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En algún punto todo dejó de doler. O eso deseaba, porque estaba cansado de que su piel se sintiera frágil y dolorosa, estaba cansado de mantenerse quieto y obediente frente a otros. Por eso, cada que no lo miraban, cada que se daban la vuelta y se olvidaban de él entonces huía, aunque fuera por unos momentos. Jeonghan estaba seguro que si le daban aunque sea cinco minutos para huir de ellos, para correr sin estar encerrado entonces nadie lo atraparía.

Jeonghan siempre fue rápido, desde pequeño, cuando corría por la casa parecía volar entre los pasillos, saltaba de las escaleras y al aterrizar volvía a correr como si nada hubiera pasado. Conocía cada habitación, y podía escuchar cada paso. Le encantaba correr y esconderse, le encantaba escuchar a su hermano menor atravez de las paredes e ir hasta él para tomarlo en brazos. En esos momentos todo estaba bien, porque Hoshi era pequeño y adorable, sonreía tan alegremente que Jeonghan pensó que era imposible ser tan feliz. Pero cuando su celo se presentó revelándolo como un omega lo encerraron para siempre.

"¡Por fin te quedarás quieto!" Eso fue lo que le gritó una loba de servicio. Ella eran grande y vieja, pero siempre trataba de correr detrás suyo. "Los omegas tienen que ser buenos chicos y quedarse quietos."

"Aun puedo correr." Fue lo que dijo antes de quitarle las llaves y correr con ellas para salir.

"¡Ah! ¡¿es que nunca te cansas?!"

"¡No!"

No. Que gracioso. Porque ahora estaba cansado. La mayoría del tiempo no podía respirar bien, sus pulmones se contraían y lo hacían hiperventilar cuando el ambiente era fresco. Jeonghan estaba seguro de que tenía que ver con una patada que recibió en las costillas, pero cuando lo comentó lo trataron de idiota y le dieron un par de pastillas que lo mantenían casi dormido. Dejó de tomarlas pocos días despues.

—Hannie.— Escuchó la voz tristona de Hoshi y miró hacia la puerta. —¿puedo pasar?

—Pasa.— Pidió.

Hoshi abrió la puerta y se asomó como un cachorro, sus ojos tristes y puchero en los labios lo enterneció. Dos semanas desde que Minghao se había ido, Hoshi estaba triste por eso y no se molestaba en ocultarlo, todos lo sabían, y todos hablaron de ello por unos días, hasta que prefirieron hablar de cómo Jeonghan había sido el culpable de todo. Estaba bien, prefería eso a que empezaran a juzgar a su hermano menor.

—Joshua me dijo que cuando viniera a verte trajera a tus cachorros, pero creo que no quieres verlos.

Sonrió. Claro que no quería ver a los cachorros. No quería ver a nadie. Excepto a su tonto hermano tristón.

—No dejes que Joshua te ordene nada.— Respondió apartando su mirada. —Tampoco papá o el abuelo.

—¿aun te duele?

—No. Ya no siento nada.— Jeonghan alzó su brazo presionando con fuerza los hematomas. Su piel magullada no podía ser más desagradable.

—No hagas eso...— Hoshi le tomó la mano. —¿así cuando vas a recuperarte?

—¿Por qué tanta prisa?— Se encogió en hombros. —No tengo nada que hacer.

Pero si tenía algo. El recuerdo de ese chico, Woozi, llegó a él, claro que tenía algo que hacer, según su agenda le tocaba prostituirse con el bajito amigo de Mingyu. Pero no podía ir en ese momento porque nadie querría tener sexo con una persona maltratada, similar a comer una fruta: Nadie quería comer una manzana magullada y podrida, de solo pensarlo le daban escalofríos y su sentido del deber le dictaba que no era justo. Si Woozi le había regresado al cachorro entero lo menos que podía hacer Jeonghan por él era intentar darle un buen servicio. Como si fuera un prostituto.

Sería entretenido si lo fuera.

¿sería como tirarse sobre una cama y ya? Era lo que siempre hacía con Joshua. Como si fuera una muñeca de trapo... o inflable. Ojala fuera inflamable, así podría quemarle el pito a...

—¡Papá!— El cachorro más grande entró por la puerta corriendo. Extendía sus brazos hacia la cama y se golpeó contra la pierna de Hoshi antes de llegar a él. ¿Cuántos años tenía? ¿Dos? ¿Tres? ¿A quién le importaba?

—Lo traje porque el Señor Joshua me pidió que lo hiciera.— Anunció un lobo de servicio manteniéndose en la puerta.

Jeonghan miró al cachorro y como este intentaba subir a la cama, parecía a punto de llorar. Que estrés. Lo empujó suavemente con la pierna y el niño cayó de espaldas, pero Hoshi lo atrapó alzándolo y dándole pequeños besos en la mejilla.

—Aun no puedo comprender porque eres tan malo con ellos.— Dijo Hoshi. —Son realmente adorables ¿Cómo no amarlos?

—Él es tan feo...— murmuró extendiendo su brazo hasta el cachorro. No lo tocó.

Touch [Jeonghoon] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora