Luego de la Gran guerra el último bastión de la humanidad se refugió en Italia donde la Iglesia católica, como única institución social en pie, volvió a tomar el control de todas las almas e instauró las viejas reglas de la inquisición. Dentro del n...
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El sol eliminó la hipnótica aura de luna que empotraba mi mente, y obligó al frío que nos apretujaba bajo la cobija a aminorar. Los nuevos colores que nos rodeaban hacían que mis fuerzas regresaran, pero aún me sentía sola y perdida.
Escuché un ruido y traté de ponerme de pie, fue difícil porque mis músculos gozaban de poca fuerza. Me sentí apelmazada, como si estuviera por desvanecerme en cualquier instante. Utilicé los brazos para incorporarme y lo único que conseguí fue un relámpago de dolor recorriéndome el cuerpo. La desgarradora sensación desembocó en mi cabeza y por un segundo creí que era demasiado, que las agudas corrientes de dolor no entrarían en mi cráneo y acabarían destrozándolo para salir.
Mi vista se nubló, el suelo comenzó a moverse y mis extremidades tambalearon, pero me mantuve firme y enderecé las piernas.
Miré mis rodillas, bailando agitadas, como si tuvieran frío, y pensé que de ahora en adelante dependería demasiado de ellas, porque mi brazo izquierdo estaba inutilizado.
Justo en ese instante un arbusto delante de mis narices se movió. Dispuesta a defender lo único que tenía coloqué un pie detrás de la espalda de Wild y el otro delante, y agudicé mi oído. Escuché pasos envueltos en botas pesadas y de inmediato supe que varias personas se acercaban a nosotros. No me detuve a reflexionar si existía la posibilidad de que fueran peligrosos. Solo me asusté y mi cuerpo actuó por voluntad propia.
Como si tuviera vida mi brazo izquierdo despertó del letargo que lo sumía, se levantó y estiró hacia los matorrales. Tal vez me hubiera asombrado por la forma en la que mi cuerpo funcionó solo, si en ese mismo momento, no me hubiera nublado los sentidos la dolorosa corriente eléctrica que me atravesó el brazo. Era igual a cuando te golpeas el codo con alguna superficie robusta y sientes cientos de cosquillas agudas que te vuelven loco.
La electricidad mutó y comenzó a sentirse como fuego. Ay padre, jamás pensé que los Agentes de Seguridad debían atravesar tal penuria para disparar con el ignis. El penetrante ardor que sufrí en la palma de la mano fue terrible, como si hubiera sumergido mi piel en agua hirviendo. Chillé de dolor y una luz resplandeciente emanó de mi brazo y salió dirigida hacia el lugar del que provenían las pisadas.
Sin pretenderlo hice que los árboles estallaran en mil pedazos, que la tierra del suelo volara por los aires y que los arbustos comenzaran a incinerarse.
Cuando la destrucción brilló delante de mis ojos y comencé a lamentarme, gritos de espanto llegaron hasta mis oídos. Mi corazón se contrajo apenas distinguí que provenían de niños pequeños. ¿Estoy alucinando? Quise saber y desde un rincón emanó un hombre gordo, ileso, con sus manos en alto. Detrás de sus rodillas se escondía una niña de unos cuatro años que no paraba de llorar.
De automáticamente dejé de apuntarlos y abracé mi brazo para evitar que volviera a atacar.
—L-Lo siento, no puedo controlarlo, me asustaron... —balbuceé apenada, no sabía que un ignis podía tener tanta potencia.