Siento el retraso. La situación sigue arecida, pero poco a poco he conseguido escribir este capítulo. Os iré informando sobre el preogreso de la historia.
POV Nerea
El ser humano es inconformista por naturaleza. Inconformista, egoísta, impaciente, vulnerable, irascible....Es la única raza que merece la extinción, y probablemente la logrará, tras alguna guerra por motivos estúpidos como el cierre de las redes sociales. Con los años nos hemos ganado enemigos, entre ellos la naturaleza ya vencida, pero aún así seguimos luchando contra ella, como si no la necesitásemos. Nos hemos enfrentado contra todo lo que nos vio crecer. Si alguna vez ha existido Dios, nos abandonó hace mucho, y no lo culpo. Somos el monstruo Frankenstein que maldice el mundo por haberle dado vida y obligado a presenciar esta agonía. Odiamos todo lo que somos, y a lo que nos ha convertido en lo que somos. El espejo se burla de nosotros. Somos tan ilusos. Cerramos los ojos con fuerza cuando empezamos a escuchar nuestro mundo de fantasía agrietarse. Nos colocamos metas imposibles, tantas que al final nos vemos en la obligación de elegir. Normalmente es entre familia o trabajo. O nos convertimos en profesionales o justos progenitores. Tarde o temprano nos arrepentimos, o de haber ignorado a nuestra familia o nuestros sueños. Nos lamentamos por no haber desarrollado una relación más cercana o por dar prioridad a los que nos rodean antes que ha nosotros. Tarde o temprano, nos sentimos solos. Antes que adaptarnos, nos enfrentamos. Tratamos de destruir todo aquello que creemos nos hace débiles. Pero seguimos encontrando ese infame enemigo que nos consume sin permiso. No hay nada que detenga el tiempo. Podemos mentirnos, mentir a otros, fingir que no nos pisotea como a los demás, pero nos arrastra y absorbe como si estuviésemos dentro de un reloj de arena. No podemos pausarlo ni volver atrás, solo esperar, a veces ansiosos, para luego arrepentirnos y soñar con que volvemos a ser jóvenes. Ahora me doy cuenta de cómo he cambiado. Recuerdo que de pequeña pensaba que habían monstruos bajo mi cama. Nunca me atreví mirar. Quizás si no les molestaba, ellos no me molestaban a mí. Llegué a pesar que me temían más de lo que yo les temía a ellos. Más tarde decidí averiguarlo y me asomé bajo mi cama. No habían monstruos, no había nada. Mientras palpaba en la oscuridad, junto a mí, ellos seguían mi mirada esperando entender qué era lo que buscaba. Ya no me temían, ya no se escondían, vivían sobre mi cama. Entre mis esperanzas perdidas, secretos ahora vacíos y pesadillas que viví despierta. Han hecho de ese espacio su hogar. Convivimos entre las mismas cenizas olvidando que somos enemigos. Ya no nos asustamos porque no nos reconocemos. Supongo que nuestros rasgos son ahora demasiado similares para notar la diferencia.
Nos dejamos llevar tanto por nuestras fantasías que llegamos a olvidar que son simples mentiras, simple anestesia. En la ficción podemos separar los buenos y malos por una grieta similar a la del Gran Cañón. Y aunque en la vida real es distinto, no queremos aceptarlo. En lo que no nos paramos a pensar en que no hay ni buenos ni malos. Dentro de cada persona existen ambos extremos. No puedes ser cruel constantemente sin pecar de inocente por un instante, y viceversa. Darnos cuenta de que nuestros peores enemigos tiene alma, nos hace débiles. Darnos cuenta de que nuestros mejores amigos tienen un lado oscuro, nos decepciona. Por eso no entendemos a los que nos rodean, creamos imágenes difusas. No hay blanco ni negro, somos grises.
No era la única, la ciudad también la miraba de reojo, como si fuese su complemento. Se adaptaba perfectamente, como si fuese un gato callejero que siempre termina encontrando una casa en la que alimentare y descansar. Siempre elegante, sutil y desafiante sin querer. De vez en cuando miraba sus pies, quizás asegurándose de que el asfalto no se rompía a su paso. Fallaba en su intento de camuflarse entre los peatones. Como en el inicio de una película, quieras o no, terminas localizando al protagonista entre la multitud. Busca su propia banda sonora y tararea sin darse cuenta. Cada cierto tiempo se gira asegurándose de que sigo allí, siguiéndola, creo que ya por inercia. Dejo que hable y escucho, midiendo sus palabras y tratando de comprender quién es. De camino a ninguna parte me encuentro con piezas de su vida que deja caer para que las recoja, y vuelva pidiendo más, pero no lo hago. A pesar de eso ella continúa agrandando el puzzle. Ignora el camino más directo y va de un lado a otro, deteniendose de golpe y girando sin parar hasta completar la vuelta. Enreda sus pies hasta tropezar y volver a cambiar de sentido sin razón. Finjo que no me doy cuenta de que algunos de sus cambios de dirección la llevan hasta mí. Jugando a la indiferencia coloco una mano en su espalda para direccionarla de nuevo. Ya no la encuentro inmadura, simplemente ilusa, quizás. No soy nadie para interrumpir su proceso de decepción. Soy casi otra espectadora que se pregunta si es capaz de envejecer, o como Peter Pan esta atrapada en un para siempre. El viento juega con ella al escondite. La persigue y rodea burlándose de mí. Guarda las manos en sus bolsillos porque ya no sabe dónde dejarlas. Aún así sigue moviéndolas abriendo su chaqueta, como si le creciesen alas. Sigue hablando a través de la bufanda que le cubre, así que son sus ojos los que me dice cuándo me sonríe.
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LA VIDA UNIVERSITARIA
Teen FictionEsta es la historia de Nerea, de 18 años. Está apunto de empezar primero de Arquitectura. Ni por asomo se imagina lo que le espera. Entre planos, clases y fiestas universitarias conocerá a muchísima gente,...y mientras tanto a si misma. @OneShippe...