En una simple cena aprendí mucho de ellos.
La panadería la había heredado Rita de sus tatarabuelos. Sus ancestros vivían en Bolonia antes de la llegada del Supremo, eran sobrevivientes de las guerras que acabaron con todo. Ella conoció a Oscar en el colegio, compartían la clase de matemática y se volvieron inseparables. Antes de casarse ella le enseñó todo lo necesario para administrar el negocio y de la misma manera él lo hizo con sus hijos. Tenían un perro llamado Tobías que Billie había rescatado cuando era adolescente y un establo, detrás del taller, donde descansaban gallinas, cerdos, caballos y algunas ovejas. Billie era el hijo menor, un ratón de biblioteca, sus padres lo describieron como una persona pragmática, sensible e inteligente.
Al finalizar la velada Billie me acompañó hasta el taller, no dejaba de mirarme. Yo en cambio tenía a mis amigas dándome vueltas por la mente ¿Qué pensarán Patty y Kitty de mí? Por favor Dios, no permitas que piensen que las abandoné, rogué.
—No puedo creer que volviste por el buzo —dijo mientras buscaba las llaves debajo de la maceta.
—Es mi nueva cosa favorita.
—Lo tejió mi abuela, ella les enseñó a todos sus nietos a hacerlo. Todavía tengo guardado mi primer par de guantes, salieron súper deformes, te los mostraré mañana —A Billie le gustaba hablar del futuro que nunca tendríamos y yo amaba escucharlo.
El calor de le estufa nos recibió de forma amigable.
Billie encendió la luz y recogió los libros que quedaron fuera, el grueso de color negro y el pequeño amarillo.
—Una pena que no hayas podido aprender algo hoy —dijo y atinó a guardarlos en la repisa—. ¿Quieres darle un vistazo a la forma de las letras ahora o mañana cuando regrese del trabajo?
No quería retenerlo hasta altas horas de la noche, pero si se marchaba me sentiría sola en esa habitación. Estaba segura que extrañaría el cuerpo de Patty cuando la oscuridad me encontrara sin compañía. Necesitaba una mano que agarrar y la voz de mis amigas rebotando sobre las paredes.
—Debes estar cansado.
—¿Bromeas? Agarraste mi libro favorito, puedo pasar hablar de eso durante horas.
—¿Cuál es?
Mostró el libro de tapas negras y detalles dorados.
—Prometeo Liberado.
—¿Por qué te gusta?
—Supongo que me siento identificado con el personaje. Él robó fuego y se lo regaló a los humanos, los ayudó, era algo bueno y fue castigado por eso. Lo encadenaron.
¿Y qué tiene que ver contigo?
—Algún día te hablaré mejor de él —evitó la pregunta que flotaba en mis ojos.
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El diablo habla de Dios
Science FictionLuego de la Gran guerra el último bastión de la humanidad se refugió en Italia donde la Iglesia católica, como única institución social en pie, volvió a tomar el control de todas las almas e instauró las viejas reglas de la inquisición. Dentro del n...