ESPERA

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Perdón, por el retraso, he tenido unos días complicados.

POV Natalia

Cada cierto tiempo cambiaba de opinión. Algunas veces trato de asimilar que me limitaré a vivir día a día, tratando tomarme en serio mis estudios y fingir que no soy un caos por dentro. Veo inviable que pueda asimilar que estoy lejos de la persona que cría ser. Llego a plantearme que quizás sea una leyenda que nos convence de que no debemos encontrar al alguien para no morir solos. En una ocasión quise creer en cuentos de hadas, mientras la realidad me despellejaba. Se me ha caído el mito de que el amor puede con todo, tiene letra pequeña, de esas que nadie lee. En otros momentos pienso que quizás, solo quizás, no todo está perdido. Que si una vez me sentí así, puede volver a suceder. Pero me temo que sea demasiado tarde, que esté desgastada, que ya lo haya dado todo de mí y no quede nada. Es como si dentro de mí solo quedase veneno que contamina recuerdos y todo lo bueno que queda. No dejo que nada nuevo aparezca, como si prefiriese destruirlo yo antes que volver a verlo convertirse en polvo. Debería obligarme a ser optimista, pero tampoco es como si el entorno ayudase. Todos dicen que debería volver a la normalidad, dejar de lado mis emociones y centrarme en mi prioridades, como si debiera guardas mis problemas en un oscuro rincón de mi cabeza hasta que pueda fingir que todo esta bien, cuando en realidad sigo siendo un puto desastre.  Iba camino a clase, tratando de mentalizarme para entrar esta vez, pero antes de llegar me encontré a Nerea hablando bastante entretenida con una de las chicas de primero, me suena haberla visto salir de clase con Miguel. Se despiden y la chica desaparece para dejar a Nerea sola guardando algo en su bolso. Hace semanas que no hablo con ella, he llegado a pasar días enteros sin verla, pero trato de acostumbrarme a su presencia, como si fuese un recuerdo viviente. La tentación puede más que yo y decido acercarme por detrás.
- Parece simpática.- ella se da la vuelta de golpe, percatándose de mi presencia al momento, un tanto sorprendida.
- Em, sólo le doy clases particulares, con un chico y otra chica.- dice tras unos segundos de duda.
- ¿Quizás deberías intentar algo con ella?- ella entrecierra los ojos esperando que le diga que es broma.
- ¿Qué? ¿Me estás pidiendo que salga con otras?- pregunta incrédula.
- Te estoy diciendo que sigas adelante.- ella agita la cabeza como si no terminase de creérselo.
- ¿Perdona? Hace más de cuatro meses que rompimos y prácticamente no eres capaz de dirigirme la palabra. ¿Y soy yo la que debe seguir adelante?- dice cruzándose de brazos.
- Sí, quizás así dejes de mirarme como si te diese lástima.- ella ladea la cabeza y suelta un bufido.
- No siento lástima, estoy preocupada por ti.
- Será la primera vez.- ella levanta la cabeza altiva, como si eso no le hubiese dolido, y yo sigo inmutable, como si no me avergonzase de hablarle así.
- ¿Sabes qué? Quizás sí que siento lástima, pero no por ti, sino por la Natalia que eras el año pasado, porque parece haber desaparecido.- da un paso hacia atrás, y después de mirarme de arriba a abajo, empieza a alejarse de camino a clase.
Me quedo con los pies pegados al suelo. Ya no sirve ir tras ella, porque parece que si no puedo tenerla a mi lado, prefiero que esté lo más lejos posible. Quizás si relaciono los recuerdos preciados con situaciones desagradables, sea más fácil olvidarlos. Sigo pensando, dándole vueltas al por qué prefiero mostrarme como una auténtica gilipollas frente a ella, como contraste a todas las veces en las que me ha visto sin armadura, totalmente al descubierto, pero no entiendo nada, es como un resorte independiente que me aleja de ella. Arrastro los pies hasta la facultad, naufragando en pensamientos amargos, hasta llegar a la puerta que busco. Golpeo con los nudillos en ella, pero nadie responde. Sin pensarlo abro la puerta para acceder. Veo a Sara apoyada sobre uno de los tableros, frente a su ordenador con lo auriculares puestos. Ni si quiera se ha dado cuenta de que estoy allí. Me acerco y le quito uno de los auriculares. Ella un respingo sobre su asiento y me mira quitándose el otro.
- Soy una secuestradora que viene a matarte y vender tus órganos, entro.- finjo estar anunciándome.
- Secuestradores en la universidad, qué americano.- me siento junto a ella y dejo caer ambas manos sobre la mesa improvisada. - ¿Ahora qué? ¿Ha dejado de seguirte en Twitter?- la miro de reojo ignorando que se burla de mí.
- No, idiota. Soy yo, me comporto como una gilipollas con ella.- veo que cierra el reproductor y echa a un lado los auriculares.
- ¿Te molesta que ella no esté tan afectada como tú por la ruptura?
- No, no lo sé.- respondo haciéndome un lío.
- Si te sirve de algo, te comportas como una gilipollas con todo el mundo, incluida yo.- dice señalándose.
- Genial, eso me hace sentir mucho mejor.
- Estás de luto emocional, no quieras entender todo lo que haces y dices, no podrás.
- Necesito algo que me diga que de algún modo hice lo correcto, que todo este desastre tiene una finalidad.- digo dejándome caer hasta apoyar la frente contra el tablero.
- ¿Quieres que sea sincera?- me incorporo para mirarla.
- Vas a serlo de todas formas.- ella hace una mueca dándome la razón.
- Por lo que me has contado, parece que vuestra relación estaba basada en inseguridades, mentiras y dependencia.- dice enumerando con los dedos.- Al menos por su parte.
- Lo dices como si hubiese sido una tortura estar con ella.- digo rendida ante su comentario.- No lo fue.
- Lo que quiero decir es que no era una relación sana para ninguna. Hiciste bien.- quizás es mi razón, que no quiere escucharla, y esconde sus palabras tras el desconocimiento de Sara ante Nerea y nuestra relación.
- ¿Es así cómo eliminas a la competencia?
- Oh, no. No pretendo ocupar su lugar. Créeme, no esperes que te pida una cita, no soy de las que regala rosas.- dice negando con la cabeza.
- No me digas, ¿también tienes un cuarto de juegos?- por primera vez espero que se ría y no lo hace.
- No necesito un cuarto de juegos.- dice mirándome sin expresión.
Casi me atraganto con mi propia respiración al tratar de detener sus palabras. Coloco una mano entre nosotras y me bajo del taburete caso tropezando con mis pies.
- No. Deja de decir eso.- digo mientras doy un par de pasos lejos de ella.
- Cuando te pones nerviosa parece que tengas catorce o quince años.- ahora sí, ahora sonríe.
- ¿Y eso a ti en qué te convierte?- levanta los hombros sin importarle demasiado mi acusación.
- En una chica afortunada, ya que en realidad eres mayor de edad.
Durante unos segundos me quedo frente a ella señalándola con el dedo índice, buscando las palabras adecuadas que responderle, pero supongo que me quedo en blanco.
- Me voy.- ella vuelve a sonreír y se da media vuelta para seguir con su trabajo mientras yo salgo del taller.


POV Nerea
Del mismo modo que ahora no la soporto, una parte de mi me exclama que es por mi culpa. Si hace meses que la antigua Natalia, la que puso mi mundo patas arriba, parece ser otra persona, es por el daño que yo le hice. Ya cargo con demasiado rencor hacia mí misma como para poder soportar el suyo también. Quise ser libre, y ahora me la he llevado por delante. He pagado un precio demasiado alto para una recompensa que por ahora me parece ínfima. Es como cuando alguien a quien quieres está sufriendo y sientes impotencia al no poder hacer nada. Te gustaría poder cargar con su dolor y llevártelo lejos contigo, porque prefieres soportarlo tú que verlos sufrir. Por eso cargué con el dolor de los que me rodeaban antes siquiera de que supieran de su existencia. Ahora no puedo llevarme su sufrimiento lejos.
Cuando llego a casa suspiro agradecida al no escuchar nada. Probablemente no hay nadie en casa, lo que me permitiríá estar sola. Ya he tenido suficientes conversaciones carentes de informalidad por ahora. Últimamente me he dado cuenta de que suelo hablar menos en casa, quizás por el fresco recuerdo de ser ignorada tanto si hablo como si no. Cuando estoy abriendo la puerta de mi habitación escucho a alguien en la habitación de mis padres. Solo para asegurarme camino hasta allí para encontrarme a mi padre sacando una maleta de debajo de la cama, donde solíamos guardarla dentro de una bolsa de plástico. Mientras la saca, el ruido no le permite escucharme llegar.
- ¿Otro viaje de negocios?- pregunto desde el umbral de su habitación. Él se gira sorprendido por mi presencia. Rápidamente trata de calmarse y mira alternativamente entre la maleta y yo.
- No.- dice mientras coloca una mano sobre el colchón como ayuda para levantarse. - Pensaba que llegarías más tarde.
- Hemos terminado antes de lo que pensaba.- hablo todavía mirando la maleta en el suelo. - ¿Por qué la has sacado?- él la observa unos segundos para luego negar con la cabeza ligeramente, casi de forma imperceptible, como un advertencia previa. Finalmente la saca del todo y la coloca junto a la mesita de noche, después se sienta sobre el colchón.
- He estado hablando con tu madre. Hacía tiempo que no lo hacíamos.- de pronto habla como si comentase vídeos antiguos de la familia.- Nos hemos dado cuenta de algo, y es que dejamos de entendernos hace tiempo, no nos dimos cuenta porque nos dejamos llevar por la costumbre.- noto que mi cuerpo se balancea hasta tocar el marco de la puerta con el hombro y me obligo a permanecer firme colocando ambas manos sobre la madera.
- ¿Ibas a irte sin decir nada?- trato de mostrarme inmutable, pero me falla la voz. El rápidamente niega con la cabeza.
- No, cariño. Sólo me estaba llevando algunas cosas. Tenía intención de pasar algunos días en un estudio que he alquilado después de hablar contigo y con Pablo.- según habla la realidad se forma a mi alrededor dejándome encerrada. El aire pesa y me hunde desde dentro.
- No tuviste ninguna reunión en verano, ¿verdad?- él agacha la cabeza y cierra los ojos reconociendo su error.
- Tuve una discusión con tu madre, y ambos necesitábamos tiempo a solas.- la crueldad de mi ignorancia se pasea frente a mí, pavoneándose.
- Papá, ¿qué ha pasado?- rápidamente me llevo una mano al rostro para detener las lágrimas.
- No nos dimos cuenta de que dejamos de querernos, solo nos teníamos un cariño especial.
- Lleváis más de veinte años casados, ¿cómo que os habéis dejado de querer?- dejo que la frustración hable por mí y me arrastre.
- Eso no tiene nada que ver. Será lo mejor para ambos.- tira de toda su fuerza de voluntad para que no lo vea llorar sentado en su cama.
- Papá, estás diciendo que te vas, ¿cómo va a ser eso lo mejor?
- No somos felices juntos. De todas formas, eso no significa que mi relación contigo y tu hermano vaya a cambiar.
- Papá, claro que va a cambiar. No entiendo por qué te vas.- supongo que como muchas otras cosas, di por echo que duraría para siempre.- Lo podéis arreglar.
- No lo sé, cariño. Ya no somos los mismo que nos enamoramos cuando éramos jóvenes.- se levanta pesadamente, como si su cuerpo lo arrastrase.- Quiero que sepas que no importa lo que ocurra entre tu madre y yo, eres mi hija.- doy un paso atrás, mirando al suelo, como si eso fuese a evitar que me viese llorar.
- Pero aún así te vas.

LA VIDA UNIVERSITARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora