DEBE SER

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Hola chicas. Creo que os estoy malacostumbrando, subo demasiados capítulos últimamente. Gracias por los comentarios y votos. ¿Cómo va la batalla de ships?

POV Natalia

Las clases hacían más largas la horas. Trataba de concentrarme, pero no lo lograba. Incluso llegué a echar de menos mi trabajo de verano. Una cosa era aceptar la soledad, y otra muy distinta obviar la idea de no ser lo suficientemente buena para alguien. Había perdido la ambición, casi no iba a la universidad, y si iba no solía entrar a clase. A pesar del poco tiempo que pasaba en casa con mi madre, solía preferir estar sola en mi habitación, llegaba a evitar a Claudia para que no me pudiese preguntar por Nerea. Un mecanismo de defensa que parecía no poder controlar se encargaba de ahuyentar a todo aquel que se acercase, a pesar de que lo último que debería hacer es quedarme sola. El tiempo corría en mi contra, ya no me ofrecía consuelo, sino tortura y agonía. Incluso este año no llegué a apuntarme al consejo de estudiantes. Había días en los que intentaba volver a la normalidad, me levantaba pensando que aquel sería un nuevo comienzo, pero cuando llegaba a la facultad me invadían los recuerdos y las miradas de mis compañeros de clase, que esperaban atentos para no perderse ese momento en el que me derrumbe finalmente. Nadie quiere perderse ese momento, y después poder rebuscar entre los restos de tu fracaso, compitiendo por ver quién consigue encontrar la parte más putrefacta. Es entonces cuando todos acuden a ti, exclamando y sin entender cómo has llegado a ese punto. Los ves conmocionados diciendo: ¿cómo no te diste cuenta que estabas cometiendo un gran error? Y tú educadamente te haces a un lado y esperas que tarde o temprano dejen de sentir lástima por ti. Cuando en lugar de eso debería responderles: ¿cómo no os disteis cuenta de que estaba cometiendo un gran error? Yo me sentía así. No quería pasar tiempo con ellos, porque veía en sus ojos mi fracaso reflejado. Nadie parecía querer ayudarme a superar lo ocurrido, sólo se aseguraban de que no olvidase aquellos recuerdos. Algunos días los pasaba en los pasillos de la facultad, mientras los demás iban a clase. Me sentaba en uno de los bancos de los pasillos y dibujaba o leía. Fue allí donde me encontró.
- ¿No deberías estar en clase?- levanté la cabeza para ver a Sara con su ordenador portátil mientras abría con llave una puerta cercana.
- No, no debería.- digo volviendo a mirar mi cuaderno.
- ¿No te aburres?- ni siquiera sé por qué me está hablando, yo no lo haría después de cómo la traté.
- Un poco.
- Entonces levanta, me vas a ayudar con mi trabajo.- tras decir eso desaparece rápidamente por la puerta.
Por un segundo creo que bromea, pero veo que se asoma de nuevo y me hace una señal. Mi curiosidad tira de mí y hace que guarde las cosas y la siga. Entro dubitativa, esperando que en cualquier momento se burle de mí o haga algún comentario al respecto. Se trata de un estudio no demasiado grande. El mobiliario está formado por tableros sustituyendo las mesas en el centro y algunos taburetes alrededor. Casi todo está ocupado por materiales o planos. En las paredes hay un par de corchos con herramientas. Unas ventanas alargadas en la parte superior favorecen la eliminación del olor a pintura de los botes. Jamás hubiese dicho que un arquitecto podría trabajar aquí.
- ¿Es aquí donde haces tu proyecto?- pregunto mirando la sala.
- Sí, como que se la he alquilado a la universidad.- dice mientras enciende el ordenador.- ¿Quieres ver cómo quedaría el bar tras la reforma? Tengo aquí los dibujos.
- Claro.- me acerco y veo que abre un programa que ya he utilizado en clase, pero su resultado es mucho más sofisticado, está incluso en tres dimensiones, permitiendo hacer rotar la imagen. Me resulta incluso difícil reconocer el local. La distribución es distinta, incluso los muebles y el color.
- La única obra necesaria sería la cristalera de la que estuvimos hablando, lo demás es todo mobiliario y tabiquería.- explica junto a mí. Casi había olvidado que estaba allí.
- Supongo que no me importaría que Manuel me llamase para volver a trabajar allí el año que viene.- ella se echa hacia atrás en un taburete.
- ¿Es tu manera de decir que te gusta?- pregunta.
- No estoy segura.- ella sonríe ante mi ambigüedad. -¿Por qué me has pedido que entre?- pregunto cambiando de tema. Entre su inconstancia y mis cambios de humor no sé que está pasando.
- Porque necesito mano de obra con el proyecto.- dice señalando los materiales amontonados.
- Creía que querrías hablar.- ella hace una mueca como si no hubiese pensado en eso.- La última vez que nos vimos terminamos discutiendo a gritos. Oye, y perdona por eso, tuve un mal día.- o más bien meses.
- Ah, ¿que no sueles tener trastornos de personalidad normalmente? Entonces has perdido toda la gracia.- dice totalmente seria.
- Muy graciosa.- comento sin ganas.
- Lo sé. ¿Qué hacías sola ahí fuera?- pregunta organizando los materiales.
- No quiero que me sigan mirando como si les diese pena.- ya he escuchado todos los tópicos que puedes encontrar en frases de consuelo.
- ¿Por qué lo harían? No eres la primera a la que deja su pareja.- por fin parece encontrar lo que busca y empieza a tomar medidas. Yo la observo desde un taburete detrás de ella.
- En realidad...fui yo la que rompió con ella.- ella deja lo que está haciendo y me mira.
- ¿Y estás así porque tú rompiste con ella? Eres aún más complicada de lo que pensaba.- dice dándose la vuelta y apoyando su espalda en el tablero para quedar frente a mí.
- Resulta que ella no estaba enamorada de mí.
- ¿Por qué pensaste que si lo estaba?- cierro los ojos y escucho la cinta retroceder en mi cabeza.
- Cuando empezamos a salir ella todavía no había salido del armario, supongo que acudía a mí porque era la única que podía comprenderla. Solo eso, yo creí que era algo más.
- Las ocultas, esas son las más complicadas.- comenta volviendo a su trabajo. Supongo que no soy la única con experiencias de ese tipo.- Nunca he entendido a los homosexuales.- aunque no me mira, levanto una ceja curiosa.- Bueno, ni a los heterosexuales.- me quedo descolocada durante el segundo en el que no entiendo de qué está hablando.
Deja los utensilios y vuelve a mirarme como si le hubiese llegado una idea a la cabeza.
- A ver, todo el mundo sabe que en lo primero en lo que nos fijamos es en el físico, pero a la larga eso cambia, y si seguimos con esa persona es por su manera de ser. Eso es lo que permanece. La razón me dice que la opción más viable, incluso natural diría yo, es la bisexualidad. ¿Tan materialistas nos hemos vuelto que incluso limitamos nuestras relaciones al físico? ¿Hasta eso nos ha llevado el capitalismo?
- Para serte sincera, tal y como lo explicas, es de sentido común.- digo tras meditar su comentario.
- Pero aún así, no te gustan los hombres.- dice más como afirmación que otra cosa.
- No sexualmente.- respondo dándole la razón.- Tengo que decir que entiendo tu punto de vista, pero no lo comparto.
- Irónico, ¿eh? Bueno, al menos tú lo entiendes.- supongo que la bisexualidad tiene igual o peor acogida que la homosexualidad.
- Confieso que me gusta cómo piensas.- ella se retira un imaginario sombrero solemne.- Quizás podríamos incluso llegar a ser amigas si dejases de mirarme como si fuese el aperitivo.- ella se ríe como si acabase de descubrir la trampa tras un truco de magia.
- Vaya, pensaba que era más sutil.- dice sin parecer afligida.
- Una cosa es estar deprimida, y otra muy distinta estar ciega.- ella levanta los hombros pareciendo descuidada.
- Solo disfruto de las vistas, ya sabes. No me limito.- un bufido queda estancado en mi garganta.
- Ya, bueno, tu trabajo...¿No necesitabas mano de obra?- ella hace una mueca y deja pasar el tema.
- Sí, allí. Rocía con espray los tubos de PVC.
Supongo que resultaba tanto tentador como peligroso. No estaba dispuesta a empezar una relación, ni aunque fuese solo física, durante un tiempo, aunque hablar con ella parecía ser renovador para mí, por su manera de pensar, por lo que hace. Estaba bien hablar con alguien que no conociese el tema y no juzgase, que tuviese un carácter más maduro. De algún modo dejé de lado el monotema, o al menos lo veía desde otro punto de vista. Tenía claro que con Sara no iba a econtrarme con esa mirada lastimera, todo lo contrario, es probable que siguiese haciendo burla sobre mi situación. Es como si pudiese parar el presente y tomarme un descanso alejada del tormento que me persigue. Quizás podría encontrar un equilibrio entre ambas partes, pero no estoy segura de si ella estaría dispuesta a aceptar. Me daba la sensación de que era ese tipo de personas que vivían el ahora, pero no del mismo modo que Nerea. Creo que ella lo hacía por miedo a lo que pudiese pasar, y Sara es porque prefiere disfrutar del presente, y sea lo que sea lo que traiga el mañana, lidiará con eso en su momento. Quizás cuando nos conocimos, de algún extraño modo, le llamó la atención mi autodestructiva actitud, entonces decidió pasar tiempo conmigo sin todavía plantearse mi papel en su vida. Supongo que yo también estaba haciendo algo parecido.

Pocos días después Claudia insistió en pasar tiempo juntas, bajo la promesa de no preguntar ni por Nerea ni hacer comentarios respecto a mis faltas de asistencia. Resulta que su hermana Esther tenía alguna hora libre en el instituto y quería visitar la universidad, ahí es donde Claudia encontró la excusa perfecta para lograr que pasase tiempo con ella sin ningún tipo de compromiso. Pasé gran parte de la mañana en el taller con Sara, ahora nuestras conversaciones se limitaban a sus conocimientos arquitectónicos y algún que otro comentario hacia mí que yo decidía pasar por alto. Hasta cierto punto dejó de resultar incómodo, ya que no era difícil ver el trasfondo humorístico que ella pretendía otorgarle. Llegaba a ser curiosa la ligereza con la que trataba algunos temas, simplemente rozando la superficie de la situación, como si guardase su artillería para el momento en el que realmente tuviese que tratar el tema.
Cuando la hora de comer se acercaba, salí del taller después de que Sara quedase de acuerdo consigo misma de que intercambiaríamos sus conocimientos por mi colaboración en su trabajo, a pesar de que no comenté nada sobre si volvería a pasarme por allí. Cuando llegué a la entrada me encontré con Claudia mirando el móvil, no había ni rastro de Esther.
- Ey, ¿todavía no ha llegado?- pregunto cuando llego a su altura.
- No, lo más seguro es que se haya escabullido a la cantina ya haya hecho amiguitos.- dice guardando el móvil para volver a sacarlo al segundo.
Poco después veo a Sara salir acompañada de una chica excesivamente arreglada para ir a la universidad. Me juego mi mano de dibujar a que le está hablando de su proyecto. Cuando pasa por delante de nosotras hace un gesto con la mano como saludo, sin dejar de hablar con su compañera. Respondo levemente mientras Claudia olvida a su hermana por un segundo al ver la interacción.
- ¿Quién es esa chica?- pregunta.
- Todavía no lo he decidido.- respondo sin tenerlo claro. Veo que levanta una ceja inquieta, pero deja pasar el tema cuando ve a su hermana acercarse.
- ¿Dónde te habías metido?- Esther levanta los hombros.
- Este campus es enorme, y tú das pena dando indicaciones.
- Adoro la reuniones familiares.- echo a andar antes de que empiecen otra discusión.
Claudia describe a grandes rasgos los lugares principales del campus entre breves discusiones de hermanas, mientras yo espero en segundo plano a que terminen el tour.
- Y aquí es donde pasarás la mayor parte de tu tiempo en la universidad.- comenta Claudia.
- Pero si aquí no está la biblioteca.- digo sin entender a qué se refiere.
- No, me refiero a la cantina.- dice señalando la terraza colapsada.- Vamos a comer.
Caminamos entre las mesas buscando una libre. Cuando la encontramos vemos que Esther no está, debe haberse quedado por el camino. Claudia y yo nos miramos sin decir nada y la buscamos con la mirada por el establecimiento. La localizo cerca de la mesa de billar hablando con un chico mayor que nosotras. Doy un toque en el hombro a mi amiga y le señalo en la dirección del suceso. En cuanto la ve frunce el ceño y camina hasta ella con los puños cerrados. Lo primero que hace es colocar una mano sobre el pecho del chico haciendo que retroceda un paso.
- Tiene sífilis, largo.
Suelta sin más frente al chico y coge el brazo de su estupefacta hermana para arrastrarla de nuevo a la mesa. Cuando llegan, Esther suelta su agarre de un tirón y se sienta con los brazos cruzados. Se queda unos segundos callada y me mira incrédula.
- Le ha dicho que tengo sífilis.- Exclama. Una pareja cercana la mira extrañada.
- Voy a tatuarte en la frente que eres menor de edad. Será mejor que controles tus hormonas.- le advierte su hermana mayor.
- Dijo la sartén al cazo.- susurro.
- ¿Qué has dicho?- levanto las manos desentendiéndome.
- De verdad, me da cosa ver el espectáculo que montáis allá donde vais sin pagar entrada.- digo negando con la cabeza.
- Habló la reina del drama.- me reclama la más mayor. 
- Sólo soy intensa.
Pasamos un par de horas en la cantina comiendo y charlando, o más bien escuchando sus discusiones, que más allá de una discusión real son burlas inocentes a las que se han acostumbrado desde hace años. Supongo que como cualquier relación entre hermanos, a pesar de todo, ellas son las únicas que se consideran indicadas para burlarse de la otra y no permiten que nadie más lo haga. Trato de disfrutar  de las pocas horas para socializarme que tengo últimamente pero mi mente fácilmente vaga a otros pensamientos que me hacen estar emocionalmente a kilómetros del presente. Me encuentro con la mirada de Claudia clavada en mí en un par de ocasiones, segura de que está utilizando toda su fuerza de voluntad para no preguntar. Damos por concluida aquella extraña quedada cuando Claudia y yo tenemos que irnos a hacer un trabajo. Esther promete coger el autobús y no meterse en líos haciendo autoestop.


POV Nerea
Por un momento olvidé que era ella cuando la volví a ver. Era ella, pero no estaba allí. Todo lo que es, su carácter, su personalidad, ya no quedaba nada. Quizás pensé que este verano le servirían para recuperarse, pero es como si no pudiese seguir adelante. Prácticamente no la veo por la universidad, y si lo hago no encuentro el momento para hablar con ella. Me preocupa, y me atormenta pensar que es por mi culpa, pero temo que un acercamiento por mi parte pueda dañarla más que servirle de ayuda. He consultado la situación con Hugo, como últimamente hago con todo, pero lo único en lo que coincidimos es que es una situación complicada para ambas. Él tampoco está en su mejor momento. Había roto con la chica que conoció en su universidad. Me confesó que nuestras conversaciones le habían hecho llegar a una conclusión, no quería estar con alguien por el simple echo de no sentirse solo, que ambos merecían algo mejor, y prefería que ocurriese así antes que ver la relación deteriorarse sin remedio.
La universidad seguía parecida, la mayor diferencia era que ya no éramos los novatos. Lo que nos convertía en guías y asesores de chicos perdidos. Con solo verlos podía recordar la ilusión que desbordaba cuando estaba en su lugar, era como si hubiese sido hace una eternidad, y había pasado sólo un año. Habían cambiado tantas cosas. En mi familia las cosas habían vuelto a la normalidad, aquella que añoraba tanto, pero de algún modo no encajaba. El fin de mi relación con Natalia había relegado a un segundo puesto mi sexualidad. No era que la rechazaran, simplemente no hablaban de ella, y no estaba muy segura de si eso era buena señal.
El pasado verano no pude encontrar trabajo, así que decidí hacer algo al respecto. Se me daban bien los estudios así que decidí ofrecer clases particulares a quien las necesitase, supongo que resultarían ser los estudiantes de primero. Coloqué varios anuncios por la facultad con mi número de teléfono para poder contactar. De todas formas tardé un par de semanas en recibir la primera llamada. Resultaron ser dos estudiantes, un chico grandullón con cara de bonachón que no le concordaba con su físico, y una chica con aires de hipster empedernida. Las clases quedaron en tres horas semanales en dos sesiones en la biblioteca, cuadrando con los horarios de clase de los tres, con la posibilidad de contactar conmigo si necesitaban consejo. Su ilusión les hacía trabajar con ganas, hasta el punto en el que debía pedirles que bajaran el ritmo. Supongo que nadie pide clases particulares si no va a aprovecharlas. Poco después se nos unió otra chica, parecía estar muy perdida con la materia ya que escogió una rama distinta en el instituto y desconocía algunas asignaturas. Creí que como mucho tendría un alumno, pero ahora tres me resultan demasiados. Las clases las hacíamos juntos, pero tampoco quería descuidar mis estudios por los de otros, así que decidí retirar los anuncios del campus. Después de una de las clases acudí a retirar el último que quedaba y casi había olvidado que seguía allí. Ya lo había despegado cuando una chica apareció a mi lado.
- ¿Eres tú la profesora?- pregunta señalando el papel en mis manos.
- Sí, bueno...sí.- me parecía raro que se refiriesen a mí como profesora.- Pero ya he superado mi límite de alumnos, por eso lo quito.
- Qué lástima, estaba interesada.- dice fingiendo hacer pucheros.
- No sé, quizás pueda añadirte al grupo que ya somos.- una alumna más significaría más dinero, y puede que tampoco sea un problema tener a más gente. Los negocios son los negocios.
- Oh, no. Solo necesitaría una breve consulta sobre matemáticas. ¿Podrías quedar después de comer?- supongo que así será mejor.
- Sí, no hay problema.- simplemente podría quedarme a comer en casa de Sofía y volver después a la universidad.
- Genial, pues esto me lo quedo.- dice tomando uno de los papeles del anuncio, obteniendo así mi número.- Hasta luego.

Pregunto a Sofía si puedo hacerle una breve visita y utilizar su microondas, ella no duda en reprocharme que debería ir a molestarla más a menudo. Ella me da la bienvenida volviendo a despotricar contra el sistema económico que la obliga a trabajar como dependienta en una tienda de ropa a pesar de ser una recién graduada preparada para el mundo laboral. Yo le cuento que mi recién descubierto oficio me obliga a pasar más horas en la universidad, pero mentalmente agradezco pasar algunas horas más fuera del desierto que es mi casa. Poco después de terminar de comer recibo un mensaje de un número desconocido que supongo pertenece a mi nueva alumna. Me comenta que ya está disponible, y de paso me pregunta mi nombre para no tener que guardarme en contactos como “clases particulares”. Camino de vuelta a la universidad para llegar a la biblioteca casi media hora después. La encuentro en la entrada entretenida con su móvil. No estoy segura, pero es probable que la haya visto por la facultad. Son muchos los alumnos y es imposible situarlos a todos. Nos saludamos brevemente y entramos a una de las salas de la biblioteca. Busco una mesa apartada para no molestar a nadie ya que tendremos que hablar para explicarle el temario. Saco algunas fotocopias que ofrecen los profesores como guía para las clases y le explico brevemente los pilares fundamentales de la asignatura al igual que lo he hecho esta mañana con los demás. Le ofrezco algunos ejemplos para que le ayuden a entenderlo, pero cuando le propongo que lo intente ella, decide que ya ha sido suficiente.
- Pero...todavía quedan veinte minutos de la clase.- digo mirando la hora.
- No importa, solo era una duda puntual. Me has sido de gran ayuda.- dice recogiendo sus cosas.
- Bueno, vale.- digo dubitativa.- De todas formas, tienes mi número por si necesitas algo. Y toma, son mis apuntes del año pasado, por si te sirven de algo.- digo ofreciendo las fotocopias. Ella les echa un vistazo rápido.
- Gracias, quizás esto me ayude a escoger carrera.- dice mientras guarda los papeles.
- Espera, ¿no estás en arquitectura?- pregunto sin saber si he entendido bien.
- No, estoy en mi último año de instituto.- responde como si nada. Yo miro alrededor esperando ver algo que me indique que es una especie de broma.
- ¿Entonces por qué me pides que te dé clases de una asignatura que ni siquiera cursas?- veo que rebusca en su cartera y deja sobre la mesa el dinero de la clase.
- Para conseguir tu número, y tu nombre.- dice mientras se levanta y suelta una breve risa.- Por cierto, el mío es Esther.



¿Qué os ha parecido? Ha cambiado un poco la historia desde aquella relación a escondidas, ¿no?

@OneShipper

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