3- Mi parte egoista

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Wild tampoco asistía a misa, posiblemente éramos las únicas personas en toda Bolonia que no iban a la iglesia los domingos

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Wild tampoco asistía a misa, posiblemente éramos las únicas personas en toda Bolonia que no iban a la iglesia los domingos.

Él ponía la excusa de que tenía mucho trabajo que hacer y las chicas no lo culpaban por eso. Yo sabía que mentira, lo único que hacía era drogarse, manosearse, practicar trucos de magia y pasar horas detrás de su computadora ¿Cómo estaba tan segura? Él no conocía el significado de la intimidad y dejaba la puerta de su habitación abierta. Gracias a esa mala costumbre, si atravesabas la recepción que conectaba todos los espacios, conseguías ver lo que hacía.

Ese día terminé de barrer la estancia delantera, caminé hasta las duchas y noté que había dejado la puerta casi cerrada. Eso era tan inusual que no aguanté la curiosidad y me acerqué al raquítico resquicio para estudiarlo. Creo que Wild no era el único que no entendía el significado de la intimidad.

Estaba sentado en el medio de su habitación con una coronilla de cartas desparramadas sobre la alfombra. Fumaba, leía con atención y farfullaba cosas inaudibles.

—Cállate, cállate, cállate, nos descubrió —Relamió sus labios nervioso, no había otra persona en la habitación—. Estoy seguro que se lo dejé muy fácil en las cartas.

Detuvo la discusión consigo mismo, separó la vista del papel y me sonrió con sus ojos verdes. Me había descubierto.

—Booo —dijo para asustarme.

—Voy a bañarme —solté como excusa.

—¿Y para qué me avisas? ¿Es una invitación?

—Solo si quieres morir.

Abrió sus piernas y soltó el aire que escondía en los pulmones. La imagen me dio asco porque su habitación estaba demasiado sucia, parecía un callejón abandonado.

—Sabes que me gusta lo rudo ¿Verdad? —Sonrió, no había forma de ganarle—. No haces más que encenderme.

Chasqueé mi lengua y me fui. Sus gritos me siguieron por toda la casa.

—La puñalada estuvo bien, pero la próxima podrías tratar con ahorcarme, a las perras como yo les súper encanta ¡Súper!

Me preparé con rapidez para trabajar porque faltaban solo cuatro horas para que comenzara el turno y dos horas para que el sol cayera por el horizonte, los negocios cerraran y todos volvieran a sus hogares. Dos horas para que el mundo normal se durmiera y mi mundo oscuro comenzara a rodar.

Los hombres que fingen durante el día, viven de noche.

Esa noche quería llevar algo de Billie conmigo mientras trabajara. Mis únicas opciones rompían con el uniforme, es decir, bragas, vestidos diminutos, correas o camisones transparentes, lo que el cliente quisiera. Así que escondí el buzo en el sistema de ventilación y me coloqué el collar en la muñeca, le di muchas vueltas a la cuerda y quedó igual a un brazalete.

El diablo habla de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora