mientras deseaba que sus tacones fueran mínimo 10 cm mas altos para poder apoyarse sobre su centro. Los besos se convirtieron en toqueteo, y el deseo se hizo presente. Al final del pasillo había un letrero que decía "auxiliar" y ambos se sonrieron cómplices. Y trastabillando se perdieron en el.

Lo que no sabían era que al inicio de ese pasillo estaba Salo de pie con la mano en la boca intentando que no le rompieran la quijada. Los vio caminar por el pasillo y como si fueran un faro y el un mosquito termino siguiéndolos. El verlos a ambos como dos adolescentes le trituro el corazón. No es como si jamás hubiera visto a Marlena tener sexo con alguien mas, era que jamás la vio con alguien a quien amara, y ese simple sentimiento cambiaba todo.

Como pudo regreso por el pasillo intentando no desmoronarse. Tras esa puerta, Jeriel tenia a Marlena sobre un escritorio viejo con el vestido hasta la cintura, mientras la embestía jadeando en su odio. Sus voces ahogadas en el deseo, sus manos buscando su punto de placer y toda ella mojando la hombría del joven mientras se aferraba a la madera en el orgasmo.

-Eres bellísima- le susurro mientras ambos se recomponían.

Intentaron verse lo mas decentes posibles mientras salían corriendo de ese lugar como si fueran dos niños traviesos. Salo los escucho pasar frente a su camerino, era su risa, no tenia duda, abrió la puerta para comprobar y mientras la silueta de esa pareja enamorada desaparecía por el andador que llevaba a los palcos sintió que se le escapaba el aire.

Termino de rodillas arrancando las perlas de su cuello, y el corset, le faltaba el aire, sentía que moriría, jamás se sintió tan en la mierda. Una cosa era ver tonterías de la red y otra comprobar que no eran tonterías, era toda la verdad, toda la jodida verdad. Se amaban... y ante eso él no podía hacer nada. 

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