Padre, estoy segura que si se esfuerza podrá imaginar mi reacción.
¡Los inquisidores!
La guardia personal del rey.
Soldados con el deber de defender, pura y exclusivamente, la voluntad del hijo de Dios. Por primera vez en la historia, aquellos hombres fuertes con armas de fuego, salieron de las murallas que cubrían el Vaticano. Y lo hicieron para cazarme, porque me consideraban una amenaza para el rey, la cabeza de la sociedad.
¡Ellos eran la parte más fuerte del cuerpo y estaban buscándome!
Por supuesto que me asusté y preocupé porque los inquisidores jamás se involucraban en asuntos que se desarrollaban fuera del Vaticano, siquiera sabía si eso era legal.
Wild no era una persona ecuánime, pero jamás idearía una mentira semejante. La situación estaba mucho más jodida de lo que pensé.
—Ya veo —murmuré—. Las eternas vacaciones de los inquisidores llegaron a su fin.
Karla siempre decía que ser inquisidor era el mejor trabajo del mundo porque podías vivir en el Vaticano, la ciudad amurallada de Roma, sin hacer nada. Eras parte del selecto grupo que convivía en la misma ciudadela que el papa, el Supremo, los obispos o millonarios y no tenías que trabajar ni un puto día de tu vida. Esa ciudad era un maldito oasis, nadie entraba sin invitación y esos hombres tenían acceso directo e ilimitado solo por ponerse el uniforme y hacer un juramento. Pero ahora, existía una amenaza, un grupo que desconocía al rey como legítimo hijo de Dios.
Por desgracia, yo era considerada parte de ese cúmulo de lunáticos. No sabía si los rebeldes eran demonios, seguidores del Diablo o personas, pero tampoco me interesaba mucho. Quería que Billie volviera a su casa, nada más. Él tenía que regresar a como diera lugar, pero ser buscada me lo ponía difícil y, haber matado a un obispo y agente, complicaba aún más las cosas.
¿Qué pasaría si conseguían atraparme? ¿Quién salvaría a Billie entonces? ¿Estábamos perdidos yo y él?
El posible futuro que construí los últimos días comenzó a derrumbarse y deformarse, como si fuera una liviana neblina.
Todo el panorama era muy negativo. Las chicas corrían peligro, Kohei estaba muerta, Billie había sido capturado y yo era buscada, pero todavía había un fuego en mi pecho, que tensaba cada uno de mis músculos y me permitía seguir de pie. Estaba enfrente mío, se llama Wild y me utilizaba como carnada.
—La ciudad está empapelada con mi cara y, aun así, querías que todos me vieran matar a tu padre, para quedar impune —rugí con rabia, ya no sufría el brusco viento porque una oleada de calor me subía desde la boca del estómago hasta las mejillas—. Si los inquisidores están en las calles iba a ser imposible escapar, ibas a dejarme morir
—¿A caso me tildas de traidor?—gritó enojado—. ¡Te dije que somos aliados!
Mordí mi lengua para no escupirle una afirmación en la cara y me esforcé en evitar las lágrimas y controlar mi respiración, recordar el pasado no serviría de nada.
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El diablo habla de Dios
Science FictionLuego de la Gran guerra el último bastión de la humanidad se refugió en Italia donde la Iglesia católica, como única institución social en pie, volvió a tomar el control de todas las almas e instauró las viejas reglas de la inquisición. Dentro del n...