Rey Murciélago

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Las casas se estaban quemando y un grupo de uniformados se llevaba a la fuerza a las personas dentro de gigantes naves voladoras. Uno de ellos arrastraba del cabello a la chica y su madre lo golpeó en la cabeza con un tronco mediano.

Ambas huyeron, pero frente a ellas había más soldados armados apuntándoles.

- ¡No! -Grité y arrojé una granada de luz para sacarlas de ahí, ellas corrieron mientras yo luchaba contra ese grupo, estaban entrenados, eso sin duda, poco a poco los fui derrotando, pero eran demasiados.

Me rodearon, pero no me rendí, sabía que podía vencerlos a todos, tenía que hacerlo.

Al ver que los soldados normales no podían hacer nada contra mí, sin importar su cantidad, una figura negra apareció, tenía largas garras doradas y una máscara que asemejaba la cabeza de un búho, su complexión era femenina.

Luché contra ella, era muy hábil, pero ni ella había podido derrotarme. Luego, de reojo vi como la madre y su hija se abrazaban arrodilladas en el suelo, un soldado se paró tras ellas y solo pude ver que disparó. Esta mujer búho me rasguño la cara, la máscara evitó que me hiciera daño, pero se rasgó dejando ver una parte de mi rostro, luego los soldados se amontonaron sobre mí y me inmovilizaron con la cara contra la tierra.

Seguí forcejando, intentando liberarme, aún tenía fuerzas para continuar, aunque ya no había nada que defender, ya se habían llevado a todas las personas y aquella aldea ya no era más que cenizas.

Ante mí, clavaron una espada tan afilada que cortó un poco de mi cabello con solo rozarlo, yo conocía esa espada, no había dos iguales en el mundo. Dejé de luchar, pero solo para mirar a quien había hecho aquello.

 Dejé de luchar, pero solo para mirar a quien había hecho aquello

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-Padre -Dije, no podía ser otro. Tenía una máscara que cubría la mitad superior de su rostro, con orejas puntiagudas, sus ropas de batalla eran como las de siempre, a excepción de que su color era negro con algunos grabados rojos ¿Qué diablos había pasado con él?

- ¿Padre? -Preguntó extrañado, tomó lo que quedaba de mi máscara y terminó de romperlo para ver mi rostro, se sorprendió, parecía reconocerme -Lamento decepcionarte, pero no soy tu padre.

-Reconocería esa espada donde fuera -Señalé su arma con la cabeza, era lo único que podía mover ahora.

-Esta espada es la marca de una maldición que por desgracia heredé de uno de mis progenitores, me extraña que llames a esa escoria "Padre", Terry -Se quitó la máscara, era yo.

Su rostro tenía marcas de quemaduras en la parte derecha, junto con una cicatriz larga que atravesaba su ceja hasta su mejilla, pero no habían desfigurado su rostro por completo como para que no lo reconociera, se trataba de otra versión de mí.

(Imaginen su rostro así:)

(Imaginen su rostro así:)

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